Mía Morgan había vivido, a partir de sus diez años, en una pequeña capsula alejada del mundo. Solía tener muchos amigos y a menudo se preguntaba que había pasado con ellos ¿Dónde estarían? Solía repetirse antes de dormir, segundos después se respondía a si misma que los vería durante la mañana al ir al colegio, siempre los veía.
Permaneció alejada de su familia siempre que pudo, su padre no estuvo antes y pocas veces estaba ahora pero Mía lo amaba como si fuera el único que realmente estuvo siempre, su madre solía pelearle cualquier cosa que hiciera y a Mía no parecía importarle mucho lo que pensara aquella mujer, aunque si le importaba.
Escribía en un diario y tenía un corto bloc de notas donde anotaba sus frases favoritas, dibujaba y leía la mayor parte de su tiempo, solía escribir una historia pero la abandono al poco tiempo de empezarla pues no se sentía tan valiente para contar su vida.
Compartía secretos con un peluche que solía abrazar durante las noches, porque no era tan valiente para llorar frente alguien más, y contar sus secretos nunca fue su fuerte.
Le gustaba estar sola... y quizás eso la llevo a él.
Porque la noche en la que Mía había decidido no necesitar de nadie para ir al cine lo vió tocando su guitarra. Claro que esa misma noche sus amigas habían vuelto a aparecer y parecía, incluso para ella, increíble de explicar. Así que cuando recibió un mensaje de una de ellas diciendo que si irían se alegró enormemente.
Llevaban poco tiempo de haber salido Bella, la mejor amiga de Mía desde que tenía memoria, sonreía y hablaba a su lado acerca de lo mucho que le había gustado la película. A.J, su prima, se limitaba a asentir y mirar a su alrededor como si no conociera aquel centro comercial de memoria mientras C.J, la hermana menor de A.J, la miraba y luego volvía la vista al cielo como si no le importara realmente lo que hablara Bella o mirara su hermana. Mía sabia que, de hecho, no le importaba ni un poco.
Al rebuscar en lo profundo de su bolso tratando de encontrar su teléfono se topó con algunas basuras y sobres de chocolate así que, haciendo caso omiso a los que sus amigas estuvieran hablando a su izquierda, se levantó y caminó directo a la papelera más cercana.
Al voltear chocó con el cuerpo de una de ellas; quienes la habían seguido a penas Mía se había parado del asiento con cara de confusión.
- ¿Qué hacías? - preguntó la rubia
- Botando algunos sobres de basura - respondió Mía mirando a Bella y encogiéndose de hombros
- oh, creí que... - intentó contestar su amiga pero rápidamente fue interrumpida por A.J
- debemos llamar ya es tarde - les había recordado
Y con un rápido movimiento de muñeca Mía le entregó su teléfono a C.J quien se quejó un poco al principio pero luego lo acepto sin replicar otra vez colocando el sonido en alta voz. Al tercer pitido su madre atendió
- hola mamá - saludó la morena - ya salimos
- claro, ya voy para allá - se limitó a responder su madre, y luego de algún tipo de sonido seco la llamada se cortó
- supongo que eso es todo lo que dirá - ironizó C.J regresando el teléfono
- si, supongo que sí - rió Mía al aceptarlo
Las cuatro compartieron una mirada y luego soltaron a reír como si no hubieran reído lo suficiente ya en la sala del cine cuando habían sido las únicas cuatro chicas en toda la sala que habían cantado a todo pulmón cada una de las canciones de la película. Al cabo de un rato negaron todas con la cabeza y tomaron un paso lento directo al banquito donde habían estado antes.
Pero aquel banquito ya no estaba solo. Dos chicos de su edad estaban sentados tocando ambos unas guitarras mierda, no quitaron los puestos había pensado Mía, pero sus amigos no repararon en la presencia de los chicos y simplemente tomaron asiento en una de las esquinas del extenso banco que rodeaba un árbol.
Los chicos comenzaron a tocar y enseguida Mía logró saber que canción era: stitches, de Shawn Mendes quien había sido desde hacía ya vario años su cantante favorito. Y aquella su canción favorita.
Ella volteo sobre su propio eje y miró como el menor de los chicos comenzaba a tararear la letra y se preguntó si era que no se la sabía o simplemente no pensaba cantarla. Al rato se sorprendió a si misma parada justo al frente de ambos chicos y a todas sus amigas inclinadas también mirándolos.
- Canten, no los morderemos - dijo, pero enseguida sintió la sangre subir a sus cachetes y agradeció lo obscuro de la noche
Él le sonrió, ese chico que ella llevaba rato mirando, ese que había visto de primero al pasar frente a los dos, ese que le había gustado aunque del solo podía distinguir su color de piel y lo liso de su cabello, pero Mía no pareció percatarse de lo poco que sabia del cuando le devolvió la sonrisa.
Y el cantó... toda la canción, la cantó. Mirándola y sonriendo de vez en cuando.
Ella sintió mariposas, pero ella repudiaba las mariposas. Luego de su primer amor fallido se había cerrado a toda posibilidad de amar, era simple coqueteo, pensó quería negarse a entender que las mariposas no eran un simple dolor de estómago por haber comido tanto.
A mitad de la canción pensó en Jase su ex novio quien antes de romper su corazón le había dicho:
- Nadie nunca te dedicara un gol tan bueno
Y se contesto que el tenía razón,
quizás nadie le dedicaría un gol mejor que el de él pero había cosas mucho más sorprendentes que un gol.
Una canción por ejemplo... pero desecho aquella idea no lo le estaba dedicando nada ¿o sí? No
Al decir la última palabra Mía y sus amigas miraron como el carro de su tía aparcaba muy cerca de ahí así que sin más que un "adiós" las cuatro partieron de ese lugar. Y mientras todas hablaban alegres de la película Mía se pregunto ¿Por qué no le había pedido al menos su nombre?
- Ey, ¿estas? - preguntó a su izquierda Bella, y ella desechando aquel pensamiento respondió :
Editado: 10.05.2020