Quería contárselo a todos, decirles que nos largáramos de ahí en cuanto antes; pero intenté con mi hermana, cosa que fue inútil, no quiso creerme.
- ¡estás bien loco! Jaja, deja de leer tantas historias, te secan el cerebro. Que no te guste este lugar no quiere decir que a nosotros tampoco. Deja de molestar con tu imaginación hiperactiva.
- ¡¿Loco?! Pero es verdad...
Salió del cuarto algo molesta. Me rascaba la cabeza pensando en si era verdad lo que vi o lo que escuché en la noche... estaba muy seguro que fue real, porque aquel sonido que emitió aquel ser, no pudo ser creado por mi imaginación. Fue el quejido de un demonio. Aterrador. Escalofriante. Fue un sonido que provenía de la mismísima Gehena. No borraba el dibujo de aquella escena, cada que cerraba los ojos lo veía. Se acercaba a mí cada vez que lo veía al parpadear, pero finalmente no veía nada.
Estuve toda la mañana con ese obscuro pensamiento. Hasta que llegó la hora de desayunar. Salimos de la cabaña a una mesa que estaba detrás de ésta. El día estaba algo nublado, no había sol. La mesa mantenía el mismo aspecto lúgubre del todo el lugar. Desayunamos. No toqué el tema de la noche anterior o pensé en hacer mención de ello. Al parecer todo estaba tranquilo, no existía movimiento alrededor; mas que el de la naturaleza. La mañana era muy tranquila, demasiado, aún así me permitió relajarme para poder ver el lugar y recorrerlo a gusto. Caminé por el bosque, la verdad me comenzaba a gustar; era misterioso pero tranquilo, volteé a ver hacia atrás para prevenir cualquier cosa pero no encontré nada. La paz invadía el ambiente. Suspiré. "Vaya, al parecer este lugar no es tan malo. Lo de anoche debió ser mi imaginación hiperactiva; creada por mi disgusto a la cabaña, pero sí que me hizo sentir asustado... creo que comenzaré a disfrutar aquí".
Después de decir eso decidí volver a la casa, tal vez disculparme con mi hermana y empezar a gozar el viaje.
Mientras volvía caminando en el interior del bosque volteé a ver hacia mi derecha, encontrando un lago que me causó asombro. Fui a explorar. Llegué a la ribera, había lodo que se pegó a la suela de mis zapatos. Observé que era bastante callado y el agua poseía una inmovilidad enigmática. Toqué el agua en lo que vi como las ondas se dispersaban por toda la superficie. Después me percaté que en mi muñeca se encontraba una marca inusual, como la de la noche...
Restregué mi mano en el agua pero por demás que intenté no logré nada. Lo ignoré y me fui pensando sobre en qué tal vez haya sido verdadero lo de anoche y no solo un evento de mi imaginación. Regresé a la cabaña. Allí solo estaba mi madre, pues mi padre, mi hermanito y mi hermana habían salido a explorar por otra parte. Entonces decidí ayudar en la cocina; mientras cocinábamos pregunté.
-Mamá, ¿te puedo preguntar algo?
-Claro, ¿qué ocurre? - me respondió.
-Bueno, ¿qué pasó con los parientes de papá?, estoy seguro de que ya te contó algo.
-Sí, ya me contó - me contestó- te voy a platicar pero no digas nada que tu padre se enojará conmigo.
-Está bien.
-Mira, hace tiempo, los parientes de tu padre vivían en esta cabaña. Eran un par de ancianos, creo que primos de tus abuelos que en pez descansen. Dicen que se apartaron de la ciudad porque ya no soportaban el ritmo rutinario de ésta; se vinieron para acá porque el terreno estaba económico. Estuvieron como unos cinco años, más o menos. Hasta que murió la anciana, al menos eso dijo su pareja. Dicen que el señor actuó diferente desde que llegó aquí, mostrándose antipático o muy reservado, después de hacer sido todo lo contrario; también cuentan que un día desapareció sin dejar algún rastro... dedujeron que fue suicidio por una nota en su cama.
Petrificado le quedé viendo, sin decir nada, porque lo que me había ocurrido, además de parecer más real, tenía una relación con los antiguos propietarios, teniendo un sentido escalofriante.
- ¿Tú crees eso, mamá?
-Claro que no, obviamente es tu padre intentando hacer interesante esta vieja casa.
Por demás que por dentro de mí quería contarle de lo ocurrido en la noche anterior, no lo hice. Seguí ayudando. Luego llegó mi padre con mis hermanos para comer. Después que comimos, nos pusimos a platicar en la sala de lo que habían visto en su recorrido; luego debíamos bañarnos. El baño era de madera, muy raro, se tenía que ir por agua a un pozo que estaba afuera de la cabaña, a la derecha viéndole desde la parte frontal. Cuando me bañé el agua era fría y sentí como toda la piel se me erizó, dejándome temblando a causa de la helada agua. Después de bañarnos llegó la noche y repetimos la monotonía de la tarde anterior. Nos fuimos cada uno a su habitación. Sentía miedo e inseguridad con irme a dormir, debido a que sospechaba que se repetiría lo mismo de ayer. Me recosté e intenté dormir.