Mientras Máximus se dirigía junto con Cornelio a la tienda que recientemente le había asignado el Estado Mayor de la legión no tuvo oportunidad de conversar con Emilio, caminaba observando la disposición de las carpas y la zona en la que se encontraban dentro del enorme enmarañado de edificios que era el cuartel de la legión. Quintillo no dejaba de observar a su alrededor mientras caminaban en la noche, pues esa parte del campamento nunca la había visitado, algo que le sorprendió mucho considerando que ya llevaba tres días desde que llegó.
-Ahh... ¿Emilio?
-¿Si?
-Ah... ¿Dónde estamos?
-Pues en la zona de carpas muchacho- respondió prácticamente bostezando el viejo primípilo, casi sorprendido de que le siguieran haciendo esa clase de preguntas tontas.
-Me refiero a que sector del campamento estamos. Este lugar no parece los establos ni la zona de las tiendas de los auxiliares.
Por un momento, el Primus pilus no oyó la voz de nuestro recién llegado centurión, sus párpados estaban del casi todo cerrados y su cabeza caía lentamente hacía adelante. Pero las últimas palabras del joven le quedaron suspendidas en su mente , abrió los ojos como platos y levantando ágilmente su mentón empezó a escrudiñar a su alrededor.
-¡Tienes razón!- exclamo ahora sí despierto Cornelio, pero sin su habitual mal humor característico- Este lugar no parece a ninguno de los que haya visitado, y eso que este campamento está en pie hace más de dos años.
Máximus empezó a preocuparse, que el centurión superior de la legión no pudiera ubicarse en su propio campamento no era algo de lo que estar feliz, y menos a altas horas de la noche.
- Señor...¿No tiene idea de donde estamos no?
-Silencio, yo no dije eso.
- Lo sé Emilio, pero con tu impresión das a entender que...
-¡Silencio!
-Está bien, solo quería...
- ¡¡Shhhh!! ¡Cállate y escucha!
Máximus cerró la boca y prestó todos sus sentidos a descubrir el más mínimo indicio que llamara la atención de su superior, escuchó el canto solitario de un búho, el movimiento de las copas de los árboles por el viento afuera del campamento y el zumbido de los insectos en la hierba con reciente rocío. Nada, en la inmensidad y belleza de una noche a cielo abierto Máximus se sentía impotente al no poder atender lo que ...
-¿Lo ves?
- ¿Eh?- la voz del centurión, que ahora si parecía la de él lo trajo a la realidad- Lo siento señor, no percibo nada.
Máximus esperaba esa clase de insultos con doble sentido que caracterizaban a Cornelio por no estar a la altura de sus sentidos, pero en vez de eso el centurio se lo quedó mirando en la misma posición tan fijamente que parecía que no respiraba ni parpadeaba, agregándole que en medio de la noche parecía una especia de estatua autómata salida de las pesadillas. Al fin, movió su cuello muy lentamente dando una última mirada a su alrededor y más lentamente poso sus ojos en Máximus.
- ¿Escuchas las risas de los legionarios o los relinchos de los caballos?
- No señor.
- Dime una cosa Máximus, ¿Cuál es el castigo para un centinela descubierto durmiendo en su turno de vigilancia?
El Joven muchacho tragó saliva lentamente, no sabía a donde quería llegar Cornelio con todo esto.
- La... muerte... señor...
Cornelio le dedicó una aterradora sonrisa.
- Respóndeme Máximus,¿ acaso ves algún centinela por aquella empalizada?
Máximus siguió con la vista a donde apuntó Cornelio, en efecto, las fácilmente reconocibles siluetas de los defensores nocturnos no adornaban aquel sector de las defensas del muro. Pero lo que en verdad importaba era…
Y con una mirada orgullosa Cornelio se irguió lo más que pudo y sonriendo confiadamente exclamo:
- Por primera vez en mucho tiempo, no se que esta pasando aquí. Y eso me gusta.
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