Yacían en el suelo tumbados llenos de felicidad, estaban cansados, la chimenea casi apagada, y con la necesidad de dormir algunos minutos más. De dormir hasta que cada una de sus mentes estuviera en un paraíso, acurrucado en el cuerpo del otro. Alex se había dejado caer entre la brecha de los pechos de la chica, acurrucándose en ellos, besándolos paulatinamente, de la chica.
Ella contemplaba los risos cabellos del chico, mientras jugaba con su barba. Escasa pero sutil.
Ella sonreía mientras que se contemplaban en cuerpo, y alma.
—Mi rosa parece que te hare feliz. Lo que he sentido hoy por ti, no lo sentiré ni con una diosa.
Ella rio despacito.
—Entonces me alegra, felicitaciones hemos hecho el amor. Nada de sexo ni follar, estábamos haciendo el amor, ardiendo en pasión.
Ni siquiera creía que aquellas palabras salieran de su boca, de aquella boca carnosa que quería comer, entonces volvió a escabullirse en los pechos suaves y calientes de Aleisha.
Abrió los ojos de par en par al ver que la leña se estaba apagando, entonces Aleisha se levantó rápidamente, hasta que no pudo aguantar y metió un tronco en la chimenea, pero se acercó demasiado, entonces el fuego broto de la nada.
Puso el brazo para poder defenderse y grito entrando en pánico.
Alex rápidamente se levantó del sillón.
—Aleisha ¿estás bien?
Las llamas ya estaban controladas. La estrecho entre sus manos, viendo la herida, comprobando que estaban bien.
Pero descubrió una quemadura algo leve.
—Vamos al fregadero.
Él la cargo en sus brazos hasta llevarla al lavaplatos y sumergió sus manos en agua, para que no le doliera.
Aleisha intento llorar, pero aguanto. No quería que la viera como una niña.
—No tenías que hacerlo rosa… me he sentido preocupado por ti.
—Príncipe azul. Yo quería…
—Schhh.
Callo su boca infame con sus labios.
—Me asuste, mucho, entiendes que si te pasa algo, me muero. Entiendes que si te pasa algo me sentiré muy mal, nunca me lo perdonare.
Hizo que la última molécula de su erizara, sus pechos nuevamente se pusieron duros como una piedra.
Los ojos de Alex brillaban con tanto deseo, que pensó que le iba a hacer el amor nuevamente en la mesa de la cocina.
Pero solo atendió la herida con dedicación.
Alex también sentía la necesidad de abrazarla hasta que no pudiera respirar.
Los sentimientos perseguían a sus corazones, pero primero iba a atender las heridas de su chica, busco una toalla. Enrollo su mano allí, mientras ella esperaba atenta a lo que hacía el: Primero, busco una crema hidratante. Segundo una venda, y tercero examino la herida para comprobar que las cosas no iban a estar, tan mal.
Reviso con delicadeza aquella herida.
No era grave. Gracias a Dios. Entonces le puso una pomada y más crema, hasta que su mano ya se sentía mejor.
Le herida había cogido parte del brazo.
Sintió rabia al ver su delicada piel, tan estropeada por una estúpida llamarada de fuego.
Sintió frustración.
—No vuelvas a hacer eso mi princesa, no ves que me preocupaste, tu hermosa piel, se ha quemado, me siento culpable.
Ella esbozo una sonrisa.
—Mi príncipe azul. Tranquilo. Lo hice porque quise, no porque me lo pediste, no tienes nada de culpa. Me honra que me protegieras y me cuides de esa manera.
—Princesa—La tomo de la cabeza, poniendo una mano en cada extremo— No vuelvas a hacer eso… ¿vale?
Aleisha lleno su corazón con aire que parecía traer alguna droga que pudiera hacerla caer dormida.
Estaba cansada de que la gente la tratara solo para el sexo, conoció lo que era hacer el amor.
Con Alex, inmediatamente estaba en otro mundo, la transportaba a un mundo, en el que solo existía aquel amor inmaculado que le brindaba calor, y pasión.
—Perdón no era mi intensión asustarte.
<<Hazme el amor y cúrame con eso>>Pensó.
—No tienes por qué disculparte, pero de ahora en adelante déjame las cosas pesadas a mí, si, para esos son los hombres, para sacrificarse por las mujeres.
Aleisha sintió como una daga atravesó su corazón. Nunca nadie se había sacrificado por ella.
—Si príncipe azul.
Entonces le abrazo, empujándolo contra sus pechos, pegando su pectoral a sus senos, dejándolo sentir el calor que le había provocado, era causante de aquellas sensaciones, las cuales la ponían al cien.
Ella se escabullo por la espalada rígida y definida, entonces bajo por ella, hasta parar más debajo de la cintura y le apretó el trasero, completamente pasión le estaba dando una buena tanda de pasión en ese corazón que antes no sentía nada.