Los cubos de hielo flotaban uno sobre el otro dentro de la gran tina de baño. Mi mano ardía aun por la herida de la cual extrajeron la sangre para la llave. Seth aún estaba trabajando en eso. Abby, Sebastian y yo permanecíamos en esa habitación iluminada tan solo por un foco, cuya luz se reflejaba en el agua de la bañera.
— ¿Podrías repetirme lo que debo hacer?
Abby era quien se encontraba más tranquila a comparación de nosotros. Parecía muy segura de todo esto y era muy obvio que fuese así, ella había preparado todo y había dado la idea. Además, ella no sería quien se sumergiría en agua casi congelada hasta morir. Porque ese era el plan y yo había aceptado sin dudar en ningún momento. Podría decirse que yo también confiaba en ella.
—Debes beber esta poción y luego, Sebastian te sumergirá en esta tina con hielo. Congelarse es algo parecido a morir en cierto modo y planeábamos atravesarte con una espada. Pero, no estábamos seguros de que funcionaria, así que descartamos la idea.
—Alentadoras palabras, Abigail. –Volví a concentrarme en la tina con hielo. Sabía que era un acto totalmente suicida, pero debía hacerlo- ¿Cuántas probabilidades hay de que luego de esto recupere mis poderes?
—Seth y yo estamos muy seguros de que funcionara y nosotros rara vez nos equivocamos.
Sus palabras solo alimentaban aún más esa vocecita en mi cabeza que me gritaba ‘’ ¡Sal de ahí! ‘’. Pero, solo la hice a un lado y continué con el plan establecido. Bebí ese líquido burbujeante de color verde y entré en la tina. En pocos segundos ya no lograba sentir mis dedos, más bien la mitad de mi cuerpo y el frio se extendía cada vez más.
—Recuerda que no puedes permanecer ahí por mucho tiempo o no podremos revivirte.
—¿Y cómo sabré qué al fin lo logre?
—Tú lo sabrás. Solo presta atención a tu alrededor.
Asentí con mi cabeza y me senté con cuidado en la tina con el agua fría. Llevaba ropa puesta, pero aun así no era suficiente. Tome todo el aire que mis pulmones me permitieron y le hice una señal a Sebastian para que me sumergiera en la tina. No hizo falta mucho tiempo para que empezara a sentir la ausencia del aire en mis pulmones, sentía como estos se contraían en mi pecho y libere el aire hasta que ya no pude más, tragando un poco de agua y atragantándome con ella. Quería abrir mis ojos a pesar de que entrara agua en ellos y luego ardieran. Quería salir de ahí y tomar aire, aire fresco. No tarde mucho en salir bruscamente del agua y tomar una profunda bocanada de aire, llenando mis pulmones. Pase mis manos por mi rostro y abrí los ojos buscando a Sebastian o a alguien conocido. Pero, como era de esperarse no había nadie más que paredes blancas y silencio total.
Empezar a recorrer el lugar fue la primera cosa que hice. Podía escuchar mis pensamientos con claridad, como si hablara en voz alta con la ayuda de un megáfono para resaltar ese horrible y estruendoso eco. No estaba seguro de cuánto tiempo llevaba caminando por ese pasillo sin fin, solo habían puertas de maderas ubicadas sobre un gran fondo blanco. Algunas se encontraban abiertas o entreabiertas, no había ninguna cerrada, al menos entre todas las que había visto hasta ese momento.
—¡Daniel!… Daniel, aquí.
Esa voz no parecía venir desde el interior de mi cabeza, más bien se escuchaba con mucha claridad, como si viniera de ese mismo lugar, de una de esas habitaciones más bien. Me acerque solo a aquellas que tenían la puerta abierta, pero algunas estaban vacías. No fue necesario que siguiera buscando, ya que la misma voz me guio hasta el lugar de donde provenía.
—¿No te parece que es todo un amor, Jackson?
Me sentí estúpido ´por un momento, debí haber reconocido esa voz desde un principio. Clarisse tenía a un niño en brazos, aproximadamente un año de edad y podía apostar a que ese niño era yo.
—Claro que lo es –Una ligera sonrisa se formó en los labios de mi padre mientras alborotaba mi cabello con su mano.
La imagen se congelo de inmediato dando paso a una nueva voz que provenía de una habitación casi al fondo del pasillo. Me dirigí hacia ahí de inmediato, deteniéndome a ver esa escena. Dos pequeños niños de 9 años caminando por la acera repleta de hojas caídas y secas, uno con un disfraz de pirata y otro con uno de Drácula, mientras contaban sus dulces y peleaban por quien tenía más. El padre de Nick era el intermediario en toda la discusión.
Recordaba todo lo que veía en esas puertas, era más que obvio que eran todos mis recuerdos y seguramente, las puertas entrecerradas eran algunos que aún no recordaba por completo. Recuerdos reprimidos que fueron abiertos después de que Isabel me ayudara con ellos en su casa. Una extraña melancolía me invadió con solo recordar a Isabel. Seguramente habría algún recuerdo con ella entre todas estas puertas. Me obligué a dejar el pensamiento de lado y a continuar con mi camino. Me acerqué a una de esas puertas y la empujé con fuerza hasta abrirla por completo.