-Podéis pasar- exclamo el calon apenas levantado su mirada del rollo de papiro sobre el que escribía el nombre de los visitantes. Acto seguido, Cornelio y Maximus cruzaron la entrada en dirección a vestíbulo de Cesar pero justo antes de que Máximus pasara por la entrada el brazo del esclavo lo tomo por el antebrazo izquierdo.
-Tu no, espera un momento.- dijo el esclavo mirándolo a los ojos. Máximus miro hacia delante buscando el permiso de Cornelio pero el Primus pilus ya estaba demasiado lejos como para percatarse de que no lo seguía.
-¿Qué quieres?- preguntó Quintillus Amadeus siendo directo al esclavo
-¿Le has contado a alguien lo de Cenabum?
-¡¿Qué?!
-¿Qué si le dijiste a alguien lo que te conté hoy? Sobre la revuelta de Cenabum, es de vital importancia que me lo digas.
-Pero para que...
-¡Solo dímelo!
-¡No se lo dije a nadie!- mintió Máximus.
-¿En serio?- preguntó el siervo que con su afilada agudeza mental podía saber cuando alguien le decía la verdad. Y más aún si se trataba de un soldado sin educación.
-Buenoo...... –alcanzó a exclamar el joven centurio mirando a su superior cruzar la entrada hacia la antesala de César y perderse en la oscuridad. El esclavo lo vio alejarse con la boca abierta de la preocupación y rápidamente volvió con Máximus.
-¡Escúchame infeliz! Es de vital importancia que ni tu ni él mencionen algo de eso ahí dentro- sentenció el esclavo tajante.
-¡Espera! Por que yo.
- Porque eres el único al que se lo dije por accidente.
-Escucha...¿Cuál es tu nombre?- preguntó el centurio buscando ganar el duelo
-Pausanias, de Tesalónica.
-Mira Pausanias, sabes bien que yo no quise sacarte nada de eso, así que no me corresponde a mi arreglar esto.
-¡Si evitas que César se entere, haré que desvíen “por accidente” tres ánforas de Falerno para tu tienda esta tarde!
Máximus lo miro sorprendido, no esperaba esa jugada y menos de un esclavo al que el común de la gente considera poco más que cualquier otro objeto. Ante la oferta del calon, Máximus intentó poner su honestidad y transparencia por encima de sucias jugarretas que de seguro perjudicarían a uno o a muchos pero otra vez su sentido del paladar le venció la pulseada.
-¡Tranquilo!¡No diremos ni una palabra!
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-Tomen asiento por favor- exclamó César en un tono neutro después de recibir el saludo de sus oficiales. Y bien se sentaron ordenó a su esclavo personal que les sirviera vino en dos vasos de cerámica pobremente decoradas.
-Supongo que saben porque los llamé- dijo el Cónsul.
-Creemos que sí señor- acertó velozmente Cornelio.
-¡Excelente! En ese caso seré directo con ustedes, por favor, beban, es un nuevo vino traído de una de mis fincas al pie de los Alpes- pidió el general apuntando a sus vasos, mientras Máximus y Cornelius saboreaban el sabor César ordenaba sus pensamientos para decidir como llevar a cabo la conversación
-Primero, antes que nada- inicio el general, Máximus y Cornelio que seguían bebiendo el buen vino lo dejaron rápidamente y se prestaron para escuchar lo que les diría su superior- debo disculparme ante ustedes por el error de inteligencia previo a la marcha, normalmente un comandante no pide disculpas por una emboscada a una de sus unidades, pero yo aseguré, o había asegurado esta zona, por lo que suponía que deberían haber realizado su misión sin inconvenientes.
-¡No hay porque señor, es nuestro trabajo!- respondió Máximus rapidamente.
-¡Como lo dijo él señor, debemos estar preparados para este tipo de cosas y responder de la forma más efectiva posible!
-¡Me honran caballeros! No saben lo cómodo que me siento al tener legionarios como ustedes!- exclamó César para enorgullecer a sus subordinados antes de asignarles la misión-Aún así.... hay algo más que necesitaría que hagan por mi y por Roma.
-¡Lo que ordene señor!- dijo Cornelio.
-¡Solo dínoslo César!- exclamó Máximus, Cornelio lo miro soprendido de que se refiriera a su superior por su nombre, y mayor fue su respuesta cuando vió que César lo felicito por ello.