Día del asesinato de Hailey:
No había hecho otra cosa durante estos días diferente a esperar la muerte de Hailey. Planeé todo al más mínimo detalle. El objeto protagonista serían las agujas reguardadas en el bolsillo trasero de mis pantalones. La fiesta que el objetivo #11 preparó la escogí de escenario (obviamente la apartaría del gentío para realizar mi cometido). Entraría versión masculina y saldría femenina. Llevaría un abrigo reversible con colores negro y blanco. También utilizaría el colgante de cisnes para ponérmelo luego de terminar, cambiando completamente el aspecto mío cuando lo combinaba con los otros arreglos. Como siempre, mantendría perfil bajo y solitario, evitando relacionarme con alguien.
Visto desde fuera tenía 0 oportunidades de perder. Debería participar en algún reality show sobre crímenes perfectos, aunque el homicidio se considera delito. Realmente prefiero ser desconocida.
Emprendí el viaje al lugar de la fiesta, su casa, caminando. Fueron más de 100 000 pasos; jamás me agoté, beneficio del ejercicio. Ubiqué el lugar exacto de la celebración gracias a los exagerados gritos. La asistencia de los "valientes" sin miedo a los rumores (confirmados por una anónima, yo) nunca faltó. La intimidante fogata digna de universitarios no encajaba, puesto que éramos de preparatoria (las definiciones de entretenimiento de Hailey eran exageradas). Chicos inmaduros corriendo, casi desnudos, bastaron para sentirme decepcionada de la generación actual. Las chicas bailaban unas pegadas a las otras mientras bebían. Estaba formado el grupo de drogadictos metiéndose cocaína y heroína. Festivales de hormonas ocurrían dentro del bosque. El bullicio alrededor de la zona provocaba dolores de cabeza. Choques de botellas, gemidos y voces altas resaltaban la estupidez de quienes se atrevían a venir sin pertenecer a tal ambiente. En fin, tenía delante el mayor desastre de fiesta cuya anfitriona alguna vez creí mi amiga.
Puesto que mis gestos parecían de hombre no lidié con enfermos depravados. Tampoco confronté las obsesionadas jóvenes de fuckboys o malas influencias. Mi aura hacía bien el trabajo de alejar. No sabía si fuera algo de lo cual sentirse orgullosa, pero acorde al sitio podría jactarme horas enteras.
Me adentré en la casa solo para encontrar a Hailey acostada sobre la mesa, sirviendo chupitos desde su ombligo. ¿Quién diría que la verdadera personalidad de esa perra estuvo oculta tanto tiempo? Juntas nunca hubo manifestación de lo mucho que fingió. Reunidas los temas de conversación siempre fueron estudios y bromas; cuestiones alocadas o chicos las evitábamos hasta la llegada de Aaron Hall. Aaron Hall era el novio de Hailey. Fue lo mejor en su puta vida, lástima que no en la de él. Lo engañó justamente el "día fatídico". Ahora los perdió a los dos, su novio y su amante; aunque ella los olvidó según demandaban mis sorprendidos ojos.
¿Cómo la llevaría si estaba ocupada?Una palabra: llamada. Las formas de simular un número desconocido podían aprenderse perfectamente desde Internet. Yo descargué una aplicación intermediaria; controlando el tráfico de información efectuaría la curiosa maniobra. Para el tema de la voz solo sujetando un pañuelo cerca del móvil distorsionaba el tono, agravándolo.
Sabiendo la localización de Hailey salí de aquel infierno. Estiré la ropa, pues el frío habitual traído del viento hacía actos peligrosos golpeándola, haciéndome castañear los dientes.
«¿Cuándo?» terció la conciencia dando fin a la batalla entre la temperatura y sus resultados.
Ahora.
Programé el móvil muchas horas atrás, así la llamada tendría menos expectativas. Hailey atendió luego del tercer timbre, probando la estupidez dentro del maní que tenía de cerebro. Cayó redonda al hoyo.
—Hola— emitió alegre e incluso rastros de la embriaguez teñían el saludo.
Alcohólicos innatos tendrían más posibilidades de defenderse. Balbuceaba incoherencias que milagrosamente entendí.
—Hailey, es Aaron. Estoy arrepentido. Quiero volver.—la tela ayudaba disfrazando todo lo dicho.
Esas palabras llegaron traspasando la fachada. Aproveché la entrada presionando con sal las heridas de los sentimientos ocultados tras armaduras. Durante las clases de cuatro semanas enteras ambos (Hailey y Aaron) se miraban como... anhelando al otro, quizás la imbecilidad humana no tenía límites. Hailey transmitía la sensación de reconocer la pérdida de algo valioso, a diferencia de Aaron reflejando desencanto. Los sentimientos servían como juego entretenido.
—Aaron. Por favor. Dime qué hago. Te extraño.— confesó entrecortadamente.
—Te ví. Entré a la fiesta. Esperaba... que pudiésemos hablar sobre el punto en que nos encontramos.— afirmé aparentando dolor. También dí a entender añoranza.
