Sam
Y el tiempo pasa y aquello que inició como una coincidencia fue cambiando con el pasar de los días hasta convertirse en una amistad. Ahora tengo miedo porque esa amistad se está transformando en algo más, yo lo estoy convirtiendo en otro sentimiento y el miedo se hace cada vez más presente.
La amistad que me propuso hace unos meses se forjó con los detalles, las charlas, las comidas y todo el tiempo que pasamos juntos.
No hay fin de semana que no estemos juntos viendo alguna película, jugando algún juego de mesa, yendo a caminar, incluso estar clase juntos o tomando un café en la cafetería del campus.
Mi amiga lo conoció y dice que no termina de caerle bien, que es un buen chico, pero que al observarlo detenidamente se da cuenta de que esconde algo, su mirada perdida lo dice.
No se lo quise decir, pero yo tengo ese mismo sentimiento, oculto en alguna parte de mi ser, es esa sensación que me provoca al verlo cuando él no repara en mí. Lo noto con la mirada perdida y el ceño fruncido como si pensara mucho, tal vez son ideas mías, porque enseguida que parpadeo esa sensación desaparece y vuelvo a ver al hombre sonriente de siempre, al alegre Fernando que en todo momento ve el lado positivo de las cosas.
—Qué bonita casualidad —Escucho su saludo que me saca de mis pensamientos—. ¿Qué lees?
Se sienta a mi lado y toma el libro que tengo en mi regazo, el mismo que estaba leyendo, pero que no recuerdo nada. Lee unas líneas y después me las devuelve.
—Ya deberías de darte por vencida, parece que los negocios no son lo tuyo.
—Lo dirás de broma, pero estoy creyendo que así es, cada vez estoy más segura de que elegí la carrera equivocada. —Suspiro, al recordar que en otros tiempos soñaba con estudiar otra cosa, iba desde ser presentadora de televisión hasta doctora, pero al no parecerme ninguna de ellas una buena opción, opté por el camino que me conviene.
Los negocios.
Así puedo hacerme cargo de las empresas de mis abuelos, mismas que ahora están en manos de una persona de confianza.
—No pienses tanto, te conozco y sé que eres buena en cualquier cosa que hagas, tienes un poder de convencimiento impresionante.
—Lo dices demasiado convencido, es que, ¿acaso sabes algo de mí que yo no sepa? —bromeo, no obstante su semblante me indica que está reflexionando en algo. Se forma un silencio incómodo que desaparece en el instante en que Alice llega hasta nosotros.
—Hola, par de enamorados —Se comienza a burlar de nosotros. Los colores se me suben al rostro, porque es verdad, comienzo a tener otro tipo de sentimientos por este hombre.
—Mejor vayamos por un café —propongo para aligerar el momento.
—Me parece buena idea, vamos. —Se levanta Fernando y yo hago lo mismo; sin embargo, Alice sigue sentada.
—Vayan ustedes, no quiero hacer mal tercio, además estoy esperando a alguien. —No espera a que le responda. Se ha puesto los audífonos y comienza a tararear la canción que escucha.
—Vamos. —Por inercia nos tomamos de la mano y la sensación de cosquilleo comienza a invadir mi cuerpo. Es una agradable experiencia.
Llegamos a la cafetería en absoluto silencio, tan así que puedo escuchar mi corazón latiendo y la sensación de mis manos unidad a las suyas es algo que no puedo explicar con palabras. Parece que alguien nos ha encerrado en una burbuja que no queremos romper.
—Dos capuchinos, por favor.
Enseguida que se los entregan me tiene un vaso a mí y me invita a seguir caminando, voy tras él por inercia y nos sentamos en una de las mesas que están desocupadas. Aquí se siente un ambiente cálido, contrario a afuera que está refrescando.
—Quería contarte que esta Navidad voy a visitar a mi familia.
Estoy esperando a que me diga que vaya con él, no sé por qué guardo esa esperanza. Por supuesto que le diré que no, ya que esas fechas son exclusivas para mi familia y también por algo más.
—Espero que te vaya muy bien.
—Yo también lo espero, hace años que no voy y en esta ocasión mis padres me han insistido demasiado. ¿Tú, con quién pasarás las fiestas?
—Mis abuelos me esperan para pasar unos días en casa.
Comenzamos una conversación sobre las cosas que hacemos en esas fiestas, los rituales o lo que más nos gusta, en realidad hablé más yo, que él, pareciera que no le agradan estas fechas.
—Antes de irme quiero que sepas que… —Guarda silencio y me está poniendo nerviosa, sospecho que lo que dirá es mucho más allá de invitarme a ir con él—. El tiempo que nos conocemos, las casualidades de la vida y lo que hemos compartido me han hecho darme cuenta de que eres una mujer excepcional y que por mi parte he comenzado a sentir mucho más que una simple amistad.
Trago grueso al darme cuenta de que se me está declarando. Guardo silencio, las manos me sudan, estoy nerviosa.
—Quiero que seas algo más que mi amiga. —Toma mis manos dándome confianza para que responda.
—Me estás poniendo nerviosa. —Esa es la verdad.
—No deberías.
Se acerca peligrosamente, sus manos se posan en mi barbilla y sin palabras me pide que lo mire a los ojos. Nuestras miradas conectan y los nervios aumentan.
De nuevo escucho mi corazón latir, la boca se está secando y por alguna razón sus labios se me antojan, como si pudieran calmar está sed que comienzo a experimentar.
Poco a poco se acerca a mí, sin quitarme los ojos de encima, su nariz hace contacto conmigo e instantes después, roza mis labios.
En menos de lo que imagino estoy besándolo, es verdad, mis labios urgían calmar la sed, y en efecto, lo necesitaba.