Lágrimas de Medianoche

Capítulo 12: Oscuras Verdades.

Nunca imagine que la muerte seria simplemente fría, pensé que sería una eternidad de silencio y tranquilidad, pero no puedo acallar mis pensamientos, un pequeño fragmento de mi alma me grita palabras que no comprendo, mis turbulentos pensamientos no me dejan concentrarme.

¿Sarah y Hana se preguntaran dónde estoy? O ¿Qué me ha ocurrido? Infinidad de segundos, minutos y horas pueden haber pasado con el chasquear de mis dedos, el tiempo es insignificante cuando te encuentras en una oscuridad perpetua.

Steven se olvidara de mi con el paso del tiempo, mi nombre será un recuerdo para él, como una triste fotografía a blanco y negro, siento que el camino de mi vida se ha perdido, estoy perdida, sin ninguna solución para hallar de nuevo el frívolo sendero de mi vida.

“Puedo asegurarte que no estas muerta”

Su tenebrosa voz se abre paso en la bruma de mi mente, haciendo que el oscuro manto que se cierne sobre mí, se agriete y se quiebre en miles de fragmentos de recuerdos olvidados.

Mi corazón martillea dolorosamente en mi pecho, mi cabeza palpita constantemente, cambiaria este agonizante dolor por la muerte en un segundo, sin titubear.

Me fuerzo a abrir mis ojos hasta lograrlo, me quejo cuando un delicado rayo de sol se cuela entre las pesadas cortinas oscuras, cegándome. Parpadeo varias veces mientras mi visión se aclara.

Mis extremidades gritan en protesta cuando intento sentarme, las náuseas se apoderan de mí y caigo como un peso muerto en la cama, observo las manchas oscuras en el antiguo techo sobre mí.

La sensación de haber dormido durante días se aferra a mi cuerpo, como una sustancia desagradable en mis extremidades, la confusión se asienta en mi mente y crea un remolino de turbulentos pensamientos.

¿Dónde estoy? Mis ojos se mueven rápidamente detallando el lugar, observo la pálida pintura de las paredes, las ventanas de marco cuadrado; siento la suavidad de la tela que cubre la cama en la que me encuentro acostada.

Las manecillas de un antiguo reloj de pared se hallan detenidas en las doce; mis ojos se abren abruptamente cuando logro reconocer la habitación, es la de mi pesadilla. En la cual Charlotte charlaba con Elizabeth.  

“Bienvenida a mi hogar”

Te has despertado.—Susurran a unos metros de mí.

Aquel bajo tono de voz hace que mi corazón se acelere momentáneamente en mi pecho, mi costosa respiración se hace errática por un segundo y luego, me mantengo tan quieta como si estuviera hecha de porcelana. Ni una tormenta puede perturbar mi quietud, excepto aquella vos melodiosa y reservada.

Es uno de esos instantes en los cuales no puedes reconocerte a ti mismo, en los cuales solo existe un pequeño hilo que te mantiene en la tierra, un hilo frágil, para mí, aquel pequeño hilo es esta voz.

Mis ojos escanean el frívolo lugar y lo encuentro, recostado tranquilamente contra el marco de madera de la puerta, sus manos posadas casualmente en sus bolsillos y su oscuro cabello alborotado. El parece un recuerdo efímero en mi mente, aunque sé que es real.

Me siento lentamente ignorando el dolor persistente en mi cuerpo, los gélidos ojos azules de William me observan y frunce el ceño cuando gimo adolorida. Las preguntas escapan entre mis labios agrietados, como implacables aguas desbordándose de su cauce.

— ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegue aquí? ¿Qué día…

—Sé que tienes muchas dudas en tu mente—me interrumpe amablemente—, las aclarare, cada una de ellas, pero necesito confirmar algo primero.

Su voz se pierde en un susurro y titubeo mientras asiento, observo sus gráciles movimientos mientras se acerca lentamente a la cama adosada en la que me encuentro, pisada tras pisada, mi corazón se acelera.

Es como una espera continua, como si observara algo que deseo con fervor desde la distancia y aquel deseo se acercara a mi lentamente, titubeante pero implacable.

Charlotte solloza en mi mente, causándome más dolor, por lo cual hago una mueca, intento silenciarla varias veces, pero sus lamentos de pérdida no pueden ser acallados fácilmente.

Veo como William alza su pulcra y pálida mano hacia mi rostro, cuando sus dedos acarician por primera vez la piel de mi mejilla, me estremezco, un crepitar de energía comienza entre nuestros cuerpos.

Siento ese primer roce en todo mi cuerpo, como algo anhelado desde hace mucho tiempo, como si, extrañamente, fuera correcto. Me siento liberada, como si hubiera estado confinada hasta obtener esa caricia.

“¡William!”

William toma una temblorosa bocanada de aire y se aleja de mí, cuando pierdo su consolador toque, mis ojos se abren y me siento repentinamente abrumada por un cúmulo de despreciables sensaciones.




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