Es sábado por la mañana, papá nos despierta temprano cuando empieza a romper botellas de licor en el fregadero.
Llego a la cocina antes de que haga más destrozos, le pongo unas tiritas en los pequeños cortes de las manos y finalmente lo ayudo a llegar a la cama de nuevo.
Amy me sigue en todo el proceso con expresión triste, como si quisiera ayudar, pero no supiera como hacerlo.
En un intento de deshacerme de los sentimientos tan oscuros que me produce ver así a mi padre y a mi hermana, decido llevar a Amy a comprar por fin su bolso nuevo y luego la llevo a casa de una amiga para que pase el día lejos de esta miseria, finalmente limpio el desastre de papá y luego me siento a leer.
No pasa mucho tiempo antes de que me quede dormida de nuevo.
Me despierto un poco más tarde por un fuerte golpe en la puerta, completamente desorientada. Dos preguntas rondan mi mente...
¿Qué hora es?
¿Y quién toca tan fuerte?
Abro la puerta y me encuentro con una Megan muy bien vestida como siempre y con un gran bolso, por lo visto lista para salir.
— ¿Quién duerme un sábado en la noche tan temprano? —Es lo primero que dice cuando entra.
— ¿Alguien que tiene dos trabajos, clases toda la semana y dos niñas a su cargo? —respondo con sarcasmo.
— ¿Y por qué tienes tan mal aspecto? —Vuelve a preguntar como si yo no hubiera dicho nada y entra a la casa.
—No esta vez Megan, por favor. Ni siquiera tengo dinero y lo sabes. —Me dirijo al sofá y me acurruco en él.
Sin embargo sé que solo estoy alargando lo inevitable y que cualquier excusa que diga es inútil, Megan es imposible cuando se trata de “un poco de diversión” según ella.
—No vine aquí a pedirte dinero. —Se acerca a mí y me coloca en los brazos un vestido negro que no me había dado cuenta que también tenía en la mano.
— ¿Y Amy? —Intento como excusa.
—Me dijiste que hoy se quedaba en casa de una amiga así que esa excusa no te sirve. —Se detiene y me mira con cariño —Alex sé que es duro, pero también sé que esta no es la vida que querías para ti. Y yo no puedo permitir que te conviertas en una ermitaña encerrada en estas cuatro paredes lamentándote la vida que les tocó vivir a ti y a tus hermanas.
—No estaba lamentándome estaba durmiendo. Bastante falta que me hace.
—Ya deja de quejarte y ve a ponerte eso. O no, mejor ponte esto —saca un top blanco de corte bajo de su gran bolso, según lo que puedo ver, es algo que me quedará bastante ceñido y me lo lanza. —Póntelo con tus mejores pantalones y esos impresionantes tacones que hace mucho no te veo. Te vestiremos para atraer las miradas correctas. —Se detiene, me mira fijamente y hace una pequeña mueca —Aunque no sé ni para qué me esfuerzo si igual vas a apartar a todo el que se te acerque con tu actitud y la irritante manera que tienes de poner tus enormes ojos en blanco.
Definitivamente tengo que aprender a decir que no y sonar convincente.
Suspiro resignada y me levanto del sofá, Megan sonríe triunfante sabiendo que esta pelea la ganó, ella me conoce bastante bien.
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— ¿Ya puedo ponerme de pie? —Estoy comenzando a marearme por toda la sangre corriendo hacia mi cabeza. Siento como si he estado inclinada sobre mi cintura durante al menos diez minutos mientras Megan peina agresivamente los enredos de mi espeso cabello rubio.
—Casi —dice, dando algunas violentas pasadas —¡Ahí!
Me levanto moviendo mi largo cabello rubio hacia atrás y fijo mi mirada en ella.
— ¡Perfecto! —comenta alegremente. Me pasa el cepillo por el cabello unas cuantas veces más y lo retoca en algunos otros lugares, así que todavía no estaba “perfecto”.
Suspiro fuertemente, maldiciendo por haber permitido que me convenciera de esto, pero se trata de Megan y ella nunca acepta un no por respuesta.
— ¿Lista? —pregunta de repente mientras retoca su labial.
—Supongo—Me veo por primera vez en el espejo y a decir verdad me veo bastante bien. Por un breve instante me parezco a mi antigua yo, pero sin esa chispa de vida que había antes en mi mirada.
—Realmente no quiero hacer esto —le digo a Megan por enésima vez.
—Para. Nada de discutir. Lo haremos. Lo harás. Te dije que iremos a una fiesta y te lo pasarás bien siendo una estudiante universitaria normal. Piensa en ello como una especie de terapia
La verdad no sé por qué lo sigo intentando, es imposible ser miserable por mucho tiempo alrededor del rayo perpetuo de sol que es Megan.
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Beber alcohol no es algo que me quite el sueño y no es para menos si revisas mi historial familiar, a ver, mi familia es una mierda desde que alguien decidió tomar alcohol y luego manejar sin medir las consecuencias, punto.
Sin embargo aquí estoy en un club, porque que no beba no significa que no pueda salir a bailar, palabras de Megan. Entre las dos llegamos al acuerdo de que yo seré el conductor designado, así ella podrá, y sé que lo hará, beber por las dos.
El trato es perfecto para mí, porque Megan no iba a dejar de molestar con eso de que realmente me vendría bien divertirme un poco, como si yo supiera cómo hacer eso.
—Esos chicos no dejan de mirarte, ¿podrías dejar de fruncir el ceño, y mirar a uno de ellos hasta que él sepa que no va a perder el miembro por invitarte a bailar? —Dice Megan antes de tomar otro trago de su Margarita.
—No estoy frunciendo el ceño —Respondo a la vez que junto aún más mis cejas, lo que me hace ganarme una sonrisa de parte de ella.
—De acuerdo señorita-no-estoy-frunciendo-el-ceño. Bailemos solo nosotras entonces.
Aún es relativamente temprano, así que el pequeño club al que decidimos venir esta noche no está tan lleno como seguro lo estará en unas horas más.
Megan y yo nos apropiamos de una esquina de la pista casi vacía y empezamos a movernos con la música, perdiéndonos en ella gradualmente, o eso hace ella mientras yo río de sus movimientos.