La Verdad Absoluta - Libro I de la saga Reverso.

Prólogo

Un chispa activó el mecanismo de encendido de la linterna acoplada al desgastado casco dieléctrico que cubría los escasos cabellos plateados de Nerius. Tras parpadear un poco, el espectro alumbró un amplio tramo de la roca negra que formaba las paredes y el suelo de la caverna.

-¿Podemos volver? - preguntó Fabio, un muchacho que seguía a Nerius desde la retaguardia, soltando la cuerda de fibras de carbonio que utilizaron para descender al abismo Creo que he dejado algo en la barraca.

El otro extremo de la cuerda se encontraba tan arriba, que la luz tenue del exterior apenas iluminaba medio camino del descenso.

-Nos enviarán a El Disco, por tu incompetencia a la hora de mantener las manos dentro de los bolsillos de esa maldita braga. – contestó Nerius, reanudando la intensa conversación que llevaban a cabo desde hace un buen rato, y que interrumpieron justo antes de atravesar el escabroso umbral de la cueva.

-¿Que tan malo puede ser El Disco? – replicó Fabio, quien ya tenía la linterna de su casco encendida, mientras intentaba limpiar su mono de cuero sintético, el cual lucía sucio de forma natural. – Al menos nuestro sueldo es real, en áureos... y consumiríamos alimento orgánico en vez de esa masa porosa e incolora que me provoca pesadillas. Además, un poco de fama en la arena tampoco viene mal.

-¿Y con qué vas a luchar?, ¿con la panza? - Nerius soltó un resoplido con los labios para acentuar su intención de burlarse del chico de mejillas abultadas.

Un rastro de aceite amarillento y brillante, característico del fusel refinado, formaba una estela en el suelo que se adentraba en las profundidades de la cavidad subterránea. La luz que emitía la sustancia por si sola hacia contraste con la roca bruna.

-Prefiero cumplir una condena allá, que en este agujero. – aseguró Fabio.

Nerius intentó disuadir al chico de no entrar allí, desde que le pilló escabulléndose por una de las ventanas laterales de la barraca común.

-Venga, viejo. Encontramos ese trasto y nos largamos. – sugirió Fabio.

Nerius Loh'gerd era uno de los obreros más experimentados de la colonia minera, Galatos Fern. Por otra parte, Fabio, un joven de mejillas abultadas, no ostentaba un nombre patrónico; los nombres posteriores que se heredaban directamente del grupo familiar. Fabio era apenas un muchacho inmaduro cuando se conocieron, un Portador Exileno enviado a la colonia para llevar a cabo su reformación como ex-convicto. Eventualmente, Nerius se convirtió en su mentor reticente, quizás porque Fabio tenía la pinta de ser cualquier cosa menos un delincuente.

Toda una vida trabajando en las minas de zarqún, un mineral de cristal purpúreo y polimórfico, había dibujado una marca de resignación imborrable en los deseos y aspiraciones del viejo supervisor. Sin embargo, a pesar de los progresos que demostraba el chico estando bajo su guía, Nerius nunca pudo disuadirle de una única cosa: Fabio deseaba con ansias inmesurables poder escapar algún día del planeta y comenzar una nueva vida más allá del Espacio de la FPI. Una vez allí, su pasado criminal sería, a efectos prácticos, olvidado. Pero alcanzar la frontera con El Anillo de Cauldrom era considerado sumamente difícil, sino imposible.

-Debería delatarte con el capataz, es mi deber como supervisor... – dijo Nerius, iniciando su sermón respectivo – Por más que intento cubrir tu comportamiento, no puedes evitar hacerlo todo cada vez más difícil.

-¡Te dije que no lo tocaras! – dijo Fabio claramente fatigado, pues llevaban discutiendo todo el día y el cansancio hacia mella en su capacidad de réplica. – Lo necesito para comprar un pasaje a Atlas.

-¿Todavía andas con esa tontería de viajar al Sistema Capitolio? - exclamó Nerius.

-Yo no quiero vivir en una colonia minera hasta convertirme en un solitario saco de arrugas andante –, confesó Fabio bruscamente.

Casi al instante, el joven se arrepintió de revelar parte de sus planes.

-¡Tú... no conoces nada sobre mi, muchacho idiota! – Nerius dejó escapar un graznido de frustración mientras apretaba sus puños, intentando retener las ganas de golpear al chico.

La linterna del casco de Nerius parpadeó por un instante, pero volvió a la normalidad tras un fuerte golpe propinado por sus manos enguantadas.

-Lo siento –, balbuceó Fabio.

-Solo, deja de buscar problemas...

Un estruendo interrumpió la conversación. Fabio sintió como el suelo se sacudió durante unos pocos segundos. Inmediatamente, el viejo Nerius notó la expresión de horror en el rostro del joven.

-¡Venga! – exclamó – ¡Nos movemos!

Fabio intentó disimular su miedo por los movimientos telúricos consecuentes de la explotación minera y, a regañadientes, apresuró el paso. No pasó mucho tiempo antes de que ambos se toparan con un arco rocoso que hacia de entrada a una recámara más amplia. Justo delante, el pequeño droide explorador que buscaban, yacía destartalado en el suelo, en medio de un gran charco resplandeciente de fusel refinado.




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