¿Cómo debe ser el primer amor? Supongo que el primer amor debe ser sincero, coqueto y con una pizca enorme de pudor. ¿He tenido mi primer amor? No lo creo. Nunca he tenido una relación amorosa con nadie y creo que aún no estoy lista para amar a alguien.
¿Por qué hablar de amor?
A la mañana siguiente no pude evitar sentirme emocionada y sorprendida. Resultaba que Ángel había preparado el desayuno. Jugo de naranja. Hot cakes. Chilaquiles verdes. Gelatina. ¿Enserio? ¿Este hombre era de verdad? ¡Pues si! Él era de verdad y su sonrisa también.
Me pidió que me sentará a su lado, en la barra que estaba en la cocina. Esta vez no llevaba puesto su traje o su camisa y era la primera vez que lo veía tan holgado. Tenía puesta una playera de algodón negra y un pantalón de pijama con muchos cuadros de colores azul, naranja y blanco. Sus pies estaban descalzos.
—¿Cómo aprendiste a cocinar? —Pregunté curiosa.
Él masticaba un hot cake.
—YouTube y revistas de cocina. Pero principalmente, en los videos de Janet de Jauja cocina mexicana.
¡Eso era genial! Que un hombre sepa cocinar, eso es otro boleto.
—La verdad que están muy buenos estos chilaquiles. Si yo supiera cocinar, no sé, sería un logro muy importante para mí.
Me miraba con atención. Parecía interesado en lo último que dije por qué su semblante se volvió pensativo.
—¿Quieres aprender a cocinar? Podrías tomar clases de cocina en...
Y ahí estaba de nuevo, intentaba mostrarme más de su bondad.
—Ah no, está bien así. No necesito tomar clases de cocina. Después de todo, si tú aprendiste viendo vídeos en YouTube, yo también podré aprender siguiendo ese mismo método.
—De acuerdo. Espero que lo intentes.
Asentí. Di un bocado de chilaquiles. La sazón de Ángel era deliciosa.
—¡Esto está buenísimo! —Dije.
Le eché más queso a los chilaquiles. Mi buen apetito era algo, un poco exagerado. ¡Vamos! Soy una chica que come, más bien, que traga como cerda y se siente feliz. Agradezco tener un metabolismo acelerado.
—Qué bueno que te gustó. Eso me demuestra que he progresado como chef.
Reímos los dos. Desayunar con Ángel se estaba volviendo una costumbre muy agradable.
—¿Y doña Luisa?
Está mañana no la había visto.
—Le di el día libre. Más bien, le di la semana.
Sus palabras me sorprendieron. ¿Yo la reemplazaría? ¡Me exalte de repente! Además de mi trabajo como escritora, ¿yo sería una chica de servicio doméstico? Bueno, no es que no me gustará lavar los platos o hacer el quehacer de la casa, es solo que sería muy rápido que yo ocupará el lugar de alguien que lleva muchos años trabajando para Ángel. ¿No? ¡Ojalá que no haya pasado eso!
—Ella es una persona muy agradable y responsable.
Asintió. Me sentí nerviosa de repente. ¡No quería quitarle el trabajo a doña Luisa!
—Estoy totalmente de acuerdo —hizo una pausa para beber un poco de jugo de naranja—. Por cierto, ¿tienes traje de baño?
¿Se refería a mi ropa interior? Su pregunta era muy curiosa.
—Mmmmm. Sí. Ahora tengo una variedad de ropa interior —le dije al recordar toda la ropa que él me había comprado.
Ángel soltó una risita tonta.
—No me refiero a tu ropa interior. ¿Tienes ropa para ir a la playa? ¿Bañador?
¡Ah! Que chistoso. Confundí las cosas. Pensar en doña Luisa había tergiversado mis pensamientos.
—No. Bañador no tengo. ¿Por qué?
—Iremos a la playa.
¿Cómo así? Eso sí que no me lo esperaba. Casi me atraganto con los chilaquiles.
—¿Al mar?
—¿Te gustaría conocer el mar?
El mar. Mucha agua salada. Color azul. Arena. Olas. Palmeras y agua de coco. ¡Qué bello!
—Sí, estaría padre.
Asintió con una sonrisa cálida.
—Muy bien, pues, iremos a la playa.
Sonreí. Me gustaba la idea de ir al mar. Pero de pronto, me sentí incómoda. No quería ser una encajosa con Ángel. Está bien que él tiene dinero de sobra, pero no me gustaría seguir siendo una carga. ¡Ir al mar sería algo muy encajoso de mi parte!
—¡Gracias! Ángel, creo que no deberíamos ir. Es decir. Yo no debería ir.
Me lanzo una mirada curiosa.
—Tranquila. Es por la boda. Claudia nos invitó a su viaje como despedida de soltera.
Era verdad. Claudia me había comentado algo ayer.
—Pero…
—Recuerda que ella está súper emocionada contigo y además te pidió que seas su dama de honor.
Todo era verdad.
—Entonces ¿estoy obligada a ir?
—Supongo que sí.
***
Viajar en avión era una de esas cosas que tampoco imaginé hacer.
En el momento del despegue sentí una sensación muy extraña. Estaba nerviosa, pero quería aparentar que todo estaba bien. Mi estómago se sentía como si fuera una revolución y mi cabeza no encontraba estabilidad. Estábamos viajando en el avión privado de Ángel. ¿Avión privado? Sí. Una de las muchas cosas que el dinero puede comprar.
Mi asiento no estaba muy lejos del suyo. Había vino y bocadillos muy elegantes. ¿¡Quién come en un avión!? La verdad es que no se me antojaba nada, necesitaba aclarar mis nervios.
—¿Estás bien? —Me dijo desde su asiento.
Los únicos pasajeros éramos él y yo. Claro, también las aeromozas.
—Sí. Todo bien conmigo —mentí.
—Deberías intentar dormir un poco.
¿Por qué no se me había ocurrido algo como eso?
—Gracias por la sugerencia.
Él bebía vino mientras leía un libro de pasta morada. ¡Así que le gusta leer! ¿Qué sentirá cuando lea lo que escribí sobre él?
Fue una buena idea traer la computadora conmigo. Apenas había logrado escribir cuatro páginas y eso era una victoria para mí. Mi lentitud con el teclado era muy grande y aunque tenía algunas ideas en mente, no había logrado plasmarlas aún.
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Editado: 19.01.2024