—¿Si vas a ir? —preguntó Yamir algo preocupado, mirando como su empleada se colocaba su mochila.
—Si —respondió como si nada—. El Doctor Strange dijo que tenía que hablar conmigo de algo muy importante —Su jefe suspiró y llevó una de sus manos a su rostro, Becky acomodó su cabello y le miró confundida—. ¿Qué pasa?
Yamir dejó caer la mano y vio angustiado a Rebecca.
—Sabía que andabas en algo muy raro, pero... ¿En qué te has metido, niña?
Ella se asombró.
—Pues, ayer lo viste.
—En serio, Rebecca —soltó severo—. Lo que yo vi ayer... fue... —se detuvo, alzó sus manos y notándose desesperado, buscaba las palabras correctas— tan raro como perturbador.
—Yo también ya he visto y vivido cosas raras y perturbadoras. De hecho, el estar en el hospital fue debido a una entidad llamada pesadilla.
—¡¿Qué?!
—Pero anoche todo se solucionó —continuó sonriente—. El Doctor Strange logró vencerlo y todo volverá a la normalidad
Yamir se alejó del escritorio y se acercó a Becky, la tomó de sus hombros y le miró cuál amigo preocupado.
—Piensa lo que estás haciendo.
—Desde que sé, lo he hecho.
—¿Y qué es lo que quieres hacer? ¿Unirte a esa locura?
—Yo...
—Esto, claramente, no es un juego.
—Ya lo sé —respondió mientras le bajaba las manos—. Ya lo sé... Sea lo que sea, estaré bien.
Becky dio la media vuelta y caminó a la salida.
—¡Le diré a tu madre! —advirtió.
—¡No, no lo harás!
—¡No me retes!
—¡No te creerá! —exclamó al abrir la puerta, se giró y le sacó la lengua.
Salió y se preparó a cruzar la calle. Yamir suspiró angustiado, la conocía, sabía que ella sería capaz de unirse a esas locuras. Y rogó a su Dios para que le cuidase.
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Rebecca subió los escalones para llamar a la puerta del santuario. Alzó su mano y a punto de tocar la madera, junto a un parpadeo, notó como el lugar donde estaba había cambiado y casi cayó al realizar que ya no estaba en la entrada. Se enderezó confusa y observó a su alrededor.
—Buenas tardes, Keller —escuchó a sus espaldas.
La joven volteó y descubrió a Strange con su prestigiada seriedad y descansando en su sillón.
—Buenas tardes, Doctor —saludó, aún aturdida.
—Por favor —ofreció apuntando al sillón vecino y ella obedeció—. ¿Té?
—¡Claro! —Acercándose al sitio ella notó como los materiales para preparar el té aparecían junto a su asiento—. Gracias.
Becky tomó asiento y empezó a alistar su té. Él esperó paciente y una vez ella dio el primer sorbo, generó un sonido en su garganta. La joven alzó su mirada y bajó la taza de té.
—¿De qué quería hablar conmigo, Doctor? Me dijo que era algo importante y, siendo honesta, si me tiene algo... confundida —mencionó con una nerviosa sonrisa.
Strange miraba riguroso a la sonriente joven quien comenzaba a desesperarse por la calma repentina. Parpadeó veloz, bajó la vista a su té y respiró profundo.
—He estado pensado en la situación en que nos vimos envueltos —habló de repente.
—¿Sobre Haberdash? —preguntó alzando su cabeza.
—Sí.
—Oh...
—También lo sucedido en un comienzo.
—Ah, ¿Morgana? —soltó algo atontada. Strange asentó, percatándose su incomodidad—. Perdón...
—Está bien —dijo mientras se levantaba—. El punto es, que he meditado demasiado esto. Pidiendo a los Vishanti que alumbren mis dudas y conflictos, y me guíen por el sendero correcto.
Becky frunció su ceño, sorprendiéndose de esas palabras y que su confusión llegara a un nuevo nivel. Bebió de nuevo y siguió con su mirada al Doctor, quien daba una pequeña caminata alrededor, no muy seguro de continuar. Sin esperarlo, detuvo su andar y sus ojos expresaban algo singular. Algo que le hizo sentir a ella un escalofrío.
Strange observaba a la chica mientras en su cabeza llegaban un sinfín de cosas. Apretó sus labios, agachó la mirada y colocó sus manos en el respaldo de su asiento. Becky parpadeó asombrada y su boca se había abierto ligeramente.
—Ahora sí, ya me asustó, Doctor —mencionó, dejando a flote sus nervios y alzando su taza.
Un suspiro fue su respuesta y ella llevó su mirada a la taza y bebió. Stephen Strange le echó un vistazo, y con las dudas aun martirizándole decidió dejar caer la bomba.
—Aceptaré que aprendas las artes místicas.
Aquellas palabras lograron que Rebecca se ahogara con su té. Empezó a toser, cubriéndose con su brazo mientras el Doctor Strange le veía amargamente. Trató de controlarse, dejó la taza sobre la mesita conjunta y el profundo respirar provocaba un nuevo arranque de tos. La joven logró notar al hechicero, con una ligera seña le pidió que le esperase y él resopló agotado mientras se erguía, esperando con increíble calma.
De nueva cuenta llegó otro profundo respiro, los últimos tosidos ya no resonaban en el lugar y Rebecca, con sus ojos teñidos en rojo y unas lágrimas intentando escapar, se alzó.
—¿Ya estás mejor? —preguntó serio.
Ella asentó veloz y alzó su pulgar para confirmar su respuesta. Aclaró su garganta y llevó una de sus manos al pecho, gesticulando una expresión de vergüenza y asombro. Con unos ligeros golpecitos al pecho, dejó caer su mano y su rostro se exhibía como un tomate recién cortado.
—Ya... ya estoy... bien...
—Me alegra.
—¿Podría repetir lo que dijo? —ahondó confusa—. Creo que mis oídos se taparon o yo disocié un momento...
—Te acepto como aprendiz —interrumpió.
Percibiendo aquellas palabras, los ojos de Rebecca se abrieron y originaron dos óvalos azulados anonadados y perdidos. Strange arqueó desconcertado su ceja ante la reacción que contemplaba, ella no había vuelto a parpadear, parecía haber dejado esta realidad y desesperado juntó sus manos ocasionando un fuerte aplauso.