Mateo.
No todos tenemos finales felices, lo sé, los libros me enseñaron eso. Lo que me decían y jamás llegué a creer, que el amar así como duele también es placentero.
Verla sonreír basta, me basta para acordarme que todo puede ser mejor. Para recordarme que mi vida puede tener color entre tanto oscuro.
Ella es el color que se mezcla entre mis tonos negros.
La adoro. Pero ese adorar, ¿Me hará vulnerable? Porque no lo quiero ser, tengo que seguir sabiendo en quien confiar, con las personas indicadas.
Quiero que ella y yo seamos esa historia perfecta, que la vea y recuerde a la persona que estuvo intentando, estuvo llamando mi atención, la que tuvo desde el inicio, aunque no fueran por las razones indicadas, no cuando ella me recordaba a su tía.
Nunca me he enamorado, nunca he amado, nunca he estado teniendo una vida social, solo me preocupaba por lo demás. Nunca me planteé que era yo en la vida y aunque ahora me pego una cachetada mental, también recuerdo que hice lo que tuve que hacer en el momento que era.
Un nuevo yo.
Estaría bien.
Pero se me es imposible, aunque digan que el perdón es algo que cura el alma, no lo creo. No puedo perdonarlos, no la perdono, ni mucho menos a él.
Ya no hace parte de mi vida.
Y para a mí, es mejor que esté en ese lugar.
Pero como no puedo perdonar, si puedo sobrellevar las cosas y una de esas es ver que Sofía no es Ava. Es más que eso, es ricitos de oro y yo la persona que los libros siempre fueron su refugio, pero también el que ahora creará su propio libro, su propia historia, su propio amor.
Un nuevo Mateo Collins.