EL rostro de Amy tiene marcas del sofá cuando tomo las hojas con dibujos de su pecho, sus mejillas están sonrojadas y se ve un poco sucia. Cuando hago que se levante, me pone un brazo alrededor de la cintura y empieza a caminar conmigo sin abrir sus ojos.
Bosteza y en vez de entrar a su habitación sigue de largo por el pasillo conmigo.
—¿Dónde vas, Amy?
—A tu habitación.
—No. Debes dormir en tu habitación.
Amy abre los ojos y me mira con una expresión afligida en su rostro.
—Hoy quiero dormir en tu habitación.
—¿Te has cepillado los dientes?
—Sí —responde, mirándome de arriba abajo—. Antes de quedarme dormida en el sofá.
—Muy bien —asiento, como si esa fuera razón suficiente para dejarla dormir conmigo y no porque estoy demasiado agotada para discutir.
Entonces me ve fijamente.
—Estás bastante desaliñada—me dice, sonriendo.
—Gracias.
Amy pasa una mano por mi brazo.
—Y pegajosa.
Yo hago lo mismo en su mejilla.
—Tú también.
—Y hueles a sudor.
—Tú sigue con los halagos, enana.
—Es que es verdad. Y también a café y pastel.
Va directamente a mi cama, que se encuentra desordenada desde la mañana. Con las prisas no he tenido tiempo de arreglarla. Se mete y me mira mientras me quito la ropa y busco una toalla para ir a darme un baño.
—¿Qué haces? —me pregunta Amy.
—Juego —digo mientras me dirijo a la puerta.
—¿Te vas?
Me detengo. Hay algo en su tono
—Solo voy a ducharme. No quiero meterme en la cama oliendo a sudor y café
—¿Puedo ir contigo?
—¿Al baño?
—Es que no quiero estar sola.
—No tardaré mucho, lo prometo.
El reloj marca las once y media. Mañana por la mañana será un problema despertarla. Me lanza una mirada suplicante, pero no insiste.
Me doy la ducha más corta de la historia, el tiempo suficiente para enjabonarme por todas partes y aclararme. Luego me quedo un momento de pie contra la pared de la ducha, permitiendo que la corriente de agua caiga sobre mi cara. Me gustaría atravesarla, desaparecer en ella, desintegrarme y no volver nunca. Es más fácil convencerme de que no estoy llorando cuando la mayoría de lo que me cae por las mejillas es agua.
Cuando regreso al cuarto, veo a Amy dormida, los ojos cerrados y la boca abierta. Me acuesto y me acurruco a su alrededor, ella apoya la cabeza en mi brazo y la aprieto muy fuerte.
A estas alturas no sé quién de las dos tiene más miedo a estar sola.
*************
Me despierto en medio de la noche, goteando sudor, incapaz de decir donde diablos estoy. Me incorporo, parpadeando en torno a la oscuridad, aferrándome a las sabanas, jadeando febrilmente tratando de sacudirme el sueño.
—Alex es mamá —dice Amy —Es mamá, es mamá, es mamá.
Mi cuerpo tiembla, mi mente está en blanco y mis sentimientos parece que se han ido. No siento nada, solo puedo ver el cuerpo que yace en el suelo cubierto con una manta. Las lágrimas empiezan a manchar mi cara. Allí está su mano sin vida con su hermoso anillo sobresaliendo de la sabana que la cubre.
—Es mamá, es mamá, es mamá.
Es un sueño recurrente, aunque hacía tiempo no lo tenía. Ver a mamá de nuevo el día del accidente es una imagen que me perseguirá por el resto de mi vida.
—¿Alex, estas bien? —Oigo a una vocecita preguntar —¿Por qué gritabas?
Amy está parada en la puerta de mi habitación con el cabello despeinado y su cada vez más pequeño piyama mostrando parte de su abdomen.
—Estoy bien, solo fue un mal sueño —Amy no parece convencida así que fuerzo una sonrisa. —¿Qué haces levantada?
—Papá salió, creo que se terminó su vodka.
—Dios, ¿Tan pronto?
Cubro mi rostro con mis manos agotada de todo.
—Vuelve a la cama Amy. Papá sabrá cuidarse solo.
Amy asiente y vuelve a subirse a mi cama cabizbaja y evidentemente tan agotada como yo de esto.
****************
Una semana completamente ocupada y un par de incidentes más con papá y el fin de semana llega.
No paro de trabajar durante todo el día, tareas, informes para el trabajo, limpiar la casa, lavar la ropa, pasar tiempo con Amy y la lista sigue y sigue. Cuando Megan llega por Amy y yo empiezo a prepararme para mi cita con Eider, es cuando descubro una cosa:
Las citas dan muchísimo trabajo, aun si no han empezado.
Me ducho dos veces, me cambio de ropa cuatro, me arrepiento de haber aceptado salir con él unas diez veces y miro la hora otra otras mil.
Aún falta un par de horas para que llegué Eider y la verdad ya no sé qué hacer. Ya salimos una vez ¿por qué estoy tan nerviosa?
Estiro las piernas y apoyo los pies en la mesita de café que tengo enfrente.
Hoy me he puesto unos jeans oscuros y una camiseta rosa y he decidido dejar mi cabello suelto porque no quiero que Eider me vea de nuevo con el cabello atado. Pero no intento impresionarlo.
Bueno, la verdad es que quiero impresionarlo.
Un poco.
Tomo el libro que he estado leyendo y trato de concentrarme en la historia, pero me tiembla la pierna y no puedo estarme quieta, por lo que no consigo concentrarme. Leo la misma página tres veces seguidas antes de darme por vencida y lanzar el libro a la mesita de café, luego echo la cabeza hacia atrás. Miro al techo. Después a la pared que se está desconchando, ojalá tuviera para pintar un poco. Luego miro los dedos de mis pies, y me pregunto si debería pintarme las uñas.
Me estoy volviendo loca.
Finalmente tocan la puerta y antes de llegar a ella escucho a mi padre refunfuñar, corro a agarrar mi bolso y salir antes de que salga de su habitación. Abro la puerta y allí está Eider, tan impresionante como siempre. Me quedo sin respiración momentáneamente.