En el muérdago, canta el ave cantora, bajo el cielo siniestro, cubierto de magia blanca brillante, y luces parpadeantes. La luna en su punto más alto engrandece, esclareciendo la villa del pequeño pueblo donde resuenan los villancicos navideños.
El bosque chilla, resguardando la vela Rovaniemi que es la esperanza del alma de los pueblerinos, la cual se agita bajo el augurio de la bestia que espera escondido bajo las rocas de las cuevas oscuras, quien se alimenta del alma marchita.
Todo es claro, todo es bello, pero la esperanza, la gratitud, la creencia y el amor, no vive en todos ellos, y despertarán aquello que ni el mismo cielo puede contener.
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