No recuerdo muy bien cuando fue la última vez que alguien habló durante la cena, es difícil tener que imaginar que nadie de mi familia tenga el propósito de decir alguna palabra, es más hasta me siento incómodo con aquel silencio donde el único ruido que se permiten son el choque de los cubiertos contra el plato, más allá de ello no hay nada que logre sacar una palabra del cascarrabias de mi abuelo o del indiferente de mi padre; por ley las mujeres de la familia Dankworth siempre se han mantenido calladas como si no tuvieran nada que decir, eso sin añadir que, es duro tanto para mi madre como mis hermanas tener que estar bajo esa postura de la que siempre han odiado pero que no pueden hacer nada cuando mi abuelo se propone a cerrarles la boca.
Desde pequeño siempre me pregunté porque mi abuelo era muy gruñón, bueno, no conmigo sino más bien con nuestra sociedad. No es por nada de que toda la manada le tenga temor, como a su vez, que nadie le guste hacerlo molestar cuando es un lobo muy poderoso del que con el tiempo se ha llenado de astucia e inteligencia, pero para mi mala suerte, han sido pocas veces que ha mostrado afecto por mí y mis hermanas, podría decir que las contaría hasta con los dedos de mis manos sabiendo que él no es una persona de revelar sentimientos y quizás esa sea la razón por la que mucho tiempo oculte también los míos a fin de verme igual que él.
Al menos mi padre, ha sido un lobo que con el paso del tiempo se fue abriendo más de corazón con su familia, aún recuerdo los nervios que tenía al ser padre primerizo, de cómo a veces trata de entender de mejor forma a sus hijos y sobre todo, intenta ser un buen padre para todos. No es de menos que mis hermanas lo adoren tanto cuando son sus consentidas, gracias a Licaón, nunca tuve ningún problema de celos por ello, aunque mis hermanas si sintieron la ausencia del cariño de nuestro abuelo, debido a que para él, tener más hombres lobo en la familia es un privilegio cuando las mujeres lobo aún las sigue viendo como débiles, maternales y sentimentales, algo que para su caso, no sirve de nada a la hora de querer tratar con un problema porque pueden llegar a ser muy humanistas.
Es difícil hacerle entender muchas cosas a mi abuelo, pero él al nacer en una época que aún se esclavizaba a la mujer y las veían de menos es lo que ha permitido que su forma de ser no cambie, hasta muchas veces me pregunté cómo es que mi abuela se pudo enamorar de alguien así, pero bueno, el amor es un sentimiento extraño y aunque no lo quisiera creer, mi abuela fue obligada a casarse con él donde no tuvo opción alguna, en vez de eso, sus padres desearon que estuviera con mi abuelo para mantener un linaje de sangre puro, para que aún el árbol biológico sólo estuviera compuesto por alfas.
Sin embargo, no puedo decir que mi abuela tuvo una fantástica vida con mi abuelo cuando murió antes de que naciera, añadiendo que, los únicos recuerdos que tengo de ella son sus fotografías, de las que muestran una linda mujer de cabellos color azabache y grandes labios rojos; hubiera querido conocerla, más porque siempre mi padre contaba historias de cómo era ella, añadiendo a su vez, lo maternal y buena que era. Era mucho más joven que mi abuelo, y aun así, mi padre menciona que ambos se amaban, tanto que, eran inseparables hasta que llegó aquel día en que el propio destino destruyo su unión.
—Deberás prepararte, Caden. —Gire mi cabeza a un lado al escuchar a mi abuelo.
— ¿Para qué? —Dije luego de tragar mi comida.
—Serás pronto el líder de la manada, por tanto, debes de centrarte en tu futura posición y no andar jugueteando con otros lobos —elevé la ceja.
— ¿A qué te refieres? —Pregunte con ese dudoso comentario.
—Que debes de ponerte rígido y autoritario con todos los de la manada, últimamente he visto que actúas como un cachorro desprotegido —me enfurezco al escuchar cómo me considera por ahora —, eres un Dankworth. Ya basta de guardarle luto a esa mujer y ponte los pantalones para actuar como un líder; estoy cansado de repetírtelo. —Se limpia la boca con delicadeza antes de tirar el trapo sobre la mesa.
—No sé si quiera ser el líder de esta manada. —Farfulle.
Era estúpido de que nadie escuchara mis palabras cuando siempre usamos nuestro sentido auditivo para ocasiones certeras como está en la que todos esperaban una respuesta de mi parte; mi padre fue el primero en impresionarse al escuchar la duda proveniente de mi tono de voz, mi madre pudo haber sentido la tensión de mi cuerpo al haber nombrado a mi mate en los labios de mi abuelo y mis hermanas, era inevitable el miedo reflejado en sus ojos sabiendo que esto traería consecuencias por mis palabras.
— ¿Qué dijiste? —Mi abuelo hizo una sonrisa falsa como si esperaba una broma de mi parte.
—No creo ser el próximo líder de esta manada. —Enfatice.
— ¿A qué viene esto, Caden? —Se giro para verme mejor. —Te he entrenado desde que eras un cachorro para que un día tomaras mi lugar y ahora, que te lo ofrezco sin prejuicios y sin obstáculos, dudas de tu cargo. —Parece ofenderse aunque no creo que sea cierto.
—Simplemente, aun no estoy preparado. —Declaré mientras veía el filete de carne que aún no había tocado del todo.
Pude sentir la rabieta de mi abuelo al haberle dicho esa frase que son las que tiene en su lista negra, en verdad, físicamente estoy en forma para tomar el cargo, mentalmente puedo lidiar con él al tener la suficiente inteligencia y astucia necesaria, sin embargo, lo que no tengo aún es el control emocional que he perdido desde que no he encontrado a Gemma por ningún lado, es ahí el problema, porque no puedo dejar de pensar que mi mate aún se encuentra viva pero lo malo de ello, es que no sé si estaré en lo cierto.