Una muchacha, en la posmodernidad de postrimerías de los '90, viaja a Brasil. Espíritu aventurero, lo hace a dedo, cargando apenas una mochilita. Llega a instalarse unos años, explora formas de vida, se interna en las favelas, e inesperadamente encuentra ahí... Pero antes: es lo que se llamaba una inconformista, una transgresora. Sin el marco de los ‘70 lo contestatario se traduce en ella en un lenguaje, una forma de vestir, aritos incrustados en la nariz, el pelo hirsuto. Nada más. Sin embargo tiene un nombre con pretensión poética y que suena a portugués, SOADORA, producto de que la eñe no es posible aún en el ciberespacio, cuando creó su nick lo advirtió y decidió que quedara así.
Ya en los albores del nuevo siglo, encuentra –decía- nada más ni nada menos que al nieto del Viejo, que vive en la miseria y se dedica a buscar argentinos interesados en el personaje creado por su abuelo ya fallecido, que los brasileros por supuesto desconocen, y en el supuesto que lo conocieran no llegaría a interesarles en lo más mínimo porque baila chacarera en vez de samba.
A SOADORA le gusta el Indio, tiene algo de transgresor como ella, al menos de las formas sociales, con esa plumita y ese poncho y esos modales rústicos, aunque esté también su costado careta y no trance con el alcohol y la droga, pero no es careta con otras cosas, el tipo va de frente y lo ha leído hasta hace poco en las Selección de las Mejores. Por eso escucha atentamente al nieto del Viejo cuando le cuenta: Abuelo (no dice mi abuelo, conserva esa antigua modalidad de la clase alta de nombrar a la familia sin adjetivos posesivos, quizá porque para ellos la posesión es un hecho, no necesitan proclamarla), Abuelo –dice- era un tipo raro. No sólo porque se ocultara, tenía otras rarezas. Mirá esto, es extraño. Nadie lo tiene, es un original, estaba oculto en sus papeles, lo encontré yo después que murió y me lo traje...
Anotado a lápiz en el primer cartón, un paquete de cincuenta y dos cartones, dibujados a tinta de los dos lados y coloreados, dos episodios –así se llamaba a las tiras- por página, en total ciento cuatro páginas, en total doscientos ocho episodios, bastante más que la extensión habitual de las antiguas que andaban por los ciento setenta, escrito en lápiz decía -desenvuelto el paquete por ella se lee- “Padrino pedófilo”. Extraña aventura donde una y otra vez el Padrino, presa de una lubricidad que en las historias convencionales se sugiere –y sólo en dirección a mujeres- pero jamás se explicita, intenta aquí someter al menor deforme. Cuando es descubierto por el Indio, lo arrojan a un chiquero de chanchos, con la recomendación de la Nodriza que sacie sus anormales instintos con ellos, aunque esto es dicho sin ningún eufemismo: ahí tenés, cogételos, po. Estentóreos ¡Jua, Jua, Jua! en los globitos del Cacique, el Capataz, el Gurí y la Nodriza, coronan el cuadro final. Raro, muy raro, repite nieto. Es posible que abuelo, cuando hizo esto, ya estuviese gagá… se sabe que a cierta edad, los frenos morales… SOADORA se lo canjea ventajosamente por algo de hierba que llevaba encima. Le deja también unas artesanías –collares, cadenitas- que ella hace, para que el otro revenda, pero que de poco le van a servir en un país donde a cada paso aparece un artesano.
Vuelta a su país y necesitada, a su vez, de efectivo para faso y birra, porque los giros de su padre en el exterior tardan en llegar y porque con su madre y la nueva pareja de ella se lleva pésimo y ninguna moneda puede esperar de ahí, necesitada, entonces, decía, decide lucrar con su hallazgo, y se le ocurre rematarlo en una página de la web llamada Mercado Libre, en la que se comercian todo tipo de cosas y entre ellas hay un rubro dedicado a revistas coleccionables, donde abundan ofertas de las del Indio, claro que ninguna tan excepcional como la que ella posee. Trabajosamente elabora una descripción de la historia, escanea el cuadrito final y envía el material bajo el título Una inédita del Indio... ¡Joya para coleccionistas!, frase esta última que copió de otras publicaciones que sin duda no la merecían.
Es una aventura del Indio de 208 episodios, encontrada entre los papeles del Maestro después de su muerte y jamás publicada en ninguna de las revistas de la editorial. El argumento versa sobre los intentos de abuso del Padrino hacia el gurí. La acción se inicia en la gruta donde fue encontrado el menor. El Padrino bebe el agua mágica de un manantial interno de la caverna, que le produce alucinaciones. Se le aparece, entonces, el espíritu del Tata, que le ordena vengar la afrenta que le hiciera su otro hijo, al liberar al hermano deforme. De ahí en más, el Padrino se dedica a perseguir al Gurí para sodomizarlo. La perversa historia explica que no se haya editado, ya que revela una faceta oscura del Maestro. Son originales coloreados en acuarela. Joya para coleccionistas.
Los coleccionistas, lejos de ofertar, se enojan mucho con la publicación.