¿Que podremos decirle a un hombre desesperado? —Añadió Laria— si decimos no, tu destino sería inminente, no durarías no más que unos días, si no es por frío, o por alguna fiera.
— Es verdad— acento Brim con su cabeza— no podemos dejarlo solo a merced de cualquier mercenario. Podrían venderlo, o quizá cosas peores.
— ¿Si nuestro abuelo estuviera aquí, que nos diría? — Pregunto Clen.
— No, digas, no digas, por favor, las sonatas del abuelo me dejaban sin ganas de comer o dormir, sé que tenía razón, nos enseñó todo lo que Gabriel necesita — dijo Brim.
—Creo que mucho no podemos hacer ¿si fuimos preparados para esto, que más pensar? — Laria se juntó las manos— yo voy, dijo sin más que pensar, es muy claro, el necesita encontrar a alguien, yo puedo encontrar cualquier cosa. Cuenta conmigo Gabriel— dijo mirándolo fijamente, lo acompañaba una sonrisa.
— ¡Que más remedio! — dijo Brim— cuanto antes mejor.
— Esperemos, que la tormenta pase de largo— comentó Laria, escuchando el viento que arremetía contra la casa— solo unos días, hasta que pase la tormenta hay que ser precavidos. Podríamos morir de frío, o cosas peores podrían pasarnos.
—Podríamos entrenarlo— Comento Brim alegre— será de mucha utilidad, este mundo está plagado de cosas que no te gustaría cruzarte, nosotros podremos darte estrategias, y podrás sobrevivir si te encuentras solo.
— Gracias, por todas sus intenciones— dijo Gabriel después de escuchar a cada uno— solo que no estoy dispuesto a esperar, ni uno y ni dos, ni tres días— dijo levantándose de su asiento, estoy sintiendo que pierdo tiempo, que cada minuto que pasa estoy perdiendo pistas, segundo que no puedo recuperar. Esperó poder hallarla. Dijo mirando el fuego fijamente.
— No podemos, echar a perder el tiempo, es verdad, pero a veces debemos perder un poco de tiempo para al final ganarlo. No estás preparado para pelear o sobrevivir, o poder encontrar cosas que son necesarias para vivir allí fuera.
Fuera el viento no reducía su fiereza, golpeaba la copa de los árboles y una copiosa nieve caía sin cesar.
Los hermanos lo miraban, sabiendo que los peligros estaban a la vuelta de esquina. Haberlos encontrado a ellos había sido un golpe de suerte.
Comenzaron a escuchar un silbido en medio del viento y la tormenta qué se volvía cada vez más ajetreada. Laria, Brim y Clen se levantaron rápida mente de sus asientos. Ellos miraban atreves de las ventanas, cosa imposible para Gabriel.
Era de noche y los copos de nieves que caían a raudales no dejaba distinguir lo que pudiera estar pasando fuera.
Ellos se miraban entre si preocupados, Gabriel intento no perder la calma, y al final pregunto — ¿Qué demonios sucede fuera?
Laria miro a Gabriel con desaprobación por su pregunta, rápidamente levanto su mano, y le hiso señas a Brim, El capto rápida mente el pedido, tomo al español.
Frente a la puerta trasera.
Tienes que largarte — le susurro al oído Brim — te encontraremos, no puede quedarte un segundo más. Pensamos que Kenwof se había quedado en el otro mundo— sus ojos estaban abierto grande mente— no preguntes y hazme caso, fuera hay un sendero, es una ruta de escape, te daremos todo el tiempo posible, si vencemos te alcanzaremos.
Gabriel sentía un hormigueo en el estómago, sentía que lo jalaban hacia el vacío.
—Por más que no escuches nada, él está aquí, y por alguna razón desea tu vida.
—Brim— Susurro Laria— tiene que sacarlo de aquí.
El la miro, sin contestarle— ten esto, era de mi padre— dijo Brim extasiado.
Los cristales de las ventanas estallaron, como si una bomba hubiera explotado. Gabriel se llevó las manos a los oídos, los dos salieron expulsados por una onda que choco contra sus cuerpos.
El viento comenzó a entrar. Gabriel se levantó, confuso, con un golpe en la cabeza, Brim lo ayudo a levantarse, él le grito, su cabeza daba vueltas, veía borroso, y no podía entonar palabra.
Tienes que pelear— le espeto Brim— Le coloco la espada en mano— Kenwof viene por ti.! Maldición, maldición ¡
Brim tomo la espada cortando la cabeza de algo, que Gabriel no pudo distinguir.
Eso lo volvió en sí, abrió sus ojos grande mente, Brim estaba frente a él.
—¡Qué diablos! —espetó Gabriel— Son del inframundo.
Tienes que pelear— le volvió a repetir, y le dejo la espada nueva mente en sus manos.
¿Qué vamos a hacer? — pregunto Clen extasiado.
Pelearemos— contesto Brim desde atrás, tenía un corte en la ceja, estaba decidido a no rendirse.
Laria, tu pierna— dijo Clen
Estoy bien, no es nada.
¿Que está sucediendo? — pregunto Gabriel depositando la espada en sus manos.
No lo sé— contesto Clen— parece que se están agrupando.
Eso fue un espía— contesto Brim, enfurecido —Los próximos vendrán a por ti, quédate cerca de nosotros, Kenwof tiene un ejército de carroñeros, los Ucals cuidan de ellos, así que no estarán contentos cuando vean lo que le hice a su amigo.