Lo primero que lograba recordar era la oscuridad, pero no era una oscuridad fría y aterradora, vacía y con el asecho de seres oscuros ansiosos por arrastrar a uno a la locura. No, esta era cálida y acogedora, como el suave abrazo de una madre que protegía a su nueva hija de las pesadillas.
Aquello era una sensación que la pequeña no podía describir con palabras, su mente volaba por el vacío sin preocupaciones, sin penas, nada la atormentaba y nada la hacía temer, su espíritu era libre aunque no sintiera el deseo de ir a ninguna parte. Ella era feliz en aquel lugar, donde no había nada, donde no había nadie.
Ella no estaba segura de tener corazón, no sabía lo que eso era, no tenía la necesidad de tenerlo, no sentía odio ni tristeza, ni felicidad o amor. Simplemente estaba ahí, existiendo, no pensaba nada, no necesitaba nada, no conocía nada.
Hubo un tiempo en el que Ella habría notado un cambio en aquella oscuridad, no conocía las causas, pero aquel cambio en su existencia le daba una sensación de bienestar, le daba la impresión de ser feliz. Durante esos pequeños periodos de su ser, ella sentía en su esencia algo que la sujetaba con gran fuerza, podía sentir como si en verdad su ser tuviese un límite y una forma.
Pero esos periodos de su vida eran efímeros, dándole una nueva experiencia, la añoranza, palabras mortales que ella desconocía su nombre, pero estaban ahí, dándole una y otra vez un ciclo de felicidad y abandono, que durante incontables años a ojos mortales hicieron de Ella una nueva experiencia, la curiosidad.
Pero en su mundo no había donde buscar respuestas, con cada nueva experiencia Ella se hacía más y más preguntas, la desesperación, la paciencia nacieron en su mente. Hasta que un día, simplemente, aquellas sensaciones que la hacían sentirse existente, simplemente desaparecieron.
La espera y la angustia fueron inevitables, algo había ocurrido fuera de su existencia, ¿Algo malo? ¿Algo bueno? Ella quería saberlo, ahora que la necesidad y el deseo aparecían en su mente, aquella sensación, aquella presencia… aquella mano.
¿Mano?, ¡claro!, su mente por fin había formulado una palabra, mano, como la parte de su ser que sentía aquella sensación, una mano cuyo calor alegraba su corazón. ¡Por supuesto! Ella tenía un corazón, un corazón que por primera vez había escuchado palpitar, sus orejas, largas y puntiagudas disfrutaban de aquel hermoso palpitar. Fascinada por lo que ella era capaz de sentir tomo aire por primera vez, sintiendo en su pecho una sensación que la llenaba de júbilo.
Siendo su deseo cada vez más fuerte y puro, el Creador respondió. Podía sentirlo, su cuerpo completo, dos piernas delgadas, un pecho y su espalda, brazos delgados y manos pequeñas, su rostro era suave y podía sentir una larga cabellera que nacía desde su cabeza y se extendía por toda su espalda.
Por primera vez, Ella abrió los ojos, descubriendo algo que la alegraba y la maravillaba, un pequeño hilo de luz, una pequeña línea dorada que iluminaba su tierno rostro y la tierra bajo sus manos, había algo en aquel lugar, algo nuevo que la mantenía oculta y le daba un nuevo sentimiento, la esperanza.
De repente algo llamo su atención, algo que Ella nunca hubiese podido imaginar, una voz, la voz de una mujer y los pasos casi imperceptibles de dos pares de pies ligeros.
-¿Estas segura que este es el lugar?
-Estoy segura, la estrella de anoche debió caer en esta isla, no puedo equivocarme.
La tierra comenzó a moverse, se estaban acercando y Ella no sabía qué hacer, sentía curiosidad, por aquellas voces, pero en su corazón nació algo nuevo, el miedo, ya no estaba en la oscuridad de su existencia, este lugar era distinto. Ya no podía moverse, ahora estaba en un lugar estrecho donde no podía realizar muchos movimientos, estaba asustada, ahora no podía ir a ninguna otra parte.
-Espera, ¿escuchaste eso?
Se produjo un silencio escalofriante, Ella se preguntaba si en verdad estaba a salvo o en peligro, pero después, su preciado hilo de luz desapareció, algo empezaba a golpearla desde arriba, pero poco a poco ellos la encontraron, una mujer de piel morena y cabellos negros que cavaba en la tierra con ayuda de un ser formidable, ancho de cuerpo y de piel verdosa, un orco.
-Es de tu pueblo, ¿Qué hace una elfa del desierto enterrada en esta isla?-, hablo el coloso con una voz ronca.
-No lo sé-, la elfa le extendió la mano-, Hola pequeña, ¿Cómo terminaste en este lugar?
Ella no respondió, estaba bastante aturdida e impresionada, aquella mujer de vestido rojo y manos suaves la tenía fascinada, al igual que su dulce voz. Intento decir algo, pero sus labios no se abrieron.
-¿Dónde está tu familia?-, nuevamente no hubo respuesta.
Repentinamente el orco la miró de cerca, clavándole ambos ojos dorados, observando los ojos marrones de Ella, al soltarla con la mayor delicadeza que pudo, le dijo a la elfa.
-Es inútil, en su memoria no hay nada, es como un recién nacido, si la embrujaron o la traumatizaron, no puedo saberlo.
-Tranquila-, le dijo la elfa tomando su mano con suavidad-, ya estas a salvo.
La elfa le ayudó a salir de la tierra, poniéndola en pie, sorprendiendo al orco, aquella chica podía mantenerse en pie, la elfa cubrió su desnudes con una capa de tela roja y le pregunto su nombre. Sin respuesta alguna el orco le volvió a decir que Ella no recordaba nada.