Las horas en el reloj transcurrieron lentamente, los segundos eran eternos y mientras amanecía mas lento que nunca, bebió un vaso de té para que el sueño no terminara de vencerlo. Luego estuvo sentado con los brazos cruzados para que el frío no lo congelará y con la cabeza puesta en la pared su mirada estaba clavada fijamente hacia el lugar donde ella había sido ingresada.
Aquel día empezó con una leve lluvia que luego se convirtió en una fuerte llovizna acompañada de relámpagos. El cielo estaba gris, Juan se acerco a la ventana, algunas gotas caían en el cristal de vidrio y se deslizaban como una lagrima, en ese instante la recordó... con góticas de lluvia en sus ojitos color café… se veía hermosa, la veía triste pero fatalmente preciosa. La imagino con una sonrisa dibujada en su rostro, aunque no la había visto en ningún momento con aquella en su boca.
—Clara. —Sus labios murmuraron su nombre. Murmurarlo le transmitió paz y tranquilidad. Por un momento cerro sus ojos y se perdió en un lugar desconocido, ahí estaba ella. Reluciente, hermosa, sonriente, cálida, perfecta...
El llamado de la enfermera Daniela la cual iniciaba su turno desde muy temprano al cuidado de la pequeña Maribel, lo hizo despertar de un susto.
—Señor, ¿esta usted bien?.
De inmediato ambos se reconocieron.
—¿Usted?. Y si estoy bien.
—Si tu lo dices, solo que lo vi de manera extraña… por eso pregunto. —Dijo Daniela un poco apenada.
—Solo pensaba. —Respondió Juan con plenitud.
—Por su expresión se trataba de un bonito pensamiento y me siento culpable haberlo interrumpido.
—No pasa nada, era una tontería. —Aclaro el.
—Esta bien. —Daniela sonrió y dio media vuelta para marcharse.
—Espera. —exclamó el.
—Eres médico ¿cierto?. —Pregunto.
—Enfermera en realidad. —Respondió ella.
—Disculpa.
—¿Hay algo en lo que te puedo ayudar?. —Pregunto amablemente la chica de veinti tantos años.
Juan prosiguió a contarle la situación.
—Ayer por la tarde vine con una mujer aquí, pero a amanecido y no he recibido ninguna noticia sobre ella y también sobre su hija.
—Me quieres decir que la madre y la hija están aquí con problemas de salud.
—Exacto.
—¿Entiendo, tienes algún parentesco con ellas… esposo y padre?. Pregunto ella.
—No... —Admitió el.
—Si no eres familiar, no te podría dar algún tipo de información, solo es…
—Oye, por favor ayúdame. —Interrumpió el, Daniela vio en los ojos de Juan tristeza la misma con la que lo conoció.
—Realmente estoy desesperado, es la primera vez que estoy en esta situación no se nada de ellas y me preocupa mucho. Por favor ayúdame.
—Esta bien, te ayudare... pero para poder hacerlo necesito el nombre de las pacientes y tu parentesco con ellas, por favor.
—Gracias. —Dijo Juan Carlos con las manos unidas, lleno de dicha.
—La madre se llama Clara y la hija es Maribel. —Contesto.
—¿Maribel?... una niña de ojos verdes, cabellos ondulados y de piel blanca. —Pregunto y describió a la niña tal como lo era.
—Si, si... es ella. —Acertó Juan, sintiendo un enorme alivio en el pecho.
—La pequeña Maribel se encuentra muy bien. Esta de maravilla, mi compañera del turno anterior la dejo en mis manos ahora esta a mi cuidado.
—Gracias a Dios. —Respondió, inmediatamente pregunto.
—¿Sabes algo de clara?, es la madre de la niña.
—No. Hasta el momento. —Respondió la enfermera.
El respiro con impaciencia...
—¿Cual es tu parentesco con ambas pacientes?. —pregunto ella, anotando en su pequeña libreta los datos que Juan requería.
El se quedó pensando por un momento.
—¡Amigo!. —Exclamó.
—Si. Amigo.
—¿Amigo?
—Si, nos conocimos ayer.
—¿Y hoy estas aquí?
—Si.
Daniela guardo silencio.
—¿Paso algo?. —Pregunto el algo impaciente.
—Gente como tu es lo que necesita este mundo.
—¿Es un cumplido?.
—Así es. —Respondió ella con simpatía.
La joven guardo la libreta en el bolsillo izquierdo de su bata se acerco y en voz baja le dijo.
—Haré todo lo posible para traerte alguna noticia sobre la madre de la niña, ten paciencia.
—Esta bien, esta bien.
Daniela se dio media vuelta y se marcho.
—¿Padre o esposo?. Lo pregunto solo por molestar, a quien le importa eso. Resulto siendo enfermera, quien lo pensaría que nos volveríamos encontrar. —Dijo Juan en voz baja sarcásticamente mientras veía a la chica marcharse.
—Resulto siendo una bonita y amable persona... es un cumplido. —Dijo a si mismo con simpatía y nuevamente tomo asiento.
...
Daniela llevaba 2 años en el oficio que desempeñaba, de cabello negro profundo y ojos color café… era apasionada por su trabajo, alegre y dispuesta siempre a ayudar. Pero había perdido su alegría, después de la muerte de su madre aquella alegría se había ido con su vida, solo le quedaba vivir el día a día, algo así como muerta en vida. Al rato ella se dirigió hacia la recepción, tomando la tabla de entrada en sus manos observo la lista de pacientes del hospital.
—Clara Maldonado, habitación 035. —Leyó en voz baja y lo repitió dos veces más para no olvidarlo.
Retomando el camino para ir a dicha habitación se encontró con el doctor de turno, el cual agradablemente la saludo.
—Buen día señorita Benítez.
—Buenos días doctor. ¿como va el día?. —Pregunto ella sonriente.
—Muy bien, pero para algunas personas no creo que sea un buen día.
—¿Sucedió algo?.
—Es sobre una paciente, a partir de ahora su vida cambiara para siempre.
—¿Como? ¿Porque?. —Pregunto ella llena de dudas.
—Ven, acompáñame y entenderás de lo que hablo.
A partir de ese instante sintió intriga por lo desconocido y por lo que pronto estaba a enterarse, su vida de enfermera cambiaría, sin ni siquiera saberlo se uniría silenciosamente a un dolor, a una historia en la que navegaría por los caudalosos caminos de la cruda realidad.
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Editado: 05.11.2023