Las Águilas de César

17

-¡¿Alguien me puede decir como mierda zafamos de todo eso?!

Tulo golpeo la mesa con la palma de su mano extendida al mismo tiempo que con la otra llevaba sus dedos a su entre ceja para recordar bien cada uno de los detalles de lo ocurrido hace un par de horas.

-¡Te lo diré si hablas lo más bajo posible antes de que los dueños del lugar nos entreguen a los druidas!- respondió Terencio sin levantar tanto la voz como Emilio. El y Tiberio eran los únicos que, al no estar en su papel de oficiales en el cuartel o a la vista de otros legionarios, podían corregir a su primípilo en cualquier cosa que les pareciera que le fallara la inteligencia. Ósea, en  no pocas situaciones.

El centurio de la Primera Cohorte de la Décima hizo un gesto con la mano dando a entender que comprendió lo que le decía. Al mismo tiempo, Phoenix miraba al  cantinero a ver si los estaban observando puesto que, no muchos taberneros galos aceptaban atender a romanos y menos aún a legionarios. Pero ya que hace tiempo que la ciudad estaba bajo dominio de César y por ende de Roma, los galos deberían haberse acostumbrado a ver a legionarios con licencia tirados en el suelo de las calles borrachos, vomitando en sus puertas o armando una riña entre ellos. “Mientras que hablen el mismo idioma que todos los hombres usan, el dinero, no se pueden quejar” pensó el galo mientras veía al dueño dar una tarro de cerveza enorme y lleno de espuma a una galo rubio que reía a carcajadas con el tabernero.

Los siete estaban sentados en una alargada mesa de madera que crujía con cada movimiento que cada uno hacía. De un lado estaban Terencio, Emilio y Castus, mientras que del otro Máximus, Tiberius, Phoenix y Claudius charlaban enfrentados a ellos sobre lo ocurrido. Tanto Claudius como Castus estaban con los brazos cruzados sobre la mesa y con sus cabezas apoyadas sobre ellos durmiendo incómodamente.

-La verdad,- comenzó Tiberius- es que no tengo palabras para explicar la repulsión y admiración que siento por ustedes al volver a salir ilesos de otra situación igual de estúpida y peligrosa como todas las anteriores.

-No voy a decirte que con el tiempo te acostumbrarás porque de ninguna manera es así- respondió Tulo con un tono serio pero que demostraba cansancio por la hora que era.

 -No puedo creer que vaya a decir esto pero- alegó ligeramente en broma Terencio- no puedo ser yo el que da los consejos y las  observaciones más lógicas del grupo, ¡se supone que tendría que hacer todo lo contrario!

 -Es esta ciudad de mierda, amigo- sentencio culposo Tiberio- Desde que llegamos no nos han faltado desgracias a nuestras vidas, lo que sobrevivimos estos días no tiene nombre ni manera de relatarse en  los cantos épicos o en las historias de jerga de nuestros compañeros de la Décima… ¡y eso que todavía no se nos ha caído ninguna losa en la cabeza!

Apenas dijo esto, Claudius, que dormía con la cabeza recostada en su antebrazo izquierdo, quiso cambiar de posición al lado derecho pero no calculó que estaba en el borde de la mesa y por ende el peso de su cabeza y cuerpo hizo que se deslizara  su pecho por la mesa hasta luego hacer caer todo su cuerpo al suelo soltando un ligero y casi imperceptible chillido, el cuál Emilio no dudó considerarlo tan poco varonil como para ser digno de un gato.

 -No te entristezcas…- respondió el primípilo – en cualquier momento le tocará a uno de nosotros… y me aseguraré de no estar cerca de gente así- agregó señalando con su mentón el cadáver de Claudius que yacía durmiente en el suelo ante la falta de voluntad por parte del joven de levantarse del suelo. El cuál no encontraba para nada incómodo para su descanso.

Máximus, a pesar de estar del otro lado de la mesa y casi no ver la cara de Claudius si podía observar sus pies tendidos en el piso de madera del recinto. Por un momento pensó que si no le hubieran dicho que dormía hubiera considerado que Claudius en verdad estaba muerto por la posición de sus piernas. Al principio esto le pareció gracioso pero luego se dio cuenta de que esa podía ser la misma posición que tendrían cada uno de ellos si no hacían o pensaban en algo rápido con el que superar la situación que estaban pasando.

 -Si no pensamos en algo, pronto terminaremos igual él, solo que nuestro descanso no tendrá pausas.- dijo sériame y con facciones neutras en su rostro. A Emilio le sorprendió la sinceridad y la implacabilidad del chico que normalmente decía cosas alegres o motivadoras, por su parte, Tiberio se sintió atraído por el correcto y estético juego de palabras que había usado.

-Lo que dice el nuevo no está tan errado- interfirió Terencio sin mirarlo y apuntándolo con el cuchillo que estaba usando para pelar su manzana.

- Tiene razón- agregó Phoenix- No podemos permitir que esos druidas o los que los estén ayudando puedan salirse con la suya. Todavía no conocemos sus intenciones pero creemos que este “concilio” pueda ser  una simple fachada de algo más grande y turbio.



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En el texto hay: imperio romano, julio cesar, legiones romanas

Editado: 29.04.2020

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