Lágrimas y estrellas

Åskora, dama de la transformación

These tears you cry
Have come too late
Take back the lies
The hurt, the blame!
And you will weep
When you face the end alone
You are lost!
You can never go home

You are lost!
You can never go home

Era de noche cuando Åskora nació, las estrellas resplandecían en el cielo, sin nubes que las ocultasen, pues en aquellos días antiguos en que las ciudades eran jóvenes y pequeñas, todas sus luces no empequeñecían la luz de los astros. Sus padres pensaban varios nombres para su primogénito, si era varón habrían de llamarlo Asteias (habilidoso) y si fuese niña le pondrían Axio (Delicada). Después de que su madre la sostuvo en brazos, su padre Enmaron la llevó fuera de la morada; aquel pueblo era pequeño aún, por lo que sus habitantes se reunían fuera esperando ver a la nueva integrante de su comunidad. La mayoría eran elfos celestes, de apariencia humanoide, altos y delgados, con alas en la espalda de gran tamaño, las gemas de la frente y clavícula se hallaban en colores azulados, cómo zafiros o lapis lazuli. Al ver a la recién nacida los vecinos estallaron en euforia, alegres y llenos de emoción alzaron vuelo, vitoreando a Enmaron y su esposa Hailem. En el cielo invocaban destellos de hermosos colores y rayos de luz que llenaban de vida la noche.

Enmaron vio a su pequeña, que se removía en sus brazos, al tocar su diminuta mano con un dedo ella lo tomó, aferrándose a él. Entonces abrió sus ojos, algo que asombró al reciente padre. Los ojos de su hija eran negros, impenetrables e inmensos, en ellos el firmamento se reflejó casi completo y Enmaron cayó en ellos, eran como un lago quieto en la noche más silenciosa. La pequeña sonrió, él pensó que él alma se le escapaba... Y pensó: *Åskoralexiam anthi* (ojos como estrellas). Y lo supo, cómo se llamaría su hija.

–Åskora... ¡Åskora será su nombre!

La pequeña no era un elfo celeste cualquiera, algo que supieron aquella misma noche. Verás, lector, en Dellaiem cada estirpe tiene un xadal (don) que comparte con los mismos de su especie, como el fuego de los dracka (dragones) o la capacidad de sanar de los elfiz (elfos). Los elfos celestes eran capaces de elevarse por el cielo usando su don, una magia que les daba la facultad de levantar sus cuerpos del suelo y alcanzar altas velocidades en vuelo. Pero aquellos individuos que poseían el xadaoa (don singular) eran diferentes, aunque también podían volar, poseían una habilidad maravillosa y peligrosa por igual: la oneirokinesis, un don espectacular, los elfos que lo tenían eran capaces de crear una nube oscura que emergía desde su boca y al cubrir a una persona les hacía entrar en un sueño indefinido o bien una pesadilla según su empleador. Las aplicaciones eran muchas y se debía aprender a usar con sabiduría.

Åskora crecía con tranquilidad en su pueblo, en donde era la única con el xadaoa, ojos oscuros entre muchísimos colores. Los elfos celestes tenían la facultad de llevar cabelleras y plumas de diversos matices y colores, algunos eran rubios de cabello crespado y alas anaranjadas, otros con cabelleras violetas y alas negras... No tenía nada que ver el *color* de sus padres, pues podían nacer completamente diferentes a sus progenitores. Pero Åskora no era así, pues tenía un enorme parecido con su madre Hailem; piel morena, el cabello oscuro, abundante y crespo, alas negras como de cuervo, sumado a un rostro perfilado y de labios gruesos, una belleza maravillosa.

La pequeña crecía con normalidad, bajo el cuidado amoroso de sus padres. Cuando Åskora cumplió diez años un maestro llegó al pueblo, era un elfo celeste, también xadaoa, de nombre Ohgmoteias. Mientras los otros niños del pueblo iban a la plaza del lugar a practicar su magia y cómo usarla con los sabios del Pueblo, Åskora debía ser instruida especialmente debido a su don.

Junto a Ohgmoteias Åskora aprendía la magia básica, siendo *manayense* le era fácil recitar hechizos, conjuros y encantamientos. Mientras pronunciaba aquellos poemas preciosos, el mundo a su alrededor se moldeaba a sus deseos: las plantas crecían, nubes aparecían, las rocas se elevaban y se convertían agraciadamente en aguas frescas. La pequeña tenía una particular destreza para la magia manayense; memorizaba cada hechizo con veloz facilidad, lo que dejaba maravillado a Ohgmoteias.

Tiempo después, empezó a mostrarle la manera de crear sus propios hechizos, aquella forma magnífica dada por Dellaria a sus _hijos_. Primero Ohgmoteias le dio las bases del *astaím*, la magia que detiene y calma, comenzó con hacerla apagar un fuego usándolo. El primer día Åskora pensó un poco, mientras admiraba las llamas vivas frente a ella; entonces invocó al astaím, sus gemas brillaron y emitieron un ligero sonido como de viento que silva, el brillo se extendió a sus hermosos ojos negros, llenándolos de un resplandor azulado. La niña comenzó a improvisar su hechizo, lento pero bello, pidiendo al fuego que se apagara; y este lo hizo.

—Buen trabajo, Åskora —apremió Ohgmoteias sonriendo a su pupila.

El maestro encantó el cielo para que lloviera, y Åskora hizo salir el sol de nuevo. El maestro ordenó a una hiedra que creciera descontroladamente sobre una roca y Åskora la hizo volver a ser solo un arbusto. El maestro entonces quiso comprobar qué tan hábil era Åskora, así que volvió a encantar a las nubes, pero con un hechizo larguísimo provocó que generaran un rayo que cayó a tierra con un enorme estruendo, quedándose allí, anclado como una columna; lleno de luz, ruido y calor. Pero la niña no se dejó intimidar y después de un largo recitar, aquel rayo perenne se deshizo y el sol volvió a brillar en el cielo. Su maestro no cabía en sí de orgullo.

Al segundo día Ohgmoteias le enseñó el *éschira*, el hechizo que controla y mueve. El maestro la hizo mover rocas cada vez más pesadas y Åskora nunca le decepcionó, pues todas, por muy grandes que fuesen flotaban por sobre sus cabezas como si se tratara de mariposas en primavera. Luego le dijo a su alumna que elevara el agua de un estanque, y Åskora lo hizo hábilmente, haciendo que el agua volara y tomara muchas formas por el aire. Ohgmoteias no lo podía creer, estaba lleno de júbilo al ver tal habilidad.



#22389 en Fantasía
#30996 en Otros
#9861 en Relatos cortos

En el texto hay: fantasia, cuento, drama amor

Editado: 25.07.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.