La lista
Todo el día estuvo lluvioso.
Ya está oscureciendo, estuve en una cafetería mirando por la ventana toda la tarde, recordando los momentos con mi padre.
Voy entrando a casa, siempre me he sentido fascinada por la fachada y el interior de mi hogar...
Hogar...
Ya no es un hogar sin él.
Mi casa es bastante ostentosa, papá tenía dinero, y supongo que nos quedara a mis hermanos, mamá y a mí por la herencia, no es algo que me ponga muy contenta, por lo que eso implica. Tenemos nuestra propia empresa LJ technololgy y eso nos permite los lujos que tenemos.
Vivimos en la costa de Tenerife, en una urbanización bastante grande, hay muchas casas bastante lujosas, pero me atrevo a decir que la mía es la más grande y lujosa. Tiene 3 pisos y una cantidad indignante de habitaciones, mis hermanos, mis padres y yo escogimos un cuarto aparte de donde dormimos para según mi papá—cito textualmente—convertirlo en lo que se nos diera la gana.
Yo convertí la mía en una biblioteca con un par de sofás y un sillón colgante.
La casa—Mansión se podría decir—Tiene piscina y un grande estacionamiento subterráneo, así que por las cosas que tengo puedo darme el lujo de ser un poco superficial y egocéntrica, y a la gente no le gusta, pero no me importa.
A mi mente viene el recuerdo de las palabras más sabias que me ha dicho mi padre.
No dejes que la gente te haga sentir mal por ser tu misma, así cambies van a haber personas a las que no les guste, así que es mejor ser tu misma que cambiar, y si tú eres arrogante, tosca y creída, selo el doble solo para joder a la gente, porque solo así te van a dejar en paz.
Y vaya que tenía razón.
Todo el día me sentí sin ánimo y bastante decaída.
Camino hasta la cocina y veo los fogones de la estufa encendidos y encima una olla grande con lo que parece sopa.
—Hola, April—Digo cuando veo que la chef de la casa entra.
Ella es una persona muy amable, y debe tener unos 45 años, es de ojos verdes brillantes y cabello castaño.
—Buenas noches señorita Isabela.
— ¿Qué cocinas? — digo, mirando la olla más de cerca.
—Un poco de caldo de costilla—dice y enseguida se acerca a revolverlo. —Me recuerda a mi amado país.
— ¿Colombia?
—Ajá.
—He escuchado maravillas de ese país, dicen que es hermoso y su café es uno de los mejores.
—Y no te han mentido—dice con una pequeña sonrisa mientras levanta la tapa de la olla, así que obviamente me acerco a chismear.
—Mhm...Huele delicioso.
—A la próxima no te acerques tanto, casi metes la cabeza en la olla. —ríe y yo le dedico una pequeña sonrisa.
— ¿Te preparo algo para cenar?
—No, gracias, no he tenido mucha hambre hoy, apenas he comido.
Y es cierto, después de la misa solo comí un paquete de gomitas y me fui a mi cafetería favorita.
Deja el trapo con el que se estaba secando las manos y se acerca a mí.
—Mi sentido pésame, Isabela, pero que esto no te detenga, no dejes de vivir tu vida, es duro lo sé, yo sé lo que sientes...
Bufo, cortando su oración.
—Tú no sabes lo que siento, así que mejor calla—hablo fríamente.
Me dedica una mirada triste.
—Lamentablemente si lo sé, a los 14 años, tuve una experiencia bastante traumática con mis padres… luego te contaré, pero es algo parecido a lo tuyo.
Me quedo analizando lo que dijo.
—...estuve un tiempo bastante deprimida y traumada... luego trabaje en lo que a mí me gusta y ahora soy una chef increíble, ya no pienso en eso.
— ¿Me estas tratando de decir algo? —Digo, enarcando una ceja—porque si es así déjame decirte que tengo el cerebro apagado desde anoche.
—Si Isabela, lo que trato de decir es que todos hemos tenido malas experiencias, pero la forma en las que las superamos nos dice mucho como personas, yo la supere cocinando, no me hacía pensar en nada.
—Mhm... O sea que la pregunta que debo hacer es ¿Cómo superar lo que estoy viviendo?
Me sonríe.
—Sí, para superarlo es simple, y para mi hubo tres fases...
—Ilumíname—murmuro sarcásticamente.
—Uno, date un tiempo estando sola, encerrada y callada.
Eso lo puedo hacer, me encanta estar sola, y tampoco es que hable demasiado.
—Dos, haz las cosas que te gustan, esas cosas que son escapes para ti, por ejemplo...mhm... no sé, ¿tus libros?
Asiento.
—Tres, sal, toma aire has lo que te gusta pero fuera de casa, disfrute, has cosas nuevas.
— ¿Y ya?
—Sí.
Pues no es mala idea.
—Oye, ¿me anotas eso? Es que se me va a olvidar.
—Claro.
Busca una hoja, un bolígrafo y se pone a escribir.
— ¿Sabes lo curioso de la situación?—empiezo— que mamá es la que debería estar diciendo eso. No tú.
Deja de escribir y mira a la nada.
—Tienes razón.
Pero sigue mirando un punto fijo callada, luego abre la boca y la vuelve a cerrar por los menos dos veces más.
Así que no me aguanto y hablo.
— ¿Qué?
Bueno, quizá fue un poco más brusco de lo que pretendía.
Noooo tú crees.
—Eh… Ejem... Te voy a decir algo sin él ánimo de ofenderte, ¿vale?
—Pocas cosas me ofenden la verdad.
Asiente y enseguida habla.
—Tu mamá no es tan buena como parece.
No entiendo, si mi mamá es tan dulce que cuando habla pareciera que va a vomitar arcoíris.
— ¿No?—Digo como tonta.
—No, Isabela, qué día escuché a tu mamá hablando por teléfono sobre la herencia...
— ¿Y?
—Días antes de que tú papá muriera...
—Buenas noches April— entra mi mamá.
No pasaremos por alto que nos ignoró.
—Buenas noches señora, el caldo ya está. —habla la chef mientras busca platos para servir la cena.
Lo último que dijo April me dejó descolocada. No tiene nada de coherencia.