Las garras del grifo y el reino perdido

Las garras del grifo 1

Los niños danzaban y correteaban por toda la villa, las hojas de los árboles y arbustos se agitaban de manera violenta ante el paso invisible del frío viento primaveral. El invierno recién había concluido, y la mayoría de la gente estaba alegre por la inminente llegaba de temperaturas más cálidas y agradables. Se respiraba un aire tranquilo y lleno de esperanza en el pueblo de Ashoril, cientos de personas hablaban simultáneamente de la feria que dentro de poco se celebraría en la plaza de Neronilián el Valiente. Miles de caballos y carretas recorrían las calles, y los comerciantes y mercaderes estaban eufóricos y ponían a prueba sus mejores chistes. Gandhorel caminaba cabizbajo por un callejón; ensimismado en sus cosas. –Quítate, muchacho–le gritó un jinete malhumorado que pasaba montado en un garañón castaño.  Consiguió esquivar al conductor, pero la bestia lo hizo mojarse de un agua fangosa. Había llovido bastante por la madrugada, así que los charcos abundaban y suscitaban molestias a todo aquel que se desplazase con sus propias piernas. «Debería haberme quedado en casa», pensó el joven tratando de limpiarse con las manos su túnica. Necesitaba descansar, se había pasado casi toda la madrugada leyendo una novela de caballerías. Su curiosidad no conocía límites, y por esa razón estudiaba todos los misterios de los que llegaba a enterarse. A veces se sorprendía; no hallaba respuestas para muchas preguntas. Cuando vio la magia por primera vez se sintió muy incómodo.–«Necesitas sentirla»–le dijo el archimago Adharul cuando comenzó a enseñarle hechicería. «En cada mundo se cumplen reglas físicas que no tienen por qué aplicarse de igual forma en otro, las leyes son las mismas; pero no ocurre así con los elementos. La energía es una sola y se expresa a través del movimiento». En lo que dirigía sus pasos a la biblioteca recordada las palabras del primer científico famoso del planeta. En su pueblo se creía que los hombres de ciencia estaban locos y que no llegarían muy lejos, sin embargo; Gandhorel no pensaba de esa manera. La biblioteca era un edificio con forma de prisma rectangular. Tenía miles de libros y cuadernos ordenados con suma precisión en los estantes dedicados a salvaguardar el conocimiento adquirido por la humanidad. Después de subir unas escalerillas entró a la institución pública.–Buenos días, vengo a entregar un libro–le dijo él a una bibliotecaria.–¿Cómo se llama? –le respondió con tono despreocupado. –La espada y la flor, de Rubhesqui.–¿Eres Gandhorel Doresghal? –Sí.–Entonces firma aquí, por favor. Esa burocracia a la hora de escoger o entregar un libro lo aburría, pero sabía que era la única alternativa que tenía la librería para conservar los volúmenes literarios. La feria se puso en marcha, prácticamente, cuando Gandhorel salió de la biblioteca. El bullicio se hacía insoportable para sus oídos y los ancianos compraban con ansiedad decenas de verduras. La gente, que en un inicio tenían vivo interés por saber que habían traído los vendedores, comenzaban a enojarse por los exorbitantes precios.–¡Bárbaros, inhumanos! –gritaba un señor de larga barba grisácea.Gandhorel pasó entre la muchedumbre sin llamar mucho la atención. Estaba ciertamente aburrido, así que decidió visitar a un buen amigo suyo. Revharil vivía en una colina a las afueras de la villa. El molino de su familia había servido de inspiración a un escritor famoso para describir a un monstruo mitológico.–¿Qué? ¿Interrumpo tu trabajo? –le preguntó Gandhorel a su amigo.–Para nada, justo estaba terminando–Revharil era un joven bastante alto y su piel olivácea lo hacía parecer raro ante los ojos de cualquiera que no lo conociese de antemano.–No tengo pensado hacer nada especial el día de hoy, ¿qué me propones tú? –Pues… ¿qué tal si nos vamos a cazar alimañas y bestias despiadadas? Están pagando numerosas piezas de oro a todo aquel que consiga las pieles de animales exóticos.–¿Qué se te ocurre? ¿Acaso quieres visitar la guarida del grifo? Por favor, a ese bicho no lo ha matado nadie.–¡Excelente idea! ¿por qué no me lo habías dicho antes? Prepara tus cosas, nos vamos de viaje–y dicho esto Revharil entró a su casa corriendo con desespero. 



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Editado: 16.03.2021

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