Era un cuadro, el cuadro más grande que había visto en su vida, en el cual estaba pintada su casa exactamente como en la foto, pero lo diferente era que en el cuadro estaba el señor pintado frente de su casa, sonriendo.
Esa misma noche los vecinos asustados y alarmados por los disparos llamaron a la policía y a los paramédicos. En menos de una hora toda la zona se llenó de las luces de las patrullas y el ruido de las ambulancias. Cuando los policías vieron la escena lo primero que hicieron fue arrestar al señor y mientras este era esposado los médicos le pusieron la sábana blanca por encima al joven, esa que dice mucho sin decir nada a la vez. El señor no paraba de llorar, mientras que algunos vecinos que estaban fuera de sus casas testificaban que el joven se dedicaba a pintar las casas de ellos y les regalaba los cuadros diciendo que hasta tener un lugar donde dormir en las noches frías y poder cubrirse de la lluvia era un gran logro, algunos de los vecinos hasta invitaron a los oficiales a ver los cuadros que el chico les había hecho. Cuando los oficiales les preguntaban que por qué creían que él decía aquello, entre las respuestas había una que se repetía y era que el chico había sido independiente de él desde que se escapó de un orfanato a los catorce años.
Cuando los oficiales levantaron la foto que el chico había llevado consigo por detrás decía La Última Casa que hacía referencia a eso, era la última casa de la zona, pero lo que le joven nunca supo era que también sería su última pintura