El subte está repleto y no hay hueco posible que me permita, de parado, buscar en las últimas páginas de "30 años en Tierra del Fuego".
Deténgase en el vaticinio final, fue la tercera indicación que le hiciera el PROFESOR a ELCOVE. Desistí de la tentación de localizar a Pico y presentarme con el volumen, no tanto con la finalidad de vendérselo, sino para indagar un poco por donde transcurren las obsesiones de esta gente. Es de suponer que si el PROFESOR lo menciona en su mail, y además anduvo rastreando en este tipo de literatura, el señor Elenio pertenece a la misma fauna alucinada. Me divierte pensar la panzada que se haría ELCOVE con un menú tan apetitoso. Sobre todo, habiendo caído a la mesa nuevos comensales. No niego que a mí también me intriga bastante, pero es más fuerte mi necesidad de terminar arrojando al mar al Indio. Descartado el hermoso ejemplar de la dos que volvió a la caja fuerte de Ezra (al que, por si las moscas, dejé mis datos), me queda, como último recurso, encontrar a Orestein en Flores. O en su defecto, orar a Kóoch, el Dios de los Tehuelches, para que despeje el cielo y esta tarde pueda abrir el Parque.
El local de Orestein sigue existiendo, pero está cerrado. Un sucucho, en medio de la galería estrecha y laberíntica, atestado de revistas hasta el techo, a la manera de La Tonina, de Luro e Independencia, en Mar del Plata. El negocio contiguo es un barcito interno, con similares características de sordidez, en el que, seguramente, los únicos parroquianos deben ser comerciantes de la misma galería. Ahora, las escasas mesas están vacías y no se ve a nadie detrás de la barra. Delante de ella, solitario, un tipo desaliñado fuma y lee el diario, sentado en un taburete. Le pregunto el horario de apertura del local de al lado, y me mira fijamente. Con voz ronca, me contesta:
-Espere. El dueño habrá salido a hacer un mandado.
No me va a venir mal sentarme a tomar un cafecito mientras rastreo las tan mentadas profecías del padre De Agostini. Aparte, mientras continúe el mal tiempo, no tengo asunto mejor en qué ocuparme. Por tercera vez en el día, saco el volumen del portafolio. Curioso, lo de este ejemplar. Me lo impusieron en Saladillo, la misma ciudad donde abro el correo de ELCOVE y aparece mencionado en el mail del PROFESOR. También en ese mail se alude a Moreno, el arquitecto amigo del Chiquito, quien creí me había esquilmado en su momento, y me equivoqué, porque me termino enterando que el libro es realmente valioso. Para rematar, en vez de serlo por la historia de los Tehuelches, lo es por las visiones de un cura fascista.
Aparece el mozo, tan desaliñado como el comensal de la barra, que ahora advierto me está mirando de reojo. Supongo que no es frecuente que caigan desconocidos en este lugar. He comprobado que a los habitués de los bares de barrio les disgusta que eso ocurra. Empiezan a hablar alto de mesa a mesa, se desplazan impunemente por el local, hacen notar su familiaridad. Sin duda la escena repetida hasta el hartazgo en las películas del Far West, está tomada de la realidad. Los mozos también se prenden en ese juego. Recuerdo que me pasó la primera vez que fui al de Alberdi. Me pareció que el galaico comentaba mi pedido de revuelto gramajo con un par de clientes y se burlaban. Cuestión de códigos, me digo.
Para cuando llega el café, creo haber ubicado el párrafo final señalado por el PROFESOR a ELCOVE.
La olvidada grandeza de los Tehuelches renacerá cuando se junten los tres Tomos perdidos del Segundo. El poseedor del primero, despojado ya desde antaño de su vestidura de fundador, acorralado en su madriguera, perecerá bajo las llamas del Infierno, que ninguna lluvia podrá apagar. Al poseedor del segundo se lo encontrará, desquiciado, en los floridos campos del Señor, cuando ya no se halle en su poder. Habrá que recurrir entonces al Santuario, heréticamente invertido, y buscarlo en el lugar donde el Cáliz se preserva. El rastro del poseedor del tercero podrá seguirse escribiendo con los dedos el nombre del último descendiente, allí, donde como en el número que cifra a la Bestia, una letra se repite tres veces en el rectángulo libre de marco. Así se reunirán los tres de la dos, podrá subsanarse la desobediencia y se develará el más oculto de los secretos.
¿Qué significa este galimatías? Súbitamente, me aparece la imagen de Ezra, hojeando las últimas páginas del libro. En ese momento, en el afán de la puja, supuse que verificaría que estuviera completo. Me resuenan también las últimas palabras del recado al señor Elenio: Incluye las profecías, dígale... ¿Bajó la voz en esa frase? ¿O lo imaginé? Ahora no podría afirmarlo. Algo se empieza a armar en mi cabeza... Se supone que si Pico es conocedor del tema y está interesado en conseguir la edición del '53, es porque sabe que incluye las profecías. La aclaración suena redundante, sobre todo partiendo de Ezra, que no suele usar palabras de más.
¿Y si mis baladronadas frente al anticuario, acerca de la rareza del ejemplar cero cero dos, fueran reales? ¿No habré acertado, de casualidad, a encajar una de las piezas del rompecabezas profético? Releo el final del primer párrafo: ... los tres Tomos perdidos del Segundo. El prólogo dice que esta edición, de tirada numerada y reducida, fue corregida y aumentada por el propio autor poco antes de morir.