Las 7 maravillas: el despertar

Capítulo 9

Enero 08, 2018.

LUIS ÁNGEL POV:

Un nuevo día llegó. Me desperté muy temprano en mi dormitorio, aún un poco adormilado. Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana para abrir las cortinas para dejar que entre la luz del sol. Miré hacia el paisaje de Oridia con una expresión pensativa.

Mis compañeros de cuarto todavía no habían llegado de las vacaciones, por lo que aún tenía la habitación para mí solo.

Luego de una breve ducha, me dirigí al comedor. Fernanda y Daniela me esperaban para desayunar.

–Hola. ¿Cómo dormiste? —preguntó Fernanda sonriendo.

—Bien, supongo. Solo estoy un poco nervioso por mi primer día de entrenamiento —respondí mirándolas.

—No te preocupes. Estaremos aquí para apoyarte —dijo Daniela con tono tranquilizador— Nerissa pueda que se vea exigente, pero parece que es una excelente entrenadora.

Asentí agradecido por su apoyo. Al poco tiempo se nos unió Patricia, quien nos contó sus rápidas vacaciones por Europa junto con su padre.

Conversamos animadamente mientras disfrutamos del desayuno. Después de ponernos raídamente al día sobre la vida de Patricia, caminamos por el pasillo hacia el jardín exterior a la arena de entrenamiento. Algunos otros estudiantes que también se dirigían hacia allí creaban un ambiente animado y lleno de energía.

—¡Estoy emocionada por ti! No puedo esperar a verte en el entrenamiento —comentó Daniela muy emocionada.

—Sí, seguro te irá genial —expresó Fernanda.

—Concuerdo con las chicas: lo harás excelente —secundó Patricia.

—Gracias, chicas. Me reconforta saber que están aquí —dije agradecido.

Ya afuera me dirigí a la arena, en donde estaban los nuevos reclutas y algunos otros miembros de la guardia, entre ellos y para mi sorpresa Hunter y el rubio.

En cuanto aparecí en su radar ambos dejaron de conversar para pasar a observarme. Yo no me inmuté y seguí mi camino hacia un grupo de chicos que estaban en círculo conversando. Para mi buena suerte ahí se encontraba Tania, la chica con quien platiqué antes de empezar la prueba de admisión.

—¡Ey, hola! —saludé mostrándole una sonrisa.

—Hola —me saludó tímidamente.

—¿Lista para iniciar? —le pregunté.

—La verdad es que no, pero aquí estamos.

—Ja, ja, ja. Aquí estamos —repetí riendo— Por cierto, ¿conoces a los demás?

—Sí, claro. Te los presentaré —Tania se giró hacia su grupo y les pasó la voz— Chicos, les presentó a Luis Ángel.

—Hola —saludaron todos en una sola voz.

—Él fue quien me tranquilizó antes de iniciar la prueba —acotó.

—Ah, pero eso no es mérito mío, es todo tuyo —le dije.

—No, tú me ayudaste un montón ese día.

—¡Qué lindo! —comentó una de las chicas.

—Ay, verdad que debo presentártelos —soltó Tania riendo nerviosamente— Ella es Martha.

—Un gusto —me saludó la pelirroja de Martha.

—Ellos son Sam y Mat, gemelos

—Hola —dijeron los dos al mismo tiempo. Reí por dentro.

—Y ella es María —señaló a una chica de cabello corto, casi rapado. Ella levantó la cabeza en señal de saludo.

—¿Es cierto lo que dicen de ti? —se aventuró en preguntar uno de los gemelos.

—¿Qué cosa dicen de mí?

—Ya sabes. Lo que hiciste aquí en tu primera noche —lo miraba confundido— que le pateaste el trasero a los guardias —señaló.

—Ah, eso. Bueno, qué les puedo decir. Supongo que los agarré con la guardia baja —bromeé a lo que todos rieron por el intento de chiste que salió bien.

—Eso no volverá a pasar —todos saltaron en cuanto escucharon la voz del rubio. Yo no. Volteé lentamente solo para encontrarme con la mirada gélida de Erick. Hunter estaba a su lado erguido, con el pecho hacia afuera y mirándonos por encima. Según yo parecía su guardaespaldas— ¿Qué hacen todos parados como una sarta de imbéciles? Hagan una fila, ahora mismo —ordenó el rubio. Todo el mundo obedeció— ¿Qué acaso no oíste lo que dije? Vete a formar —me espetó al ver que no me había movido.

Lo miré desafiante por unos breves segundos para luego con una sonrisa de suficiencia ponerme al lado de Tania.

—«No causes problemas» —sugirió Fernanda. Levanté mis manos con la palma hacia arriba en señal de desconcierto.

—¿Tienes algo qué decir, Inchausti? —me regañó el rubio. Estaba a punto de contestarle, pero me cayó— Creo que no —soltó una sonrisa socarrona.

—No se suponía que Nerissa debía ser quien esté aquí también —señalé para incredulidad de mis demás compañeros— Lo siento. Sí tenía algo qué decir —dije devolviéndole la sonrisa socarrona.

El rubio sin dejar de mirarme tensó aún más el rostro y comenzó a vociferar.

—¡Escuchen, novatos! Hoy es el primer día de entrenamiento y quiero que sepan que no estoy aquí para acariciarles el ego. Aquí no hay lugar para los débiles y los que no estén dispuestos a sudar la camiseta. Si quieren formar parte de la guardia, deben estar dispuestos a esforzarse al máximo e ir más allá de sus límites.




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