Natalie se sentía abrumada por la tristeza. Miraba en silencio el cuerpo de su esposo adornado con flores recogidas en los campos del territorio que ocupaban. Los símbolos de la manada estaban esparcidos entre las flores, mostrando lo mucho que había sido querido el alfa. El favorito de ella era un colgante con una piedra azul que colgaba de su cuello, representaba el amor de cada pareja que la Diosa Luna enlazaba en la manada. Era el colgante que Xander portaba cuando se conocieron.
La garganta de Natalie se atoró con un nudo provocado por las lágrimas. Solo habían pasado tres días y ya se sentía perdida sin su otra mitad. Él había sido todo para ella hasta que llegaron sus hijos.
Cerró los ojos recordando el pasado. A su mente llegaron imágenes del instante en el cual ella y su esposo se conocieron. Había sido un día como aquel, de mucho sol. Ella se escondía de su madre y había entrado al bosque huyendo de la visita de un hombre con el cual su familia quería casarla. Cuando entró a aquella arboleda, no creyó que encontraría al amor de su vida.
Mientras corría por entre los árboles, chocó contra un hombre medio desnudo que gruñía como un lobo.
Descubrir la existencia de criaturas sobrenaturales había sido una sorpresa enorme. En su inocencia, pensaba que los habitantes de la pequeña ciudad donde vivía se referían a la manada Luna Salvaje como monstruos, solo porque ocupaban un territorio extenso al cual le prohibían la entrada a extraños. Eran envidiados por las riquezas que poseían.
Desde el primer instante que la vio, Xander la reconoció como su Luna. No dejó de perseguirla hasta que ella lo aceptó y se fue a vivir con él, para consternación de su madre, que supuso que se había ganado la lotería por la posición de poder que él tenía. Serena Hancock se llevó una decepción cuando se le comunicó que ella no era bienvenida. La pésima actitud que tenía con su hija la vetaba como un integrante de la manada.
Ella no se había arrepentido ni un segundo de unirse a él. A su lado habían sucedido las mejores cosas de su vida, le dio un propósito. A pesar de la reticencia de los miembros del clan porque era humana, la aceptaron cuando tuvieron a su primer hijo. Su pequeña Grace se había robado el corazón de todos.
Abrió los ojos regresando al presente cuando su hijo Shane le pasó los brazos por la cintura en un abrazo apretado.
—Esteremos bien, mamá, nosotros te vamos a proteger. —las palabras de su hijo le hicieron derramar las lágrimas que se negaban a salir.
Con quince años, Shane era muy maduro para su edad. Estaba segura de que sería un gran apoyo para su hermana cuando Grace tomara el liderazgo de la manada. Cosa que iba a ocurrir en el instante que cumpliera la mayoría de edad.
—¿Papá ya no nos va a cuidar?
La vocecita de Allyn, su pequeña de cuatro años, le hizo doler el corazón. La niña no entendía la muerte y porque Xander ya no estaría con ellos.
Natalie la levantó en brazos y escondió el rostro en sus rizos negros. No se sentía en condiciones de explicarle con detalles lo que había sucedido. A pesar de ello, estaba consciente que tenía que hacerlo; sin embargo, no sería en ese instante, la ceremonia no había terminado.
Los cánticos ceremoniales y la música tradicional añadían una atmósfera de solemnidad que elevaban la tristeza que todos sentían. Los cantos eran tan emotivos que los miembros de la manada, que estaban reunidos alrededor del cuerpo, lloraban. Todos estaban rindiendo sus respetos al alfa más querido hasta ese momento. Los mayores permanecían en silencio con las cabezas bajas con aspecto sombrío y abatido.
Natalie sabía que la incertidumbre se había apoderado de todos. A Grace todavía le faltaba un año para poder hacerse cargo de la manada. Mientras tanto, ella tendría que llevar el liderazgo y no todos estaban contentos con que una humana los guiara.
En su interior, agradeció que Jaggar, el tío de su esposo, diera el discurso final. Como su suegro había fallecido hacía unos años, Jaggar estaba ocupando su lugar. Cuando terminó de hablar, colocaron en un ataúd el cuerpo de Xander, la explosión que acabó con su vida lo dejó tan irreconocible, que, para no asustar a los más pequeños, lo envolvieron en una manta con los colores del clan. El alfa iba a ser enterrado en un lugar sagrado, estaría en un lugar de honor junto a su padre.
Natalie caminó rodeada de sus hijos detrás del ataúd, mientras que el resto de la familia y miembros de la manada caminaban detrás de ellos. Si no tuviera el apoyo de sus retoños, sabía que no hubiera sido capaz de llegar al final de la ceremonia. Ver como bajaban el féretro agrietó más su corazón.
Cuando sus hijos se apartaron de ella para recibir las muestras de condolencia, Brogan, el su cuñado, se acercó a ella. Pensó que él le diría cuanto sentía la muerte de su hermano, sin embargo, sus palabras fueron algo que no esperó nunca.
—Creo que lo mejor para ti es que te unas a mí. Sola no podrás llevar la manada.
—¿De qué hablas?, soy tu cuñada, mi esposo acaba de ser enterrado.
—La mayoría está opinando en que no eres fuerte. No eres de nuestra especie, nos sabrás cubrir nuestras necesidades. Soy yo, o tu hija no podrá tomar el mando cuando tenga la edad suficiente.
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Editado: 28.08.2023