Lágrimas de Medianoche

Capítulo 3: Una mirada gélida.

El día es gris y no puedo sacar la imagen de la muerte del chico de mi cabeza. Veo  su cuerpo casi sin vida en el prado, pero en vez de pedirme ayuda, me incita a que siga corriendo. Y lo hago, me alejo de el sin mirar atrás, aunque una parte de mí no quiere hacerlo.

La campana suena sacándome de mis pensamientos, es hora de almuerzo y aun no me he dignado a hablar con nadie. Todos deben creer que soy una antisocial, aunque no me importa. ¿Por qué debería importarme?

Tomo mi mochila del suelo y la coloco sobre mi hombro. Camino por los iluminados pasillos de la escuela, me muevo lentamente entre la multitud de estudiantes y luego todas mis pertenencias están en el suelo.  Me agacho inmediatamente a recogerlas.

– ¡Ups! Deberías ver por donde caminas –dice una voz chillona, alzo mi mirada para encontrarme con unos odiosos ojos grises.

La chica es alta y curvilínea. Su cabello rubio platinado cae en ondas que enmarca su rostro. Y solo con verla sé que es una perra.

Ignoro su comentario y el que haya tirado mi maleta al suelo. Tomo mis cosas y cierro bien la maleta antes de ponerla sobre mi hombro y seguir mi camino hacia la cafetería.

La cafetería es grande y varias mesas redondas llenando el lugar. La mayoría están ocupadas. Esta parece la hora feliz de todo el mundo.

Veo una mesa en un rincón, tiene varias bandejas sucias sobre ella, pero en si está limpia. Me dirijo hacia allá.

Puedo sentir varias miradas sobre mí; una chica nueva.  Bajo mi cabeza para que mi cabello oculte mi rostro. Y cuando llego a la mesa me siento dando les la espalda a todos.

¡Ignóralos! ¡Ignóralos! solo te miran porque eres nueva, eres un enigma para ellos... Bien, pues que siga así.

Dejo mi mochila sobre la mesa y saco mi manzana. Le doy un pequeño mordisco y miro por la ventana.

El día está más oscuro, va a llover más tarde. El viento hace que las ramas de los arboles crujan entre ellas. No hay rastro de los rayos del sol.

Así siempre ha sido

Cállate. Espero una respuesta pero nunca llega. Ahora si se mantiene en silencio. Hace unas horas estaba gritando. Sacudo mi cabeza, ahora le estoy diciendo que se calle a una voz en mi cabeza. Definitivamente me falta un tornillo

– ¿Puedo sentarme? –inquiere una voz femenina

Estoy a punto de mandar a callar a la voz de mi cabeza cuando me doy cuenta de que esta es una voz real, de una persona real.

yo también lo soy

Silencio. Reprendo  a la voz. 

Me giro y miro a la chica.

–Claro –le respondo.

Me sonríe mientras se sienta con una bandeja que contiene un plato de ensalada. Sus ojos son marrones como su cabello.

– ¿Eso es todo lo que comerás? –pregunta.

–Sí, no tengo mucha hambre –miro mi manzana con los pequeños mordiscos y mi apetito se va por completo.

–Por cierto, soy Hana –se mete una cucharada de ensalada en la boca. –Hana Evans –habla con la boca llena, sin importarle.  

–Samantha Gray –a pesar de que mi padre abandono a mi madre, ella de todos modos me puso su apellido.

Justo cuando el pensamiento llega, se asoma un dolor en mi pecho al pensar en mi madre.

–Oye, sobre lo que sucedió en el pasillo. Emma es una zorra. Siempre quiere verse genial y hacer quedar mal a los demás, es parte de su imagen.

–Solo con darle una mirada y te das cuenta de su personalidad –digo en un susurro mirando la manzana en mis manos. El color rojo resalta a lado de mi piel blanca.

–Sabes –dice y la miro– No todos aquí son así. Solo es Emma y su grupo.

Ella mira su ensalada y luego se lleva un bocado a la boca.

–Además –agrega después de que traga– Ella debe creer que eres su competencia.

– ¿Qué? ¿Cómo? –digo sorprendida. Esa chica tiene todo lo que yo no tengo. Es bonita y no está rota. De hecho, se ve bastante segura de sí misma.

–No me mires así. Eres más bonita que ella. Además pareces tener una personalidad agradable... Y William Mawson te está observando.

 Me pongo rígida ¡¿Un chico?! La miro nerviosa y ella está mirando a alguien detrás de mí. Giro un poco mi cabeza y lo miro a través de las ondas de mi cabello.

Es el chico de los ojos gélidos. Esta una mesa junto a la rubia, ella le está diciendo algo con el ceño fruncido pero su mirada está fija en mí.




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