Cuando Máximus, Claudius y Castus llegaron al campo de entrenamiento en el que estaba el centurio Tulo, Tiberius y Phoenix, el grupo se junto casi instintivamente y se saludaron como si fuesen veteranos de las legiones licenciados que no se veían hace tiempo.
Todos se pusieron a charlar alegremente y se pusieron al tanto de las situaciones que vivían.
-¡Estos galos de mierda son más capaces de aprender a redactar poemas en el latín de los tiempos de Servio Tulio antes que usar bien la gladius!- exclamo mitad en broma y mitad en serio
Todos rieron al unísono y agradecieron, para sus adentros, el que siguieran vivos en esa tierra extraña, todos juntos. Aunque solo hayan dormido separados una noche todos se sintieron plenos de volverse a ver.
Mientras que Emilio les narraba la deplorable situación de las camas de los barracones en las que tuvieron que dormir, a lo que Tiberio le respondio usando la misma frase y tono que el usaba con los legionarios, especialmente con los reclutas.
-¡Estas son las legiones putos!¡Un quejido más y vas a ir a dormir haciendo guardia en las afueras del campamento!
Otra risa más hizo que el grupo se distrajera felizmente como para no ver que se acercaban a paso lento pero constante Segovax y Terencio. Cuando llegaron con ellos el galo comenzó la conversación.
-¡Me alegra veros felices y dichosos mis amigos romanos pero me temo que si quieren seguir estando así por muchos años más tendrán que acompañarme!¡Lugrox debe mostraros algo!
Sin pensarlo mucho los romanos lo siguieron hasta la casa de Lugrox en la que habían estado la primera noche escondidos de la vieja gorda. En efecto, allí estaba el diplomático galo que los ayudaba en la misión que César les había dado.
-¡Caballeros romanos! Siento tanto tener que molestarlos en las actividades que tienen asignadas pero es de vital importancia que escuchen esto¡ Necesito que presten atención y me digan que es lo que saben sobre lo que les diré!- afirmo con seriedad pero también robustez el galo pelirrojo.
Durante un muy buen tiempo Lugrox les explicó que había obtenido, mediante sobornos a los taberneros, unas ligeras aproximaciones sobre la ubicación donde se celebraría el concilio de los druidas. Siendo una ciénaga alejada de la ciudad el lugar donde tendrían que comenzar con las investigaciones.
Aparte de esto, Lugrox les avisó a los que estaban encargados del adiestramiento de la fuerza urbana de Puerto Icio que había tenido indicaciones de que habían espías que vigilaban los movimientos de los romanos en la ciudad, especialmente de Tulo y los que lo ayudaban: Tiberius y Phoenix.
-Sabemos que esos espías no nos vigilan desde lejos sino todo lo contrario, hay una gran posibilidad de que formen parte de la fuerza que estamos entrenando para proteger la caravana de suministros- exclamó Terencio dando a entender el porque se había alejado del grupo para aportar a la misión por sí solo.
A Tulo, que mantenía su mirada neutral y casi sin vida en Terencio, no lo caía nada bien esta noticia. Ya estaba bastante harto de los sucios galos que tenía que adiestrar como para tener que vigilarlos con detenimiento uno por uno.
-Eso sin contar que no sabemos cuantos son ni mucho menos... a quien responden- terminó el Despilfarrador.
- ¿Y como puedes conocer que hay espías siguiéndonos los pasos si no sabes para quienes trabajan?- preguntó Claudius con dudas.
-Cuando entiendas algo de subterfugio y como sacar información a los demás sin que se den cuenta sabrás que a veces lo mejor es no hacer muchas preguntas. Ya que corres el riesgo de decirlas en el lugar y momento equivocado.- exclamó arrogante Terencio cruzando los brazos dejando ver una extraña capa color verde oscuro.
-Y por si esto no fuera poco- agregó Lugrox buscando suavizar la noticia- Los ataques a las caravanas han parado durante un tiempo. Pensamos que se habían rendido por fin pero ayer por la noche atacaron a unos mercaderes que volvían a sus pueblos natales al caer la noche. No saquearon nada, simplemente los mataron y clavaron sus cabezas en lanzas a los costados de la carretera.
-¡Un mensaje que busca decirnos que no se han olvidado de nosotros- exclamó Máximus en voz alta. A lo que todo el grupo incluyendo los galos respaldaron con gruñidos o asintiendo la cabeza.
Segovax, que no había hablado desde que los trajo del campamento esperó el momento idóneo para decir lo último que faltaba, seguramente lo más serio de todos los temas.
-Hay algo más...- exclamó ante la atenta mirada de todos, menos Lugrox que sorprendentemente miraba al suelo.
- Hablando con los taberneros de la zona pude darme cuenta de que vuestra llegada no ha sido del todo secreta. Algunos ya los ubican... como clientes constantes inclusive....
De repente todas las miradas menos de Ségovax y Lugrox se posaron en Terencio, hasta que este se dio cuenta y se defendió.
-¡Oigan!¿Por que me miran infelices? En mi defensa solo visité burdeles... si es que pueden llamarse así.
Como lo seguían viendo decidió que tuvo que desistir un poco.