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-No se rían…
Exclamó Terencio a Phoenix y Tiberius, los cuales estando agazapados adelante de él intentaban aguantar la risa que les provocaba el ver a su amigo desnudo sin más que con un taparrabos y una piel de lobo en su cabeza, cuyo pelaje del animal caía en cascada por la espalda del optio. El cuál no veía la hora de sacarse el maldito traje de berseker que tenía para poder vestirse como un romano decente.
-…¡dije que no se rían!- exclamó el optio con un poco más de intensidad pero todavía en voz baja a sus compañeros. Estos seguían aguantando las carcajadas solo por el simple hecho de que se encontraban en una situación tan delicada como lo era sostener a un recién nacido.
Detrás de ellos se encontraban, también arrodillados, la guarnición gala recientemente formada de Puerto Icio. Todos estaban alienados tras los arbustos con armaduras de cuero ennegrecidas con carbón mezclado con agua para la ocasión. Los más de doscientos ingresantes que conformaban la cohorte celta de la ciudad estaban desperdigados a los lados del camino que llevaba a la puerta sureste de la ciudad. Más precisamente en las colinas que flanqueaban la ruta de abastecimiento de la ciudad. Estas subidas estaban llenas de arbustos y árboles, por lo que ocultarse no era muy difícil en realidad. Sumado a una oscura noche de luna llena y con nubes de que presagiaban una inminente lluvia al día siguiente.
Un escenario perfecto para una emboscada.
Del lado este del camino se encontraban Phoenix, Tiberio, Terencio y el primus pilus Cornelio, el cuál miraba solitariamente el camino esperando a que llegara la hora; junto a doscientos de los jóvenes más fuertes de la recién creada guarnición. Del lado oeste de la ruta, Segovax, Lugrox y un pequeño número de nobles galos esperaban cautelosos junto con los restantes efectivos de la guarnición de Puerto Icio, los cuáles contando a los voluntarios y el personal romano del cuartel apenas llegaban a ochenta. De ambos bandos, el oeste era significativamente muchísimo menor que el este.
-¡Cornelio!¿Que mierda estamos esperando!- exclamo casi susurrando Terencio al primus pilus, el cuál sin quitarle el ojo al camino respondió no sin hacerlo esperar.
-A que sea el momento….
-¿Momento?¿Momento de que Cornelio?
-El de emboscarlos.
-Eso es obvio Cornelio, pero no nos has dicho de que manera, en que momento y de que forma, no nos explicaste tu estrategia ni tu…
-Calla.
-..¿Qué?-preguntó el optio asombrado de la interrupción de su líder, escucho si silencio por un momento y luego entendió el porque lo hacía- Si esto es por lo de que yo espío en tabernas y burdeles mientras ustedes están con los galos te digo que…
-¡Que calles dije!- volvió a interferir tajante el centurio para luego apuntar con su índice derecho a un objeto que el creía ver en el camino de empedrado- ¡Mira!
Al principio Terencio no vio lo que el dedo de su centurio marcaba, pero después de unos momentos de ajustar su vista pudo distinguir un pequeño objeto oscuro que se acercaba lenta y solitariamente por la carretera.
-No tienes tan mal tu vista después de todo.
-Es imposible no distinguirlo- respondió fríamente el centurio sin sacar sus ojos de su presa.
- ¿Y que se supone que es? Ya que lo distingues tan bien- dijo Terencio con cierto desdén a su centurio, el cuál había recuperado de súbito la seriedad que lo caracterizaba en el resto de la legión.
-Míralo bien…- exclamo casi de manera imperceptible Cornelio, esta vez apuntando con el mentón hacia el lugar que quería que su optio viera.
Terencio no tenía ganas ni energías para esas cosas, por un momento prefirió volver con Tiberio y Phoenix para que se rieran de él en vez de seguir con Cornelio y con sus estúpidos objetos visibles inventados de la nada misma. Pero luego por curiosidad e instinto miró en la dirección que el primípilo le indica, al principio no vio absolutamente nada, y ello le hizo que el pensamiento anterior tuviera más peso, pero luego en esa oscuridad que observaba había en la lejanía un pequeño objeto que destacaba por ser más negro que la vegetación de su alrededor. El mismo parecía mantenerse estático en su lugar, apuntando en dirección a la curva de la carretera que lleva a la entrada sureste de la ciudad. Pero luego Terencio notó algo más, vislumbró que dicho objeto se iba acercando poco a poco por el camino a un ritmo constante pero lento, de manera casi imperceptible. Al acercarse un poco más a la curva pudo apreciar los detalles del objeto negro con un poco más de claridad.