La voz

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El Libro del Conocimiento. Así era llamado el libro negro de aspecto siniestro que yacía abierto por la primea página en medio de los Elegidos. Era un libro antiquísimo, planeado desde el momento que nació la idea de encerrar a los desalmados como única forma de neutralizar sus monstruosos poderes. Únicamente el encierro podía frenarlos.

Los desalmados no morían.

Este libro fue pensado ante la remota posibilidad de que un desalmado lograra escapar de su prisión. Si alguna vez un desalmado escapaba de su encierro, el Libro del Conocimiento cobraría forma material en algún asentamiento humano.

Claro que, agobiados por la cruenta lucha que libraban, no pensaron en que el idioma no sería el mismo en las eras venideras.

Así pues, el Libro cobró existencia hace veinte años, cuando Elliam, ayudado por María Solomon, logró escapar, si bien no de forma completa, de su vetusta prisión. Poco después, el astuto antiguo había encontrado el libro e hizo que su aliada (marioneta) lo recobrara, engañándola con la falsa promesa de que era un poderoso manual de hechicería.

Lo cierto era que María Solomon nunca leyó el libro como creía hacerlo; siempre fue Elliam haciéndola ver lo que a él le convenía.

El Libro del Conocimiento no era tanto un manual de hechizos, como un libro de historia, que contaba a grandes rasgos lo acontecido en la época en que los desalmados copaban la tierra; la forma o rituales mediante los cuales podían volver al mundo material y cobrar fuerza, y los sortilegios para evitar que sucediera.

Todo esto Cristian lo supo antes de que la tapa del libro, sin que nadie la moviera, se abriera para dejar a la vista la primera página. El abnegado con el que compartía su mente empezó a leer. Cristian no leía el libro, captaba la traducción en su mente, y desde su mente, los demás.

Fue de esa manera que supieron que al principio (y mientras conocían tenían visiones fugaces y vívidas, a veces hermosas y las más de las veces, aterradoras, de aquello de lo que se enteraban) los desalmados eran humanos con ciertos poderes, como muchos otros, cuando el brío de la creación aún no se apagaba y muchos eran tocados por él. Eran humanos débiles de mente, ambiciosos, rencorosos, envidiosos, que empezaron a experimentar con artes prohibidas.

Se sucedieron cientos de años de experimentos, fracasos, pequeños logros, y decapitaciones al ser descubiertos, hasta que alguien de nombre EzRal descubrió que se podía aprovechar la esencia de los demás humanos para muchas cosas. El alma era poder, era brío de la creación, brío que podía ser aprovechado por aquellos que fueron tocados con un poco más de brío.

Robar un alma era inhumano, castigado con una muerte rápida en el mejor de los casos. Pero eso no detuvo a los ambiciosos. EzRal murió tras un siglo de torturas y sufrimientos. Pese a ello, había sentado precedentes, y la práctica de esas artes detestables entró en auge.

A medida que los experimentos continuaban, se descubrían más y más usos para el alma humana. Se podía usar para alargar la vida, para incrementar el poder, para realizar complicados rituales y un sinfín de cosas más, a cual más detestable que la anterior.

Los experimentos llevaron a descubrir a estas simientes de desalmados que, según el estado emocional del humano antes de morir, el brío tenía distintas cualidades. Pronto se hizo popular el brío aterrado, aquel humano que moría con el peor de los miedos. Era el brío que más se aprovechaba para sus egoístas planes.

Así empezaron a surgir los desalmados, magos sin escrúpulos ni corazón. Se les empezó a llamar desalmados, aunque curiosamente, eran los que más almas poseían.

Estos desalmados pronto no se conformaron con uno o dos humanos, sino que empezaron a sacrificar a decenas, a cientos, a miles, y a casi todos los aterrorizaban hasta el paroxismo antes de asesinarlos y tomar ese brío tan anhelado.

Los desalmados desataron un caos de horror en el mundo. Se hicieron poderosos, tan poderosos que amenazaban con romper el precario equilibrio del poder. Habían absorbido tanto brío que eran casi invencibles e inmortales. Nadie les podía hacer frente, a no ser otro de sus congéneres.

Cuando dos de estos poderosos monstruos se encontraban y llegaban a luchar, sus fuerzas devastaban regiones enteras. Los más débiles morían a veces, y su brío, multiplicado por las almas absorbidas, era tomado por el vencedor para hacerse todavía más fuerte. Pero los riesgos eran muchos, así que se repartieron el mundo y dejaron de inmiscuirse en los asuntos de los otros.

En definitiva, el mundo sería arrasado.

Pero existe en el mundo, en todo lo que es, un algo, una esencia, una fuerza, indefinible para la pequeña mente del hombre. Una definición aproximada de esa esencia, y que aun así queda lejos de la realidad, es la que se hace cuando se le denomina equilibrio.

Este equilibrio funciona casi como una ley natural, similar a la lluvia que contrarresta un incendio.

Cobró forma en las personas de los abnegados, que, sin quererlo, apenas sabiéndolo, nació en ellos la voluntad de unirse y formar una coalición para enfrentarse a los desalmados. Aun cuando encerraron a los desalmados y entregaron sus vidas y almas para mantenerlos en prisión, no estuvieron seguros de que la idea de hacer tales sacrificios proviniera enteramente de su voluntad.




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