El canto de las aves se podía escuchar a través de la ventana de un pequeño cuarto, en este se encontraba una niña de aparentemente 14 años, ella observaba el cuarto detenidamente, se sentía desorientada por el lugar donde estaba.
De un techo de mármol y oro paso a uno de cemento, de un paisaje paradisiaco paso a una pared, lo que conocía no coincidía con lo que veía. Pero aun así, recordaba vagamente este lugar, eran recuerdos enterrados en las profundidades de su mente.
—He regresado
Trataba de ordenar sus pensamientos pues no creía que en verdad estuviera en el lugar que había anhelado por cientos de años.
Pero no pudo pensar demasiado pues unas voces provenientes del otro lado de la puerta tomaron su atención.
—No sé porqué quieren ver a mi hija en este momento pero tendrán que darme una buena explicación después.
Exclamo alguien del otro lado de la puerta antes que esta se abriera revelando a una mujer de aproximadamente 40 años y detrás de ella dos adolescentes con caras que denotaban preocupación.
—Elena estos jóvenes dicen conocerte y me pidieron hablar contigo.
Pero Elena poco escucho, pues se encontraba mirando fijamente a la mujer delante de ella, la observaba como quien ve una ilusión.
Cabello castaño oscuro y ondulado, ojos cafés, un cuerpo delgado y de estatura baja, y unos brazos en lo que había querido acurrucarse por tantos años.
Elena se puso de pie.
«Por favor, que esto no sea solo un sueño, porque no creo poder soportar el despertarme y darme cuenta que solo fue una ilusión»
Muchos sentimientos se arremolinaban dentro de ella, se sentía triste por todo lo que había pasado sola, desesperada por saber si aquella mujer que tenía delante era real y no solo otro de sus sueños.
«Quiero decirte tantas cosas, he anhelado el volver a ver esa mirada tan maternal que tienes, te he extrañado tanto en toda esta eternidad mamá»
Pero antes de siquiera dar el primer paso, sus piernas fallaron y callo de rodillas. Habían pasado milenios desde que tomo posesión de un cuerpo y aun no se acostumbraba del todo.
— ¡Anaat!
Los jóvenes entraron rápidamente al cuarto para tratar de levantar a su señorita.
Pero lo único que hizo esta fue estirar sus brazos directamente a su madre, y afortunadamente unos brazos cálidos la recibieron, era una calidez que ni siquiera los brazos del mismísimo Anubis podrían darle.
Elena hundió su cabeza en el cuello de su madre, lloraba desconsoladamente pues ese caparazón que había tenido todos estos años se había roto con la sola presencia de la mujer a la que abrazaba fervientemente.
— ¡Mami!
—Si amor, aquí estoy ¿Qué te paso? ¿Tuviste una pesadilla?
Se separaron lo suficiente como para verse a la cara.
—No es eso, solo te extrañaba.
Elena lentamente dio unos pasos atrás, seguía preocupada por ese ligero dolor en el pecho que tuvo desde que despertó, mas no le dio tiempo para pensar demasiado pues ese dolor se extendió rápidamente por todo su cuerpo.
—Elena ¿cariño, te sientes bien?
Ella no pudo contestar pues el dolor era tan insoportable que no podía articular palabra.
Elena emitió un grito de dolor y su cuerpo comenzó a irradiar una luz blanca y una luz negra a cada lado de su cuerpo.
—Samantha, ¿está pasando lo que creo que está pasando?
—Tal parece que sí Assim, rápido hay que ponerse en marcha si queremos que todo salga bien.
—De acuerdo, protege a su madre y yo me encargo de lo demás.
Rápidamente Samantha tomo a la madre de Elena por el brazo y la llevo a una esquina de la habitación, creo un escudo lo suficientemente grande para protegerlas a ambas y solo se quedaron observando lo que acontecería.
Assim hizo un escudo para protegerse y creo una cúpula para encerrarlos y que nada entrara ni saliera.
—Ana… digo Elena, sé que sientes un dolor insoportable pero no es la primera vez, así que esto no va a ser nada al lado de todo lo que has pasado, te ayudare a sobrellevar la situación y después te sentirás mejor.
Elena ya se encontraba encogida en el suelo gimiendo de dolor, sentía como si todos sus huesos se rompieran y sus entrañas fueran aplastadas.
—Elena sé que duele pero tienes que escucharme, ¿recuerdas las clases que te dio Ixchel sobre el uso de los poderes y como crear algún ser? Pues vas a poner en práctica lo que aprendiste, recuerda tienes que emitir tu aura y poder, después espera hasta que encuentres un alma perdida y atráela para poder materializarla en algún animal.
La susodicha comenzó a emanar esa luz aún más fuerte, su cuerpo estaba lleno de sudor y aun no podía levantarse pero con todo y eso se esforzó al máximo en controlar su poder pues tenía la ligera sospecha que algo habitaba en ella parte de los poderes que le fue otorgado de parte de Ixchel y Anubis.
«Elena mantén el control, no duele… sabes que no duele… has pasado por cosas peores. Tranquilízate, no hay que decepcionar a los chicos»
La luz dejo de expandirse y ambos colores comenzaron a mezclarse, pero dentro de todo ese caos una pequeña luz dorada se abría paso y termino por unirse a la luz gigante que se encontraba alrededor de Elena.
«La luz es más grande de lo que imagine, no sé si este escudo sea suficiente para protegernos y Assim está más cerca del cumulo de luz… temo por el»
Ese cumulo de luz que preocupaba a los presentes comenzó a ser absorbido por Elena, pasaron unos segundos donde se podía sentir la tensión, para que después cual supernova Elena expulsara una cantidad enorme de luz que cegó momentáneamente a los presentes.
Al recuperar la vista se encontraba Elena tendida en el suelo y un chico muy delgado se encontraba a su lado, su ropa se encontraba sucia y desgarrada pero lo que más llamaba la atención era que arriba de su cabello azabache se encontraban un par de orejas un tanto peculiares.