—De todo se puede aprender, querida Mina.
Las palabras que le dijo su maestra a Mina cuando le preguntó cómo seguirían adelante después de lo sucedido eran dignas de una maestra de escuela, necesitarías de varios minutos para poder entenderlas del todo, y aun así cabía la posibilidad de interpretarlo mal. Por desgracia, tenía ese y mucho tiempo libre para buscarle la lógica ahora que la escuela había cerrado temporalmente.
Con el pueblo roto, las personas lastimadas y asustadas, y una gran sensación de pérdida que había asolado a toda la zona a Mina se le hacía muy difícil creer que lo que decía su maestra podía ser cierto. Al ver su desconcierto la maestra Lisa siguió diciendo.
—Lo que sucedió fue terrible, —comentó sentándose a su lado —pero no por eso vamos a detenernos. En los años que llevo viviendo aquí me he dado cuenta que, no importa lo que golpee a este pueblo, siempre se levantará como arte de magia.
—Hm… no sé si lo entienda.
—Descuida, ya lo entenderás, por ahora ayuda a tu madre con lo que necesite. Y no te olvides de practicar para el acto de noviembre —agregó.
—Y yo creyendo que me salvaría del asunto del baile —musitó.
—Claro que no —exclamó la mujer sabiendo lo que ella susurraba.
Mina dio por hecho que la maestra tenía razón, solía tenerla siempre, sobre todo en ese tipo de cosas. No solo eran sus palabras, la figura recta de la mujer, sus ojos castaños, su cabello rubio muy lacio y sin una imperfección, todo en ella era perfecto y de alguna forma a Mina le inspiraba a creer en ella.
A pesar de que dijo que todo iba a pasar y que las cosas mejorarían, ella no veía cómo sería posible, tantas casas destruidas, postes de luz caídos y ese miedo de que volviera a suceder otra vez. «Espero que no» pensó sintiendo lo mismo que aquella vez que se quedó sola en el bosque: vulnerable.
***
Sin darse cuenta llegó a su casa y encontró a su mamá limpiando, parecía pensativa sobre algo, tal vez pensara en lo que había sucedido, o como harían para seguir adelante con todo lo que sucedió. Como sea, si no lograba aclarar “ese” asunto ahora luego se arrepentiría.
—Mamá, ¿podemos hablar? —preguntó tímidamente.
—Sí querida, ¿qué sucede?
Con inquietud sostenía detrás de su espalda el cuaderno de quien creía era su padre, no sabía cómo preguntarle quién era y por qué no estaba con ellas, suponía que era uno de esos temas que debían hablarse lo más directamente posible, sin rodeos. Y así lo hizo.
—¿Quién es Arthur Jobs?
«Tal vez no tan directo» pensó al ver que el plato que sostenía su madre había formado un enorme rompecabezas de piezas rotas y desparramadas por el suelo de la cocina.
—Em… ¿cómo sabes de él? ¿Acaso tu hermana…?
Ella inmediatamente le mostró el diario, lo que provocó un gran suspiro de alivio por parte de su madre, «aunque pensándolo bien, pude usar esta oportunidad para fastidiar a Nana. Lástima, será en otra ocasión» pensó un poco decepcionada por haber perdido esa oportunidad.
—Lo encontré entre tus cosas.
—¿Por esto fuiste al pico? —preguntó tomando el libro en sus manos.
—No… No lo sé —dijo confundida —yo solo…
—... Querías respuestas —completó ella con una débil sonrisa.
—Sí —afirmó cabizbaja.
—Pues siéntate, te contaré todo.
—¿En serio?
—Sí, no más mentiras querida.
Delia le contó la historia de cómo se conocieron ellos, al parecer su padre era un explorador obsesionado con los mitos y las leyendas que rodeaban a ese pueblo, él creía que cosas imposibles habían sucedido y que podían ser un gran descubrimiento. Hasta que un día, por casualidad, se encontró con ella. Mantuvieron una relación y luego nacieron Nana y ella, pero a sus dos años de edad él se fue del pueblo.
—Tuvimos una discusión y al final terminó por irse… bueno, técnicamente yo lo eché. Pero tenía mis motivos —comentó.
Mina se mantuvo en silencio por la historia que le acababan de contar, no sabía que decir en ese momento, ni cómo reaccionar a lo que le habían dicho nunca se había esperado ese tipo de historia, era incluso más interesante de lo que había esperado, aunque para ella era curioso que el relato no la emocionara como era costumbre.
—¿Estás bien?
—Sí, es solo que… no recuerdo nada sobre eso.
—Es normal, apenas habías cumplido dos años. eras muy chica
—Nana… ¿Ella lo sabe?
—Sí, para tu hermana fue un poco más difícil, era muy apegada a él. Cuando se fue se sintió muy triste y se esforzó mucho por cuidar de ti.
—Mamá… —gruñó ella —prometiste que sin más mentiras —le recordó sin poder creer que Nana fuera amable con ella en algún momento.
—Ja, no estoy mintiendo… no tienes idea —dijo levantándose y trayendo un álbum de fotos —. Míralo por ti misma.
En la foto se podía ver a Nana, con una edad mucho menor, cargando un bebé, que aparentemente era ella, lo pudo notar por el sombrero tan grande que traía puesto: era el suyo.
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Editado: 13.09.2024