Las crónicas de Grea (en proceso)

CAPITULO VI

TÚ ERES LA HIJA DE JUANA GREA COLBRIS, TÚ ERES… 

El cielo nublado, los pinos cubiertos de nieve y una que alguna seta rompiendo el suelo adornaba el hermoso paisaje mañanero de aquel lugar mítico fantástico. Me alisté y salí enseguida a la pileta del edificio, donde una estatua de serpiente se alzaba al cielo y con sus escamas brillantes alumbraba la mañana friolenta. 

—Buenos días, Grea —sonó una voz a mis espaldas.

—Buenos días —respondí con temor por el aspecto que tenía.

Sí era una serpiente con cicatrices muy notables, sus ojos eran rojos y su escama era verde brillante como el de la pileta que acababa de ver.

—No es para tanto —dice alejándose, son tatuajes que me hice a lo largo de mi existencia.

—¿Tatuajes? No pensé eso —respondí corriendo detrás de ella.

Y ya no estaba, el lugar estaba en completo silencio. Las plantas de las macetas se movían maliciosamente. Hasta que uno de ellos se puso de pie tomando una forma humanagatuna.

—¡Porque me maltratas! — empezó a gritar obligándome a tapar mis oídos. 

Me quedé estática sin saber que hacer o qué responder. Retrocedí a tientas quedándome pegada junto a otra maceta que colgaba con arbustos que se arrastraban por el piso.

—Tú, jovencita. Deja de maltratarme —se quejó una voz ronca.

Me di la vuelta y no había nadie. Hasta que vi que alguien se acercaba, era Armagedon. Llevaba una túnica morada con un sombrero de mago. Con su camisa impecable y botines brillantes. Sus manos sostenían una enorme carpeta con tallados de árboles y otras cosas que no logré percibir. 

—Ya es momento de ir a la academia querida Grecia—dijo con elegancia

—Grecia no, Grea— Lo corregí con molestia. 

—No llevas el uniforme, eso es preocupante. Nirvana se enfadará, aunque como eres nueva te lo dejará pasar esta vez—habló sin dejar de caminar.

Lo seguí ignorando el comentario que acababa de escupir, porque se ve que era un niño con ínfulas de grandeza o eso me parecía. Subimos las escaleras y luego nos internamos por un pasadizo semi oscuro con ventanas en formas triangulares. Hasta que por fin, se alzaba una imponente puerta ante mis ojos, en el fondo yacían criaturas de distintas formas y tamaños. Mi acompañante me jalo de la mano hacia un lugar donde no interrumpiera. 

—Tú, shhh—Me hizo la señal y al mismo tiempo se puso de cuclillas realizando la reverencia. No entendía nada, todo esto era nuevo para mí. aunque todo lo que me había ocurrido era fantásticamente poco creíble si lo contara a los humanos. 

—Bienvenida criaturilla—dijo una voz casi gritando. Todos voltearon a verme —¡Acércate!—ordenó apuntándome con el dedo índice. 

Me acerqué temerosa, los cuchicheos y murmullos eran evidentes. 

—Feliz cumpleaños a nuestra nueva integrante—gritó el individuo que acababa de llamarme y al mismo tiempo empezó a tocar una pequeña flauta y su melodía de por sí provocaba paz y tristeza. El resto de los presentes no dejaba de aplaudir al ritmo de la melodía. ¡Qué sorpresa! pensé internamente. 

—Muchas gracias—agradecí. La melodía paró y el flamante animador dijo lo siguiente; 

—Bienvenida a este mundo de caos y alegría querida Grea. Esperemos que te sientas como en casa y disfrutes tu estadía—culminó sonriéndome con dulzura. 

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No esperaba tremenda sorpresa.

—Agradezco a todos ustedes, sí que me han sorprendido—hablé emocionada —Gracias por lo de hoy—culminé agitada. Los vítores y aplausos volvieron a resonar la gran sala. 

Sí, era un nuevo inicio en mi escasa existencia de recuerdos. 

—Chicos cada uno id a vuestras cuevas y aprended las lecciones de hoy—gritó con seriedad. Todos los ahí presentes empezaron a movilizarse. Criaturas de toda índole se iban marchando, en lo personal, el espectáculo continuaba para mí, porque ver a una rata con bastón y alas de dragón me dejaba estupefacta. O como ver a un centauro riendose hasta no poder me desequilibraba en absoluto. 

—No les agradará como lo estas viendo—me dijo el animador susurrándome al oído —odian que los mires como lo estas haciendo, aunque es normal en una criatura como tú —dijo mostrándome sus orejas de conejo lo cual me sobresalta de sorpresa. 

—¿Por qué todos son diferentes aquí? —pregunté tocándome las manos con algo de vergüenza. 

—Aquí vienen criaturas de todos lados, de aquí de allá o de donde sea, porque este es un único lugar seguro en nuestro mundo, cómo ves la maldad está es todas partes, sin embargo, aquí es el santuario de la protección, es el santuario de las gorgonas —finaliza con orgullo y algo de pesar —ya es momento de que vayas a tu cueva y te toca la Cueva Medusa —ordenó alejándose con rapidez. Su capa resplandecía de color a la luz del día. 

—Estamos en la misma Cueva Medusa —me dice una voz a mis espaldas y es una niña de mi tamaño con cuernos apenas perceptibles. 

—Ah, gracias —respondo con nerviosismo.

—No te sientas mal por mirar como miras, es normal en criaturas como tú—dijo con suavidad —Soy Astrud de la familia de los sátiros, mis padres fallecieron y ahora nuestro reino es gobernado por mi tío, pero mi hermano crecerá y recuperará nuestro reino —dice limpiandose las lágrimas. 

—Claro que lo harán—la abrazo automáticamente —Vamos a la Cueva…—digo tomándola de la mano. 

—Eres muy bonita, se rumorea por ahí que eres especial aunque no parezcas y no tengas nada como los demás de aquí —dice con ingenuidad.

—Eso es interesante sobre mí.

—Sí que lo es.

Caminamos por los pasillos. Astrud me guía y me explica el porqué de las cosas. Me explica sobre las plantas que en realidad no son plantas sino guardias que vigilan el torre, que las ventanas pueden cambiar de forma según el clima y, que las paredes escuchan todo y, por ende, saben todo los secretos del lugar, sin embargo, no tienen el don de hablar cuando se les plazca solo cuando se les da el conjuro, eso no saben ni los maestros ni alumnos solo los jefes supremos. 




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