La vida sucede (lih #1)

Capítulo 30: Frágil como un cristal.

Lexie dobló para entrar al barrio en el que vivía la familia de Nick y a Maddie le comenzó a parecer conocido; lo que casi la hace caer de espalda fue ver dónde se detenían exactamente. 

—¿Qué hacemos en esta casa? —Madelaine claramente la reconocía, ¿cómo iba a olvidarla?

—Es la casa de Nick.

—¡Oh mierda! —susurró Maddie.

—¿Y a ti qué te pasa?

—Nada —respondió rápidamente y se puso sus lentes de sol en un intento patético de pasar desapercibida. 

Bajaron del auto pero Maddie le dijo que se quedaría afuera esperando lo que no sirvió de nada.

—¡Mira! Ahí está Iván.

—¿Qué? —eso no podía salir peor, claramente ese día todo estaba en su contra. 

—Hola, Lexie —saludó alegremente el chico—. ¿Cómo est…? —se interrumpió por la sorpresa de ver a la chica que la acompañaba—. ¿Lainnie?

—¿Se conocen? —claramente Alexia no se esperaba eso y los miraba perpleja—. ¿Lainnie?

—¿Qué haces acá? —ignoró completamente a su ex cuñada.

—Emm… Yo —comenzó a tartamudear pero no alcanzó a decir nada más porque apareció Mary.

—¿Qué hacen aquí afuera? —les preguntó pero al ver a Maddie se sorprendió un poco, se suponía que Iván solo la conocía de esa noche y no se esperaba volver a verla alguna vez—. Tú eres la chica que estaba la otra mañana aquí con Iván.

—¡Doble mierda! —esa vez no se molestó en susurrar y antes de que su mente pudiera controlar su boca, exclamó.

—¿Puedo saber qué es lo que pasa aquí?— preguntó Lexie perdiendo un poco la paciencia al ver que era la única que no entendía nada. 

—No se lo cuentes a Jo. 

—¿Contarle que?

—Lo que pasó aquí —dijo Maddie avergonzada y Lexie comprendió todo. 

—¿Volviste a lo de antes?

—¿A lo de antes? —preguntó Iván confuso—. ¿Maddie?

—Fue solo una vez y antes de empezar las sesiones —ella no lo escuchó e intento explicarse—, te lo juro.

—Vamos a hablar de esto el próximo martes o me veré obligada a hablar con Jo.

—Está bien, hablaré todo lo que quieras. Lo prometo.

—¿Se quedan a cenar? —preguntó Mary intentando romper la tensión. 

—No lo creo, Mary —contestó Lexie—. No queremos incomodar. 

—No es incomodar —respondió Iván demasiado sonriente—, además, sabes que te encanta la comida de mamá. 

Lexie miró a Maddie quien negaba frenéticamente con la cabeza, estaba muriendo de vergüenza y no quería que su humillación fuera más grande. 

***

Veinte minutos después, no supo cómo terminó sentada en la mesa al lado de Iván junto con la familia reunida pero había un segundo problema; aún no podía comer como una persona normal, solo en pequeñas porciones ya que debido a la desnutrición que tenía y el tiempo que llevaba sin comer, el médico al que fueron recomendó comenzar de a poco. 

—Mary —comenzó a decir Lexie—, quería preguntarte si podrías dejar a Maddie venir a tocar el piano unos días, necesita una distracción y es muy buena en eso. 

—No es necesario, Lexie —dijo la chica con la vista pegada en su comida. Se le había olvidado completamente a lo que iban. 

—Claro que puede, paso todo el día sola en esta casa, es deprimente un poco de música sería increíble. 

—No quiero incomodarla, señora.

—No incomodas, en este caso las dos salimos ganando, tú tocas y yo disfruto de la buena música. Además, creo que es una buena forma de mantener a mi hijo en casa. ¡Ah! Y no me digas señora, dime solo Mary.

—No sabe si tocó bien, se… Mary.

—Toca como los Dioses —intervino Lexie. 

—Que no se hable más, puedes venir cuando quieras. 

—Te ganaste a mi mamá —le susurró Iván cuando la conversación se fue por otro lado.

—¿De qué hablas? 

—Si te ofrece el piano es porque ya te ama, no será para nada difícil presentarte como novia —le guiñó el ojo, dándole un vuelco al estómago de la chica. 

—No soy tu novia.

Secretos de dos, no son de Dios —Cielo interrumpió la pequeña charla, apuntándolos con el dedo. 

—Cielo tiene razón. Si ya terminaron por qué no la llevas al piano para que lo vea —recomendó Mary.

—Lainnie aún no termina —respondió Iván apuntando al plato de la chica, casi idéntico a cómo se lo sirvieron. 

—La verdad sí terminé. 

—¿No te gustó la comida? Tengo algo más preparado, te lo puedo traer.

—No, estaba delicioso. Es solo que yo… tengo algunos problemas y no puedo…

—Suficiente. 

Iván la tomó de la mano y la sacó del comedor, rápidamente la llevó a la habitación donde estaba el piano. Maddie quedó tan maravillada con el instrumento que no alcanzó a darse cuenta de lo que planeaba hacer Iván hasta que sintió sus labios atrapando los suyos. No reaccionó enseguida, pero luego continúo con el beso. Se besaron cómo si lo hubiesen estado esperando desde que ella salió de su habitación aquella mañana, como si lo estuviesen ansiando hacía mucho tiempo.

—Así que Maddie, ¿eh? —preguntó él una vez separados. 

—No te he mentido, me llamo Madelaine. Maddie o Lainnie, da igual el apodo. 

—Solo me dijiste el que nadie utiliza, ¿verdad?

—La próxima vez que me beses, te llevarás una buena patada en la entrepierna —amenazó la joven, sin querer explicar lo que significaba para ella el nombre Lainnie—. ¡Y no me mires así!

—¿Así cómo? —él se comenzó a acercar nuevamente. 

—¡Como si me hubieses visto desnuda! 

—Bueno —Iván soltó una carcajada—, eso va a ser difícil, porque sí que te vi…

—No, no lo digas. 

Él no dijo nada más, tomó la cara de la chica con ambas manos y la volvió a besar, no creía en la amenaza hasta que sintió la patada. Maddie era de esas mujeres que cumplían lo que decía. 

—Serás la culpable de que no tengamos descendencia —aun con el dolor, no dejaba de bromear lo que hizo a Maddie sonreír. 

Lo dejó y se sentó frente al piano, comenzó a tocar una de las piezas que recordaba mientras el chico seguía encorvado intentando recuperarse del golpe. 




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