Las crónicas de la Torre -1- El valle de los lobos

Cap I - Kai

Noche de Abril, un niño de no más de 13 años va corriendo hacia una casa del pueblo, objetivo: llegar hasta la comadrona. Al llegar a su casa, casi sin aliento, tardo unos segundos en poder artícular las palabras.

 

-Yael, ¿te encuentras bien? -dijo la comadrona- y ¿tu madre?¿Dónde está?- dijo con cierto tono preocupado. 

 

Cuando, por fin, Yael pareció recuperar el aliento dijo:

 

-¡Mamá está a punto de dar a luz!

 

-¿Como? ¡No tenía que haber pasado nada hasta dentro de un mes! A qué esperas, ¡vamos ahora mismo a tu casa!

   ***

Cuando llegaron a su casa se podía oír desde fuera los lamentos de la madre, ya había dado a luz a cinco bebés antes. Sin embargo, estaba preocupada, nunca antes le había dolido tanto.

 

- Dejadme paso, ¡Rápido!

 

Tal y como lo había ordenado la comadrona, todos los miembros de la familia salieron de la sala. Más tarde, todo se sumió en un horrible y abrumador silencio. De repente, se escucho un llanto de bebé y el padre decidió entrar corriendo. Cuando entro en la sala vio a su mujer tumbada, con la frente llena de sudor halado, se podía ver cómo había sufrido, en cambio, a los pies de la cama, la comadrona tenía en brazos a la pequeña, Sandra, la comadrona, no dejaba de ver asombrada los ojos de la pequeña, unos ojos morados, penetrantes, parecía que, con tan solo una mirada, podía ver lo que pensaba la gente. La llamaron Dana, como su abuela por parte paterna. Sandra nunca supo describir ni explicar lo que vio en los ojos de esa pequeña... Desde ese momento, ella decidió abandonar los partos, nada podía semejar se a la belleza y el misterio que se ocultaba en sus ojos, de hecho, se podría decir que Sandra llegó a sentir un poco de terror.

***

Pasaban los años y Dana trabajaba en la granja de su familia, desde bien pequeña, ahora, con seis años, ya sabe que su lugar está en la granja, aún que tampoco había salido de ella nunca, pero una cosa estaba clara, cada miembro de esa gran familia era obligatorio para que la cosecha fuera prospera.

Un día, mientras Dana limpiaba las verjas de la granja, no eran más altas que un metro y pico, vio algo durmiendo entre las sombras, quiso acercarse y ver que era, ella siempre había sido muy curiosa. Así que, aprovechando que nadie miraba, se acerco, tan sólo unos metros le separaban del individuo que dormía tranquilo. No sabía si debía despertarlo o no, el pequeño parecía de su misma edad. Al final decidió dejarlo en paz, no estaba dentro de la verja así que no era problema suyo.

 

Pero eso cambio cuando al día siguiente el pequeño volvió a la granja de Dana y le saludo amablemente, a través de las verjas, metía sus graciosas mejillas entre la verja y le saludo amablemente. 

 

-¡Hola! - saludó - Me llamo Kai.

 

Ella estaba haciéndole un pequeño examen visual, "no parece mal chico", pensó Dana. Kai tenía el pelo rubio y unos ojos penetrantemente verdes, en cambio, Dana tenía los ojos morados, súper oscuros y morados, por eso nadie quería hablar con ella, las hijas de los vecinos decían que el demonio los había maldecido y que esa niña era el mal personificado, que estaba trastornada, y, a pesar de que ella nunca había hecho nada malo, ellos estaban seguros de que era así. A los ojos les conjuntaban una coleta alta, con un pecho de pelo sobre la cara. Al final, Dana se volvió hacia él y le dijo:

 

-Hola, yo soy Dana.

 

Ninguno de los dos sabía que ese serie al comienzó de una gran amistad

Al principio se me llaman de vez en cuando, muy de vez en cuando. Era el que visitaba la granja y Dana nunca pregunto dónde vivía o quiénes eran sus padres. Kai estaba ahí, y eso era suficiente. Sabía infinidad de historias de tiempos remotos, de cuando los grifos y dragones abundaban en el mundo, de cuando las tierras elficas, que según le contó se extendían al otro lado del océano; no parecían estar lejos de cuando había hechiceros sabios y bondadosos y héroes poderosos que luchaban armados de mágicas espadas legendarias. Dana, escuchaba todos estos cuentos con los ojos muy abiertos. Los relatos de Kai abrían su imaginación a un mundo que antes apenas que había atrevido a soñar. En su casa no eran muy apreciadas las historias de seres y lugares fantásticos, puesto que, en el caso de que existieran tales cosas, estaban demasiado lejos como para llegar a afectar alguna vez a la vida de la familia, y, por tanto, no valía la pena pensar en ello. Sin embargo, Dana aprendió a beber con avidez de las historias que relataba su amigo Kai, con ojos soñadores, escuchaba atentamente cada palabra que salía de su boca, sin perderse ni el más mínimo detalle del relato.

 

Con el tiempo empezaron a verse todos los días. Kai aparecía temprano por la mañana para ayudarla con su trabajo: así acababa antes, y tenía más tiempo libre hasta la hora de comer.

Entonces corrían los dos al bosque, entre risas, y se perdían en él. Kai le enseñaba mil cosas que ella no sabía, y juntos silbaban a los pájaros, espiaban a los ciervos, trepaban a los árboles más altos y exploraban los rincones más ocultos, bellos y salvajes de la floresta. 



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En el texto hay: aventura magia amor imposible

Editado: 29.04.2020

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