Las normas de Leia

Norma II: no son humanos, son comida

Abro los ojos somnolienta. Los primeros rayos de sol se cuelan por mi retina creando una molestia insoportable. Intento mover la mano para ocultar mi rostro y seguir durmiendo, pero un brazo me sujeta de la cintura. Entonces lo recuerdo, me incorporo un poco sobre la cama y levanto el borde de las sábanas, rezando porque solo fuera un sueño, pero efectivamente, estamos desnudos.

¿Por qué soy tan débil? Un simple y asqueroso humano ha hecho que pierda la cabeza. Me creía fuerte, creía que aquella niña asustada ya no existía.

Me giro con cuidado de no despertarle para ver su familiar y dormido rostro.

Una parte de mí, la que sigue encerrada en el pasado, está decepcionada. Desea volver a ver su intensa mirada, a sentir todo aquello que una vez sentimos, el amor mutuo. Un reencuentro real, enmendar cada error cometido y reparar todos los años de soledad, locura y desesperación.

Pero mi parte realista, la verdadera Leia, siente alivio. Si Drake volviera, nada sería como antes. He cambiado, soy completamente diferente y sé que él no estaría de acuerdo con esta nueva yo, es más, me vería como un monstruo solo por afirmar que me gusta la sangre humana, que los humanos son inferiores, son comida. Y si le confesara que me gusta ser vampiresa… Me pediría que dejara la vida que tengo ahora, me haría elegir entre la sangre o él. Y eso podría separarnos para siempre.

— Buenos días. — susurra con voz somnolienta. Me observa con los ojos entrecerrados y me dedica una preciosa sonrisa. Por un momento, olvido la situación en la que nos encontramos y todos mis temores. Me permito la ilusión de volver a tenerlo a mi lado, sonriéndome, como cuando estábamos en el castillo de su padre.

— Buenos días. — le contesto acariciando su mejilla. Aceptando el gesto, Fred se acurruca más hacia mí y me da un pequeño beso en los labios.

Mi corazón da un vuelco. Ese beso no es como los de anoche, es… tierno. Siento el extraño cosquilleo de antaño y no puedo evitar pensar si de verdad sólo se parecen físicamente. Le devuelvo el gesto con más intensidad, mientras mi mano desciende lentamente por su torso. Al llegar a la altura de su ombligo, empieza a emitir pequeños jadeos. Le lanzo una mirada traviesa al ver las ansias de su amiguito.

— Gracias… — susurra entre jadeos.

Dejo de proporcionarle caricias y le observo confundida.

— ¿Por qué?

— Has… sido la primera. — me confiesa sonrojado. Le aparto un poco y le observo pasmada.

¿Cómo es posible? Anoche parecía un experto. Me hizo sentir cosas en la cama que jamás había sentido con nadie, excepto por… Drake.

— Déjame compensártelo. — susurra al no obtener respuesta.

Antes de darle siquiera mi aprobación, se mete debajo de las sábanas y empieza a esparcir besos por mis muslos, subiendo poco a poco a esa maravillosa zona de placer.

— ¡Iugh! Vaya Li, anoche te diste un buen festín. — Li… Solo Nick me llama así.

Levanto un poco la cabeza y ahí está el espectro. ¡Maldición! ¿Por qué los hijos directos son más poderosos?

Aparto a Fred de un manotazo sin que mi hermano pueda ver su rostro.

— Nick, os he dicho mil veces que no hagáis eso, para algo tenéis un móvil. — refunfuño enfadada, levantándome de la cama mientras me cubro el cuerpo con las sábanas.

— Creo que esto es mucho más divertido.

— Si estuvieras aquí realmente, te llevarías una buena torta. ¿Podrías girarte un momento? — él me mira desafiante, seguro que se lo está pasando en grande. — Quiero cambiarme y este también. — digo señalando al chico sentado en la cama con medio cuerpo destapado. Lanzo una mirada furiosa hacia el humano, que no se en que momento ha salido de su escondite.

— ¿Ese es Dra...?

— Ni lo menciones. — me mira perplejo y acto seguido se va hacia el salón, dándome privacidad para cambiarme.

— Vístete, recoge tus cosas y vete. — le digo mirándole a los ojos. Automáticamente hace lo que le ordeno.

Me pongo ropa interior y me coloco un batín corto de color rojo, para no tener frío. Salgo de la habitación acompañada por el rubio.

— Una cosa más, — le pido obligándole a que me mire. — No recuerdas absolutamente nada de esta noche, te has despertado esta mañana en un banco del parque abrazado a una botella de alcohol. Vete a casa y no hables con nadie hasta que llegues. ¿Entendido?

— Entendido. — observo como abre la puerta y desaparece tras las puertas metálicas del ascensor.

— ¿A que debo tu visita Nick? — le pregunto mientras me dirijo al salón.

— ¿Quién era ese chico? — dice con un deje de estupefacción, ignorando mi pregunta.

— Solo era comida. — le respondo frustrada, mientras me acerco a la nevera de diseño que tanto adoro.

— ¿Comida? ¿Me estás tomando el pelo? Era idéntico a Drake. — le lanzo una mirada asesina mientras abro la cerradura de la nevera y escojo una de las botellas.




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