Las Jones.

17. Preocupación y regresos.

Pablo.

Mamá siempre nos explicaba que las mujeres, aunque no nos diéramos cuenta, se sentían heridas al solo utilizarlas. Que a ellas —o la mayoría— les gustaba ser especiales y exclusivas para una persona. No le tomaba mucha importancia a eso, para mí de cierta forma todos somos utilizados por todos. Solo crecí rodeado de una mujer, de resto en su mayoría eran de hombres y solo empecé a ver que existían más en la adolescencia. He sido respetuoso con quien he tenido momentos esporádicos, hasta el momento pensaba que era suficiente.

Austin y yo siempre nos planteamos que el amor es una mierda, lo veíamos con los tratos de mi padre a mi madre. Lo veíamos cuando a los diecinueve años alguien por fin logró enamorar a Santiago, él cual cambió para ser su marioneta. ¿Con esas referencias quién creen en las cursilerías? Nadie.

Pero justo en este momento, me pregunto si para ayudarla sería mejor saber que se siente sentir amor por alguien.

No me gusta verla triste, porque ahora que lo pienso su aura siempre es positiva y ahora solo está estancada, al igual que ella. Sus ojeras en estos días han estado presente, al igual que su temor cada vez que ve a la chica con la que Gustavo la engañó; en esto siento que es porque su cabeza hace constantes comparaciones.

Me gusta Aina, ya es un hecho. Me atrae físicamente y su forma de ser me da ternura. Normal. Te puede gustar tu vecina, una de las gemelas, una compañera de clase. ¿Qué tiene de complicado? Me gusta ganar y cuando me trazó una meta, necesito cumplirla a como dé lugar. La quiero a ella, quiero ver que puede suceder con una persona como Aina Jones.

Es tan difícil todo con ella desde que la conozco.

Agh, ya me hubiera gustado que las Jones fueran un moco bien feo.

— ¿Cómo te fue hoy con Aina? —pregunta Austin entrando a mi cuarto y sentándose en la silla del escritorio. Toma una esfera de colores y empieza a distraerse viéndola.

—Pues bien, igual el día difícil es mañana. Regresa el mal nacido —me recuesto en la cama, estoy cansado mentalmente.

—Sabes, te felicito. Has estado para ella pese a que la gente te juzga.

—Las personas no saben que pasa entre ellos dos.

En el colegio se ha extendido el rumor de que Aina ya tiene otro novio —en este caso sería yo—, y que la utilizo o que yo la utilizo a ella; que solo es para darle celos a Haase, que no importa nada que porque al final Aina siempre va a regresar con el. Las personas no saben que pasa entre los dos, no entiendo su afán por saber y que por las faltas de respuestas, inventen cualquier cosa.

— ¿Tu, si? —pregunta Austin, con la ceja enarcada—¿Tú sabes qué sucede entre los dos?

—No —aprieto los dientes, molesto.

—Por eso, Pablo. A ver, tú y yo sabemos, que lo que estás jugando es peligroso— me acomodo en la cama para verlo.

—Me lo dice, quién tontea con Aitana y siente algo por ella —Él frunce el ceño.

—A mi Aitana no me gusta, solo es una amiga.

—Por eso la besaste como lo hiciste el viernes —Evade mi mirada y cuando hace eso es porque no quiere aceptar que es verdad, aunque él sea consciente de eso.

—Son ganas, nada más —replica.

—Apuesto que serás tú el primero en traer esa Jones acá como tu novia —me cruzo de brazos.

—Si, claro —rueda los ojos.

Volteo a ver al lado donde está la ventana de la vecina. Justo me encuentro con una escena, donde Aina está entre las piernas de Layla y ella la está peinando. Aina le dice algo y ambas ríen.

Me levanto y salgo de la habitación, dejando solo a Austin, quien empieza a llamarme, pero solo camino hasta la habitación de Mateo.

Estos días he visto algo diferente a él y no sé por qué, es como si de algún modo estuviera mostrando cómo en realidad es. De igual forma, decido hacerle una visita, porque ahora me parece que Mateo es el más sensatos y podría decirme lo que yo quiero escuchar.

Porque es justo lo que Austin no está haciendo, joder.

Toco la puerta, porque lo más seguro es que si la abro me va a lanzar rayos láser por los ojos.

—¿Qué? —responde y abro la puerta, tomo eso como un pase.

Está al frente del ordenador, con varias hojas esparcidas y en su mano está el lapicero. Me mira de lado, desconcertado de mi visita.

—Quiero hablar contigo —camino hasta su cama, para sentarme. Se gira con la silla y se cruza de brazos.

— ¿Qué quieres? —pregunta.

—Oye, vengo en son de paz —alzo las manos, proclamando mi rendición.

—Nunca vienes a mi cuarto —resalta.

—Por eso estoy acá —me excuso—. Necesito un consejo — él se ríe un poco, pero se acomoda para prestarme atención.

—Suéltalo —me hace seña con la mano.

—Acepto que me gusta Aina, pero pues está esto de su ex, que mañana vuelve. Esta en que no soy una santa paloma y que siempre he huido del compromiso.

Es en serio, hablando de estos temas. ¿Tan bajo caíste Pablo?

Bueno, ya caíste al besarla.

—¿Pablo, qué tan mal debes estar para venir a pedirme un consejo? —sonríe un poco. Es que hasta yo sé que esto es caer bajo.

—A ver, pues no has tenido nada con nadie, está bien —Empiezo a irritarme.

—Eso es lo que crees tú —Bufo, eso ni en sus peores pesadillas, por lo que lo ignoro.

—Solo que no es un secreto que de todos, eres el más sensato para hablar. Por lo que eso no dañas a las personas. Por ejemplo, sabemos que con Sofía está lo que te propuso enamorarte —Hace una mueca—. Entonces equivale, a que la rechazas con filtros. Eres el indicado para darme consejos.

—A ver, Pablito—me dice con cierto fastidio— ¿Nunca has visto películas en las cuales las chicas se sienten heridas al ser rechazadas? Es obvio que no puedo ir por la vida lastimando a las personas. Segundo punto y lo tuyo, Aina acabó de salir de una relación. ¿Tú qué crees, que ya va a caer a tus pies? No, Pablito —me hace el gesto de negación con su mano.



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En el texto hay: vecinos, ex novio y mentiras, playboys

Editado: 23.01.2022

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