Oh sí, ella rogaría bastante, lo sé. La rebajaría de su nivel, ríendome en cada oportunidad. El talón de Hailey fue fácil de descubrir. Las señales fueron tan claras que me ubicaba jugando al ajedrez contra un inexperto.
—¿Estás aquí?— preguntó y casi escuché el nudo de su garganta. Juraría que estaba a punto de sollozar un poco.
Debía terminar esto ya. Si permitía llegar a otros puntos me haría difícil manipularla, por no contar el cambio de voz o la poca dignidad del supuesto joven.
—S-sí. Estoy rodeado de arbustos. Ven.—exigí.
—Está bien.
—Te espero— concluí yo colgando.
Así la llevé a las garras del león más feroz: la muerte.
Los segundos se hicieron minutos. Tosí un poco, porque los cambios climáticos del lugar cobraban facturas págandola mi salud. Cuando llegara a la casa trataría el problema con Interferón.
Y ahí, tambaléandose la encontré...
Confirmé su pérdida del equilibrio cuando cayó espontánea. Borracha hasta la médula. Incluso la lástima de la parte todavía humana de mí quería arreglarla, reformarla, enmendarla. La parte humana de mí la tenía reservada Verónica; esa necesidad de proteger o ayudar tenía la letra V. Tomé las agujas y las coloqué una a una en el cuerpo de Hailey. Tuve que sentarme en el gélido suelo, lo cual me causó unos ligeros espasmos. Dada la ebriedad del objetivo #11, el sufrimiento venidero de enterrar los filamentos profundamente nunca la alarmó. Lentamente su sangre goteaba, manchando el mini vestido azul que llevaba. La indefensa, la rota Hailey se mostraba. Las agujas erguidas daban lugar a hemorragias, volviéndola inconsciente. Abrió los ojos la última vez, y volvió a atribuirle el mérito de mi presencia a alucinaciones.
Tosí como si tuviera neumonía y escupí sangre. Los efectos de los virus tendían a ponerme de esa forma.
Supuestamente lo ocurrido debió hacer crecer las náuseas. Sentir los restos de comida cubrir mi garganta era algo que había vencido. ¿Repulsión? ¿Asco? Puede que el vocabulario de Charlotte se redujo.
Volteé el abrigo, resaltando ahora el color blanco entre la oscuridad. Los cisnes ocupaban mi cuello estilizándolo, es decir, la delgadez fue la característica ganada gracias al collar. Un pintalabios naranja posé sobre la boca, despistando aún más con mi apariencia al que me observara saliendo de aquí. Recogí el cabello en una coleta mediante una liga blanca.
Aún seguía sin descubrir pistas sobre el "C&A" ni el mechón de pelo cortado. No hubo momentos apropiados o disponibles, mucho menos cuando desaparecía el cadáver.
Saqué un pequeño frasquito que contenía alcohol de 95°. Lo esparcí por las zonas primordiales del cuerpo de Hailey, puesto que no tenía una botella. Un encendedor, con la aguja restante recién colocada dentro de él para mantenerlo prendido, arrojé. El alcohol funcionó como perfecto combustible, alzándose las llamas cual incendio forestal. Realmente el fuego nunca tocó ni un pétalo u hoja de árboles, aunque la intensidad de este revelaba otra cosa.
Decidí quedarme acompañada de las flamas que engullían a Hailey. El humo parecía un edificio, pues la altura adquirida fue más de la planeada. Por suerte la distancia era la suficiente para evitar testigos.
El olor de quemado se volvía fuerte e insoportable. Sentí calor, identificándolo de fiebre. Inhalé tanto humo que estuve al punto de desmayarme...
Y sobrepasé el punto...
JAQUE MATE.
⏳
Desperté en mi cama, con la sábana pegada. No iba a justificar pérdidas de memoria o sonambulismo. Sabía perfectamente lo último que hice: perder el conocimiento.
Un perfume masculino inundó mi nariz estando de espaldas al aroma. Inspiré nuevamente, por si me encontraba dormida y soñaba. El perfume no fue lo único que sentí; también una mano en la almohada mía confirmó la incómoda situación. Como podía mover mis piernas sin sentir dolor... la idea de violación pasó por mi mente para luego salir apenada por pensar así del desconocido, aunque aliviada. Había sido salvada a juzgar por la forma en que se esfumó la tos. Fui inyectada. El Triferón. Volvía a preguntar igual que hacía varios días: ¿Qué había pasado?
La ropa puesta era la sucia de ayer cuando levanté completamente el edredón. Ni siquiera giré la cabeza, temerosa de cualquier cosa. Los objetos punzo-cortantes fuera de mi alcance resultaron la causa de mi docilidad.
—Duerme otro rato más. Ya te explicaré—espetó la voz proveniente detrás mío.
