El vasto Reino de Turízia, bañado en la perpetua luz de las Lunas Gemelas, era un lugar de maravilla y magia. Sus tierras, desde las imponentes Montañas Daam hasta el etéreo Mar Susurrante, resplandecían con una belleza sobrenatural, un testimonio de la bendición de Selenea y Lunaria, las deidades lunares.
En una modesta cabaña a orillas del Bosque Susurro, vivía Radina, una joven con cabello tan oscuro como la noche más profunda y ojos que reflejaban los matices de las lunas. Desde su infancia, Radina ha poseído un don especial: su voz. Cuando cantaba, las flores se inclinaban para escucharla, y las heridas, tanto del cuerpo como del alma, comenzaban a sanar. Pero también sabía que su canto, si se usaba incorrectamente, tenía el poder de destruir. Por eso, guardaba su don en secreto, cantando solo para el bosque y sus criaturas.
Un día, mientras Radina cantaba junto a un arroyo, su voz fue llevada por el viento hasta los oídos de un joven que montaba a caballo cerca del bosque. Era Darrent, el príncipe de Turízia, con cabello dorado como los rayos del amanecer y una mirada de profundo azul que guardaba los secretos del reino. Fascinado por la melodía, Darrent siguió la voz hasta su origen y encontró a Radina. Sus ojos se encontraron, y en ese breve momento, un vínculo inquebrantable se formó entre ellos.
Sin embargo, ese encuentro fortuito no fue mero azar. Las sombras se agitaban en Turízia, y el destino había entrelazado las vidas de Radina y Darrent, marcando el comienzo de una historia de amor, magia y traición.