La última sabia

Victoria

«El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido.
Para los valientes es la oportunidad».

Víctor Hugo

VICTORIA

Santiago de Compostela, 2001

Tengo la sensación de que estás muy lejos de aquí.

Victoria posó sus ojos ambarinos sobre la mujer y esta se revolvió en su asiento; no lograba acostumbrarse a aquellas pupilas, casi verticales, que parecían pertenecer a una criatura de otro mundo.

—No puedo ayudarte si no me dejas entrar en tu vida —insistió, cruzándose de brazos.

Victoria pensó que la última vez que había abierto su corazón, casi le había costado la vida. Desde entonces, lo había cerrado a cal y canto bajo un portón de hierro forjado con muchos cerrojos, tantos, que ni siquiera se había molestado en conservar las llaves. Nunca nadie volvería a traspasar aquel umbral. Excepto Albert, claro. A él lo había encerrado dentro con ella, en su pequeño mundo, uno que aún mostraba muchos caminos por explorar. Si estaba sentada en aquella lujosa consulta con una psicóloga de plástico era solo porque él se lo había pedido.

—Mi amiga Pepa dice que soy como un libro abierto.

—Pues no lo parece cuando estás conmigo. ¿Por qué?

—Porque mi problema no tiene solución clínica, Sofía. Te lo he explicado muchas veces, pero parece que no lo quieres entender. —Se reclinó sobre el confortable sillón de piel y la miró desafiante.

La psicóloga apoyó los codos sobre la mesa de diseño y su rebelde paciente se perdió en el rojo de sus uñas, largas y perfectas, como perfectos eran su maquillaje y su cabello, cortado con un estilo moderno que resaltaba su mandíbula cuadrada. No sabía qué le irritaba más, si su extraordinaria juventud (quizás no lo fuera tanto, teniendo en cuenta la exagerada curva de sus cejas) o sus preguntas, que disparaba como si estuviese replicando el Manual del perfecto psicólogo. Eran frías e impersonales: no pretendían llegar a ella, sino forzarla a encajar dentro de un patrón preestablecido para extraer conclusiones de hielo que plasmaría en su libreta de marca. Si en algún momento había conocido el significado de la palabra «empatía», estaba claro que lo había olvidado.

—Tu pareja intentó asesinarte hace unos meses —recapituló Sofía, haciendo una breve pausa para permitir que Victoria interviniese si lo deseaba—. Eso puede dejar unas secuelas más o menos graves, dependiendo de la situación emocional de la que parte el paciente. En tu caso, creo que el problema es más serio porque me ocultas información; no pongas esa cara, no soy tonta. Si te decidieses a compartir ese secreto que guardas con tanto celo, probablemente no necesitaríamos muchas sesiones más. Hasta el momento, lo único que has hecho es tirar tu dinero.

Victoria soltó un bufido. Era la primera cosa inteligente que oía desde que habían iniciado la terapia. Por su mente desfilaron, pérfidas y sinuosas, las imágenes del ataque que había sufrido varios meses atrás en el mausoleo de su familia. Veía con total nitidez a Jonathan, el hombre al que había amado con locura y que había pergeñado un plan para sacrificarla siguiendo un macabro ritual. Le acompañaba Enrique, su futuro suegro, apoltronado en su silla de ruedas con los labios resecos curvados en una pérfida sonrisa mientras ella se debatía entre la vida y la muerte. Una chispa de electricidad recorrió su cuerpo y elevó sus bucles rojizos varios milímetros por encima de sus hombros. Había llegado el momento de irse.

—Lo estás haciendo otra vez.

La gélida voz de Sofía la devolvió a la realidad. Sus pupilas se estrecharon, pero en esta ocasión la psicóloga estaba preparada y no se dejó impresionar por aquella peculiar forma de manifestar sus emociones.



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En el texto hay: misterio, magia, brujas

Editado: 07.12.2022

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