Mis padres fueron de viaje hace tiempo y aunque dejaron sus pertenencias sabía que no estaban aquí. ¿Vivos? Tal vez. ¿Muertos? Seamos realistas, sí. Cuando los mencionaba, ya fuera mentalmente o no, los suponía vivos. Esa teoría anulaba muchas otras, que iban surgiendo en aquel momento. Ningún familiar mío podía encontrarse a mi lado... ningún familiar mío a quien recurrir.
—¿Quién eres?— farfullé. Agradecería la acción pasada del joven cuando supiera su identidad, ahora era un desconocido dentro de mi casa y cama. No es como si pudiera confiar en cualquier persona solo por UNA muestra de haberme cuidado.
Se levantó. Y ahí lo tuve enfrente...
Su altura era imponente comparándola con la mía.
Más allá del vestuario o la apariencia sentía como si acercármele pondría todo por lo que he luchado a la basura.
La capucha, la recepcionista... el tal Edzel. ¿Cómo mierda sabía de mí? ¿Cómo mierda descubrió mi hogar? ¿Qué hacía en la fiesta? ¿Cuándo cargó conmigo?
—Está bien. Será en tu orden. Al fin y al cabo soy yo el intruso—insinuó Edzel recorriendo la habitación—¿Qué prefieres saber primero? Si no quiero responderte no lo haré, tenlo en cuenta.
Ya que empezábamos tenía claro la primera interrogante.
—¿Cómo sabías de la fiesta?
Desde el principio ambos teníamos nuestros motivos. ¿Cuál era el suyo? Hailey solo invitó a los estudiantes del instituto Sedna. El pueblo es pequeño, pero las fiestas siempre habían sido privadas.
—Fue un rumor y asistí porque quería saber lo que enfrentaría cuando empezara el primer día de curso —concretó tranquilo como si se librara de un peso de sus hombros con las manos dentro del pantalón.
Entonces, iría al Sedna. ¿Cuándo el director lo incluyó? Sabía que tenía tomar calma si quería aclarar las principales dudas, pero quería asimilar cuanto pudiese.
—¿Desde hace cuánto sabes donde vivo? —solté angustiada, permitiéndole comprender mi miedo repentino.
El desconocido se sentó en la cama a mi lado. Quería tocar mis manos, aunque se lo impedí. Estaba tomando demasiada confianza a costa del favor que hizo.
—¿Por qué la asesinaste? —fueron las palabras que echaron a volar de su nido denominado boca.
Utilizó otra pregunta para desestabilizarme. Tenía experiencia. Intentaba darme rodeos para obtener algo específico.
Suerte.
—No la asesiné. Pasé por ahí, la encontré e intenté salvarla. —negaría todo. No le contaría nada. La cárcel es algo que no tendré hoy ni mañana por una boca mal entrenada en cuándo callarse. Bajé la cabeza simulando un rostro traumado y triste.—Perdí tiempo pensando. Como me expuse al humo perdí la respiración. El resto de la historia la sabes tú.
Solo expliqué porque si "Quien no la debe no la teme", entonces asumiendo normalidad hablando lo distraería. Pestañeó, imposibilitando pasar por alto los ojos marrones. El pelo castaño cobrizo le daba atractivo. Actué con bastante seguridad para ser la primera vez que interactuaba con un chico luego del coma de Verónica. Edzel en realidad era menos arisco de lo que parecía aquel día del hospital.
—¿Actuarás así? Tu abrigo te delataba. Creo que lo dejaremos por ahora.—indicó llevándose un gran fiasco.— ¿Última pregunta?
—¿En qué momento exacto llegaste a "rescatarme"?, si pudiera decirlo así—la parte de testigos inquietaba mi sistema nervioso.
Esto nunca me pasaba. Las bacterias jamás afectaban mi cuerpo en tan poco tiempo. Apenas pasaron minutos cuando esperaba a Hailey, no había forma de que reaccionara así. El único virus al que me había expuesto fue el de la venganza y ese nunca dañaba mi sistema inmunológico.
—Charlotte. Estuve siempre, desde que llamaste hasta que te caíste luego de tirar el encendedor—repuso fingiendo ser más listo. Una sonrisa arrogante pudo haber aparecido, aunque aprecié mucho que no lo hizo.
Razonando con calma esto: si hubiera querido avisar a la policía lo hubiera hecho ya y de paso evitaríamos el momento interrogatorio. El ataque iba llegando, producto del exceso de información de su parte, para su bien lo supe controlar.
—Soy el menor de tus problemas, si es lo que crees. Yo que tú me preocuparía por Elissa. Ella sabe tu secreto... o hobbie... o trabajo.—alegó y pude captar la certeza e incluso preocupación dentro de su mirada café.
Elissa... Elissa... Elissa...
Ella no era más que la chica blanco de bullying dentro del colegio. Recuerdo que algunos de mi objetivos le acosaron. Tal vez pueda perdonarla. "Tal vez" son solo dos mentiras unidas en una. Tarde o temprano acabará siendo un cuervo que yo misma creé gracias a errores. Había que terminarla.
Definitivamente las paredes tienen... además de oídos... incluso ojos.
Editado: 15.11.2020