Dos días pasaron desde aquel atentado. Mi madre y mi hermano que ya estaban en mi apartamento, se preguntaban sobre quién podía ser el sospechoso. Aquel viernes, a eso de las cuatro y treinta y cinco, la señora Bárbara y Selma llegaron a mi apartamento para hacernos compañía.
La mujer y mi madre parecían conocerse de toda la vida; hablaban y reían a carcajadas con entera confianza, apoyaban las bromas de Selma y seguían los típicos chistes de doble sentido de Axel. Pero, esa tarde, el tema de conversación era Julien.
La señora Bárbara de vez en cuando lloraba, cosa que claramente podíamos comprender, pues ella fue su nana y lo quería como a un hijo. Cuando mi vecina nos contaba un poco sobre la infancia de Julien y sus travesuras, pudimos escuchar unos golpes en la puerta.
—¿Esperas visitas? —preguntó Axel.
A lo que respondí con el ceño fruncido —¡No!
Me levanté y a paso lento me acerqué a la puerta. Por medio del visor para ver quién podía ser. «¡Oh, oh! Mal momento para llegar hasta aquí, amigo. », pensé y velozmente me di la vuelta susurrando —¡Es Harald!
Axel se levantó y se ubicó de espalda a la pared para cuando yo abriera la puerta, él quedara oculto detrás de esta. Mientras mi madre y las vecinas se ocultaron en mi habitación. Axel me hizo señas de que abriera la puerta y eso hice.
—¡Hola, Sara! —habló cínicamente —Supe lo de tu jefe, ¿Estás bien?
—No, yo también estoy herida e inconsciente tirada en una cama de hospital. Esto que ves ahora es un holograma —respondí tajantemente —¿Qué quieres, Harald?
—Supuse que tal vez necesitabas compañía.
Suspiré molesta dejándolo pasar —De verdad, admiro tu osadía de venir aquí luego de lo que hiciste.
—Por favor, no hablemos de eso, Sara —comentó con su falsa tristeza —déjame acompañarte, ¿Sí?
—Puedo cuidarme sola —respondí muy enojada —¿Por qué quieres hacerlo si antes te daba igual si algo me pasaba?
—Porque comprendí que hice mal y me arrepiento de ello. Por favor, Sara, te lo imploro. Dame una oportunidad y te juro que jamás te arrepentirás. He cambiado y quiero que regresemos.
—Esa mentira no la creería ni tu madre —respondí —¡Lárgate! Ya dejé de quererte hace mucho. He sido feliz sin ti y ahora mi corazón le pertenece a alguien más.
Harald se sorprendió —¿Qué? ¿Quién es? ¡Dime! —intentó agarrarme y en ese instante, Axel lo emboscó por la espalda usando una curiosa frase:
—¡Se encontró el hambre con la comida! —sonrió de manera pícara.
Harald volteó y se asustó al ver a mi hermano —¿Axel? ¿Eres tú?
—No, ¡Soy Krampus! —dijo acercándose a Harald mientras empuñaba sus dedos con el impulso de pegarle —¿Qué planeabas hacerle a mi hermana? —Allí, lo agarró por el cuello de la camisa.
Harald no hablaba, estaba muerto de miedo. El pobre diablo temblaba, pues sabía que en cualquier momento, mi hermano le daría una paliza. Aunque en el fondo no quería que semejante alboroto se llevara a cabo dentro de mi apartamento, deseaba que le diera su merecido. Con el dolor de mi alma le dije a Axel que lo dejara ir, que no valía la pena, pero Axel hizo caso omiso y le dio un fuerte golpe en la cara. Harald cayó tendido en el piso, a un costado del sofá.
—No vuelvas a buscar a mi hermana, o te atienes a las consecuencias —advirtió Axel hablando con firmeza.
—Sara, por favor —dijo Harald, pero lo interrumpí.
—Vete de aquí, no quiero que regreses.
Mi madre y mis vecinas salieron y miraron a mi ex con desaprobación. Axel por su parte, estaba feliz porque cumplió su deseo de golpear a ese desgraciado.
—Está bien, no volveré a molestarte. —Harald se levantó —deseo que seas feliz.
—¡Anda! Ten un poco de dignidad y orgullo, campeón. —pronunció mi hermano mientras que Harald salía de mi apartamento.
—¡Por fin, un poco de paz! —pronunció mi madre —¿Qué pretendía ese energúmeno?
Allí intervino Selma —Tal vez está tratando de confundir a Sara.
La señora Bárbara dijo estar de acuerdo con su nieta, hasta yo pensé lo mismo. Harald todavía seguía con Bettina y ambos nos buscaban a Julien y a mí. ¿Con qué objetivo? Han pasado diez meses desde que todo este circo barato se formó y ellos no parecían querer quedarse quietos. Todo lo contrario, aparecían cada vez con más frecuencia.
—Bien —dije —dejemos a Harald en el olvido. Ya tuvo suficiente con el golpe que le dio Axel.
Minutos después, La señora Bárbara y su nieta regresaron a su apartamento, pero antes me pidieron el favor de darles cualquier noticia que obtuviera de Julien. Por supuesto que debía hacerlo, no podía negarle noticias de Julien a la mujer que lo cuidó por tanto tiempo. Ella adoraba a mi jefe, y él a ella.
A eso de las siete de la noche, recibí una llamada. Mi madre vio la pantalla del celular y me dijo que era Sonja.
—¡Contesta! —hablé desde la cocina —Estoy picando cebolla.
Mi madre respondió —¿Hola? —hizo una pausa —Sí, habla Magda, soy la madre de Sara —hizo otra pausa —Ya la paso al teléfono.