—La señora Regina me saco del orfanato y me dio en adopción a unas personas que le debían un favor, me estuve preparando para el momento en el que usted despertara.
Todo quedo en silencio hasta que Elena volvió a hablar.
— ¿Qué hay de ti Samantha?
—Mi madre abandono a mi padre cuando yo tenía dos años así que me he criado junto a mi padre, cuando la señora Regina me encontró le dio trabajo y lo puedo ver de vez en cuando… al igual que Assim me he preparado para este momento.
—Pues por lo que veo esa tal Regina les salvo la vida, tengo muchas ganas de conocerla. Por cierto… Siento haberme enojado con ustedes por una tontería, aun no me acostumbro a este cuerpo y a sus limitaciones.
Los jóvenes se quedaron anonadados por la disculpa y después de un tiempo pensaron en las palabras de su señorita, pues se supone que al liberar el poder que sobraba de su cuerpo se sentiría mejor, así que era realmente extraño, por eso Samantha con una voz cálida añadió.
—Señorita… ¿Sera que se siente incómoda por algo?
Aunque su expresión no cambiara demasiado, se pudo notar un rastro de nerviosismo al ver que se dieron cuenta de su incomodidad. Estaba realmente tentada a contarles sus malestares pero su orgullo era aún más grande. Después de debatirlo consigo misma decidió responderles con la verdad.
—Tengo pequeños dolores en el cuerpo, supuse que era normal, pero por sus expresiones parece que no es así.
—Tal parece que sigue llegando poder divino a su cuerpo y a este le resulta difícil mantenerlo bajo control.
— ¿Hay alguna manera de detenerlo? el dolor sigue aumentando.
— ¿Qué le parece usar el método de los cristales de vida? Es algo que usamos nosotros a veces cuando nos llega una oleada de poder divino.
Elena accedió y Samantha le explico el método para convertir el poder divino en un cristal, lo intento unas cuantas veces hasta que por fin, creo un cristal del tamaño de un pulgar.
— ¡Sí! ¡Lo logre!
Elena se veía muy emocionada al lograr crear un cristal y esta vista era realmente curiosa a los ojos de las demás personas en el cuarto, pues cada que intentaba crear un cristal se veía más como una niña que intentaba ganar en algún juego y sus ojos brillaban con ilusión al concretar ese logro.
«Si le dijera a alguien que esta niña es la misma que nos hizo pedirle perdón de rodillas me mandarían a un manicomio»
—Felicidades le ha salido muy bien, de ahora en adelante, cada que aumente el dolor puede usar esa técnica.
—Lo que dice Assim es correcto, el dolor va a persistir hasta que su cuerpo se acostumbre a su poder divino, después solo necesitara usar esta técnica cuando surjan las oleadas de poder.
—Eso quiere decir que ¿Esto volverá a ocurrir?
—Afirmativo, pero con el tiempo aprenderá a controlar la frecuencia con la que ocurre y la potencia.
Después de explicar unas cosas más, Elena siguió creando cristales estos variaban de tamaño y forma.
—Necesitamos algo donde guardar los cristales.
—Creo tener algo que puede servir.
Sin más que añadir Assim rebusco en su mochila y saco un pequeño cofre y se lo entrego a Elena.
—Es hermoso, gracias por dármelo.
Era un cofre negro de madera, estaba decorado de hermosas enredaderas con unas brillantes hojas verdes, y sobre la tapa yacía un majestuoso dragón negro que parecía estar durmiendo mientras cubría la tapa del joyero con sus grandes alas. Elena paso su mano por el cofre y Assim añadió con indiferencia.
—Solo lo encontré en una tienda de antigüedades, no es la gran cosa.
—No le crea señorita, el mismo talló la madera para crear ese cofre.
Al escuchar esto Elena fijo su mirada en Assim y este evito su mirada con un leve sonrojo mientras insultaba a Samantha en su mente.
—Como sea, lo importantes es que el cofre tiene un encantamiento, solo necesita derramar un poco de su poder divino sobre el dragón y este cuidara el cofre para que solo usted pueda abrirlo.
Y así Elena derramo su poder divino sobre este, se veía como si el agua fluyera de la punta de sus dedos y cayera sobre suelo infértil. Ahora el cofre parecía tener vida y el dragón que hasta ahora parecía dormido abrió sus ojos revelando dos gemas verdes que observaron a Elena, este dragón levanto sus alas y se elevó unos centímetros para permitir que la joven quitara la tapa y pudiera meter todos los cristales que había apilado en una pequeña montaña.
—Señorita estos cristales pueden ser de mucha ayuda, en este mundo son muy preciados los cristales de vida, así que podría sacar provecho de eso.
—No hace falta que me digan señorita, ahora somos iguales, así que pueden llamarme por mi nombre.
—Cómo podríamos faltarle el respeto de esa manera, nosotros…
—No, repitan conmigo E-le-na, es una orden.
Ambos tardaron un momento para armarse de valor y con una voz temblorosa repitieron.
—E-Elena.
— ¡Exacto! Llámenme por mi nombre cada que necesiten algo.
Estaban realmente tensos pero al ver que Elena estaba relajada y feliz decidieron también relajarse.
—Bueno, ya que estamos en confianza creo que tengo algo que decir… porque ese chico está en su cama, esta todo sucio y su ropa está rota.
Todos fijaron su mirada en el chico con orejas de gato y este al sentir su mirada se puso muy nervioso.
—Tal vez tienes una manera de ayudar ¿verdad Assim?
—Creo que tengo una muda de ropa que le puede quedar, me lo llevare para que se arregle, por lo mientras Samantha puede explicarle algunas cosas sobre Regina.
Los chicos salieron del cuarto y mientras arreglaba al joven, Samantha le conto algunas cosas que necesitaba saber para cuándo conociera a Regina.