La Venganza de Luna y Sol

19: "Preguntas básicas"

    El olor a antiséptico es demasiado fuerte, y tengo frío. Arrugé la nariz. Las sábanas que cubren mi cuerpo son suaves al contacto con mi piel, y lo único que puedo escuchar es el tic tac de un reloj y el lejano murmullo de voces desconocidas. Una brisa fresca me acaricia el rostro

    De inmediato, todos mis sentidos se despiertan en cuanto comienzo a prestar atención a mis músculos adoloridos, intento mover mi mano izquierda; se siente como si pesara diez veces más de lo normal.

    En cuanto decido abrir los ojos, mis párpados se abren como si hubieran estado pegados por un largo tiempo, pero una luz blanca y cegadora me obligó a cerrarlos repentinamente otra vez. Moví mi mano derecha como primer instinto, intentando tapar mis ojos y ocultarlos de la claridad segadora, pero mi mano se movió apenas unos centímetros antes de llegar a un tope.

    Escuché el ruido de metal contra metal. Me concentré, presté atención con detalle; máquinas, el tic tac de un reloj, murmullos.

    Abrí los ojos lentamente otra vez y lo primero que veo cuando logré enfocar la vista es el techo blanco de la habitación, además de algunas telarañas. Me moví con un poco de dificultad, giré la cabeza hacia mi izquierda y vi una ventana alta, abierta, con cortinas grises, cuatro sillas de plástico azul alineadas una al lado de la otra debajo de ella y una mesita a mi lado en la cama, un ramo de flores blancas en un florero de plástico azul reposa sobre ella. No tiene nota.

    Miré a mi derecha, veo una máquina que parece señalar mis signos vitales. Intenté levantar la mano otra vez, pero el sonido metálico y el tope vuelven a impedírmelo. Dirigí la vista hacia ella entonces.

    Mi mano derecha está esposada a la cama.

    Todavía estoy mirándola con confusión cuando la puerta de la habitación se abre y entra un chico a ella, es alto, su cabello es negro y su piel es morena. En cuanto levantó la mirada y se encontró con la mía, se paralizó en su lugar por algunos segundos y entonces corrió y se abalanzó sobre mí.

    — ¡Idiota, despertaste! — Me abrazó y estrechó con fuerza en cuanto me alcanzó.

    — ¡Auch! — Un dolor atroz me atravesó el cuerpo en cuanto se recostó sobre mis costillas.

    — ¡Lo siento! — Se alejó de mi de un salto. — Lo siento, enserio, lo olvidé por un segundo, es que yo…

    Se alejó de mí dos pasos y se llevó una mano a la cabeza, revolviéndose el pelo corto. Está sonriendo y no deja de intentar decirme algo, claramente emocionado de verme. Creo que seguiría abrazándome si yo no me hubiera quejado de dolor.

    Fruncí el ceño mientras le miraba. — ¿Quién eres? — El chico abrió la boca, sorprendido, pero es interrumpido por la puerta abriéndose otra vez.

    Un hombre alto de cabello entrecano y camisa lisa azul se adentró en la habitación empujando una silla de ruedas con una mujer de cabello rubio sentada en ella. Al verme, se paró en seco en su lugar, abrió grandes los ojos y se acercó a mí, rodeando la silla de ruedas y, una vez más, lanzándose sobre mí en un incómodo pero menos doloroso abrazo.

    Puse mi mano libre sobre su espalda, sin saber qué otra cosa hacer. Miré a mi alrededor.

    — Kennet... — Susurró la mujer, llevándose las manos a la boca y llamándome la atención.

    Él se alejó de mí en silencio.

    — Hijo… — Susurró soltándome, dejó ambas manos sobre mis hombros.

    Tomó distancia de mí, mirándome emocionado. Mis ojos van de una persona a la otra como si siguiera un patrón con confusión, todos tienen la mirada emocionada y esperanzada puesta en mí.

    Me encojo lo más que puedo en mi lugar.

    — Perdónenme pero… ¿Quiénes son todos ustedes?

   ———

    Un hombre, alto de cabello negro y ojos azules, me examina los ojos inclinado sobre mí con una luz brillante y cegadora mientras los demás se aglomeran a su alrededor, no distingo sus expresiones con claridad.

    — Todo parece estar en orden… — Susurró el hombre frente a mí, alejándose y pagando el aparato. Parpadeé varias veces con molestia.

    — Todo está en orden. — Le repliqué bruscamente. — Sólo no conozco a estas personas.

    El médico asintió pensativo.

    — ¿Estás seguro de eso?

   — Sí. — Contesté sin dudar por millonésima vez, volví a mirarles, uno a uno. — No los conozco.

    El hombre miró a los demás, casi como si fueran sus cómplices. Fruncí el ceño.

    — Hagamos una cosa, te haré un par de preguntas sencillas, ¿Sí?

    — Está bien.

    — Bien… — Susurró entonces, poniendo su mano en uno de los bolsillos de su bata. — ¿Cuántos años tienes?

    Abrí la boca para contestar de forma automática pero, antes de emitir palabra, me detuve.

    ¿Cuántos años tengo?

    Miré fijamente las sábanas blancas sobre mi cuerpo.

    Luego de algunos segundos de completo silencio por mi parte, el médico habló otra vez.

    — No lo sabes, ¿No es así? — Negué con la cabeza. — Bien, ¿Cuál es tu nombre?

    Una vez más, no sé la respuesta. Recuerdo de forma fugaz a la mujer llamándome por uno cuando llegó, creo que empezaba con K... Esta vez, ni siquiera abrí la boca o levanté la mirada de mis rodillas.

    — No lo recuerdo… — Murmuré, dejé la boca entreabierta mientras me esfuerzo para poder recordarlo.

    El médico no se detiene. — ¿Dónde estuviste el último mes y medio?

    Guardé silencio, esta vez producto de la sorpresa. ¿A qué se refiere con eso?

    Escuché un suspiro proveniente del doctor y levanté la mirada.

    — Muy bien… — Se acercó a mí y se sentó en el borde de la cama que no está protegido con una barandilla. Esperó unos segundos con los labios apretados, analizándome el rostro, antes de hablar. — Tu nombre es Kennet Larsen — Me explicó. —, tienes veintidós años, estos de aquí son tus padres y, por lo que me han contado, tu mejor amigo, Adrián. — Los señaló con su mano a cada uno.



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En el texto hay: misterio, mitologia, romance

Editado: 08.05.2021

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