— Vamos, ya es hora de irnos.
— Lo sé, sólo quiero ver una noche más la ciudad. — respiró y vio la ciudad desde la punta de la catedral.
— ¿Ya?
— No sabes que es lo que se siente pertenecer a un lugar y después debas de irte. Un lugar donde por fin te sientes cómodo, dónde empiezas una nueva vida. En un año hice amigos, conocí a mí mejor amiga y sabés, me debo ir por culpa de mis mentiras — Suspiró, las lágrimas estaban al borde de sus ojos. — Duele irse de un lugar llamado hogar, dónde eres normal.
— ¿Normal? Nunca fuimos normales, mírate. Te has alimentado de tres humanos. No somos normales Adriana. — se sentó a su lado.
— Es hora — se levantó. — No es hora de ser melancólico.
— Esa es la Adriana que conozco.
— ¿Listo? Debemos viajar hasta Tijuana, y de ahí a Los Angeles ... Nuestro destino es Nueva York. Ahí nos separamos.
— Tienes todo planeado...
— Por supuesto. — suspiro y lo vio a la cara.
— ¿A dónde irás, después de New York?
— Eso no te importa, vamos antes de que sea más tarde. — Se tiró de la catedral para transformarse en vampiro.
Él se unió a su vuelo, iba tras ella pero al poco tiempo le dió alcance.— Debemos ser rápidos si queremos que el cazador no nos siga. — estaba a su lado.
— Lo sé, por eso mueve esas alas.
— Mandona. — se rió.
Ambos se perdieron en el cielo, ese noche sería pesada. Las nubes se estaban formando, era eminente que una tormenta caería.
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Editado: 16.02.2020