Las Claves Del Indio

LIV. UNA HISTORIA FAMILIAR

Aún en la conciencia que la chance es ínfima, los cincuenta pesos podrían llegar a servir para un doble favor, así que después de cumplir el mandato conyugal, entregándolos religiosamente al oficial de justicia de Cañuelas, y recibiendo a cambio las cédulas debidamente diligenciadas, arremeto:

-A lo mejor le extraña la pregunta, pero siempre que paso por una ciudad, averiguo. Yo soy coleccionista... ¿No habrá por acá una librería de viejo, o casa de antigüedades... ?

Cañuelas es un pueblo chico, y en todo pueblo chico de la Provincia de Buenos Aires a los forasteros se los trata con una mezcla de sorna y desconfianza. La cara del oficial de justicia de Cañuelas aparte de eso, denota el habitual gesto de incomprensión. Es altísimo, flaquísimo, con unos bigotitos de villano de cine mudo. Fuma Particulares sin filtro, y ya sea por el humo espeso o porque me está estudiando, me mira con los ojos entrecerrados. Tengo preparadas las especificaciones del caso: lo que se comercia en una librería de usados, que mi predilección pasa por las revistas, cuál es el tipo de revistas. La experiencia me enseñó que conviene ir puntualizando de a poco, no tirar la información junta porque, de todos modos, habrá que volver a repetir. Tan mecánico es el procedimiento que, sin que todavía el otro haya formulado pregunta alguna, sobre la ínfima pausa que se produce, arranco a explicitar... Pero el oficial de justicia de Cañuelas se anticipa:

-Vamo'a ver, dijo un ciego. ¿Usted qué busca? ¿Antigüedades o libros?

-En realidad revistas viejas…

-Por'ái cantaba Garay. Los coleccionistas de revistas se dividen en dos, los que buscan de deportes, y los que buscan de historieta. Yo tengo la colección completa de El Grafico desde el año '30 hasta ahora. La inició mi padre y yo la sigo. Tengo dos muebles llenos. Si quiere se las muestro, pero comprenderá que no las vendo…

Si bien la respuesta es una perlita, comparada con el promedio. Aclaro:

-No, en realidad, yo colecciono historietas…

-Me lo imaginé, el diablo sabe por diablo… No tiene cara de gustarle el deporte.

Paso por alto la observación, que suena a crítica, y especifico:

-Correrías y Andanzas

-El Indio y el Indiecito, sí. ¡Y el Padrino! ¡Cómo me gustaba cuando el tío lo insultaba! Me sé los insultos de memoria, mire… -y a continuación dispara, cual una ametralladora- granuja perdulario tránsfuga truhán tahúr botarate tirifilo mequetrefe holgazán zopenco badulaque alcornoque gandul tunante pelafustán tarambana crápula mentecato.

El asombro no me deja espacio para sospechar –cosa que elucubro después- que me está tomando el pelo con los insultos.

-¿O sea entonces que las leía?

-¡Las leía y las guardaba!

-¿Y todavía…?

-Pare mano, tallador –vuelve a interrumpirme- No se ilusione, mi amigo. Un día vino uno de la Capital, así como usted, que no sé cómo se enteró que las tenía y me ofreció un platal por todas. Lógico que se las vendí. No me importaban tanto y si él quería pagar esa fortuna, allá él con su locura, ¿no?

-¿Y eran antiguas? –pregunto innecesariamente, con una cuota de masoquismo.

-De las primeras que salieron. Pero no se aflija –adivina, sagaz- No es que se las haya perdido por llegar un rato tarde. No fue ayer, fue hace mucho.

-Sí, es un consuelo- admito, ya listo para despedirme.

-Igual, usted sabe. El que busca… yo me sé un lugar donde se pueden encontrar…

El ritmo cardíaco se me aceleró.

-¿Acá, en Cañuelas?

-Por la zona. Usted conocerá la historia del que inventó al Indio, el tal Quinteros.

-Sí… con otra ene y sin ese…

-No. Si yo le digo que va a llover, salga con paraguas. Y si le digo Quinteros es porque es Quinteros. No conoce la historia. Es interesante. Y larga. Si quiere pasar a tomar unos amargos, se la cuento…

Creo haber apuntado que odio el mate, y aparte me temía otra perorata como la del Chiquito Cabello, pero la curiosidad pudo más.

En Cañuelas no llovía y el oficial de justicia me hace pasar por la puerta lateral, que da a un patio con parral y enredadera. De las paredes de ladrillo cuelgan jaulas de pajaritos con sus respectivos recipientes para el agua y alpiste. Es como si retrocediera cincuenta años en el tiempo.

Me tengo que tragar varios mates, disimulando el asco, para escuchar, con el acompañamiento de fondo del trinar de los pájaros, la prodigiosa historia, que arranca así:



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En el texto hay: comic, coleccionista, historietas

Editado: 24.07.2019

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