Las notas de Ainhoa.

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Capítulo 2: La llamada.
 


 

24 de abril del 2019.
 


Un día y 14 horas antes del incidente.

Berlín, Alemania.

Caminaban con las manos entrelazadas bajo la brillante luz de la luna. El sonido de las hojas moviéndose por culpa del viento acompañaban a los pocos grillos que cantaban ese día. Ninguno decía nada, Ev pensaba que el momento era demasiado bueno como para que fuese arruinado por alguna ocurrencia estúpida que quizás llegara a soltar por los nervios.

No dejaba de pensar tampoco, en que hoy cumplía un año con aquella chica que había conocido por accidente esa cafetería. Creo que eso sería lo único que le agradecería a Paul, ya que, por culpa de él, sus caminos se cruzaron y le permitieron abrir los ojos y conocer a una chica tan hermosa y tan especial como ella lo era. Tan solo imaginársela ese primer día en que la vio, cuando llevaba un delantal de cocina y una libreta en su mano y, cuando se acercó a él para atenderlo. Jamás olvidaría una sonrisa tan bonita y brillante como lo era la de Ainhoa.

Everett se detuvo unos metros antes de llegar al sitio que con tanto esmero le había preparado a su chica, por lo que Ainhoa también se detuvo, mirándolo curiosa. Ev le dedicó una pequeña sonrisa y con una mano la tomó delicadamente del brazo, y con la otra de la cintura, posicionándose detrás de ella.

—¿Qué haces? —murmuró Ainhoa.

Ev se inclinó un poco hasta que sus labios rozaron con los del oído derecho de Ainhoa, causándole un escalofrío. Luego, la mano de él que yacía en el brazo de la azabache, se deslizó lentamente hacia arriba. Le gustaba la sensación de tocar la suavidad de su piel, de saber que ella solo se dejaba tocar de esa manera por él y que a él le encantaba ser el único y el primero.

Su mano se detuvo en la mejilla de Ainhoa.

—Cierra los ojos —susurró.

Ella obedeció y cerró sus ojos, inmediatamente, Ev colocó la palma de su mano encima de sus parpados, para asegurarse de que realmente no estuviera viendo a dónde iban. Finalmente, con su otra mano en la cintura de Ainhoa, comenzó a caminar a paso lento, guiándola a tan anhelada sorpresa que hacía que se le acelerara el corazón. Unos minutos después, el azabache se detuvo y con él, su chica, admiró por última vez su alrededor para cerciorarse de que todo estaba perfecto y, cuando lo confirmó, retiró ambas manos del cuerpo de su novia. Caminó con lentitud hasta posarse frente a ella —quién aún no había abierto los ojos—, y tomó una rosa osiria color vino y blanco y la puso frente a ella.

—Abre los ojos, linda.

Lentamente, Ev vio como Ainhoa dejaba a la vista esas hermosas lagunas azules que brillaban más bajo la intensa luz de la luna llena. Él la recibió con una sonrisa inmensa que mostraba su perfecta dentadura y, ella tenía una expresión de asombro en el rostro mientras que miraba todo a su alrededor.

Era su lugar especial, ese que solo ellos dos conocían. Everett lo había arreglado, era su vieja casa en el árbol que estaba construida con viejos tablones de madera. Él colocó pequeños bombillos que irradiaban una tenue luz amarilla en el techo de la casita, además de que había hecho un pequeño camino con pétalos de rosa —y sorprendentemente para Ev, ya que no se habían ido con la brisa—.

—Oh... Ev —dijo Ainhoa mientras que se llevaba las manos a la boca—. Esto... es precioso.

Everett dio algunos pasos hacia adelante para acortar un poco la distancia que los separaba a ambos y, le extendió delicadamente la rosa osiria que había comprado especialmente para ella ya que era su favorita. Ainhoa la tomó y luego, sin dejar de verla a los ojos, metió la mano en el interior de su traje y sacó una pequeña cajita negra de terciopelo. La azabache bajó la mirada y, al mirar aquello que Ev sostenía entre sus manos, abrió sus ojos a tope.

—¿E-eso es—

La risa de Ev la interrumpió, —No te pediré matrimonio, linda.

Ella soltó un suspiro, aunque no supo si era de alivio o de decepción.

—Al menos no ahora —volvió a decir, provocándole una tímida sonrisa—. Solo... eres la persona más importante para mí, Ainhoa. Yo no sabría qué hacer si tú te vas de mi lado, porque tú eres la que le dio color a este lienzo en blanco.

Ainhoa sonrió enternecida, a la vez que sus ojos comenzaban a escocer. Los ojos de Ev estaban fijos en los de ella, no los despegó ni un solo segundo. Estaba abriéndole su corazón al amor de su vida, a esa chica perfectamente imperfecta que tenía frente a sus diferentes ojos.

—Te amo, mi amor, eres aquella luz intensa en mi oscuridad y de verdad no sabes lo mucho que te amo. Feliz aniversario, cielo.

Sin decir nada más, Ainhoa apretó sus labios y se lanzó hacia Ev, envolviéndolo en un cálido abrazo que el chico correspondió de manera inmediata sin dudar ni un segundo.

—También te amo —susurró ella, su cálido aliento chocando contra su cuello.

Cuando se separaron, Ev le extendió su mano a Ainhoa, quien la tomó rápidamente. Él la guió lentamente hasta que llegaron a los tablones de madera que servían de escaleras para llegar hasta el interior de la casa del árbol. Al final, terminaron de subir y se sentaron en unos pequeños sillones viejos de color marrón que había allí.

—No era necesario que hicieras esto por mí —comentó Ainhoa mientras miraba la caja de terciopelo en sus manos, dudosa de si debía abrirla o no.

—Solo ábrelo, amor, es para ti.

Frente a Ev, Ainhoa abrió la caja, apreciando un hermoso collar dorado con dije de colibrí. Esta inmediatamente levantó la cabeza y él se tiró a abrazarlo nuevamente. A Everett le sorprendió la acción, por lo que se desestabilizó un poco, sin embargo, se recuperó fácilmente, rodeándola con la cintura y correspondiendo así el abrazo, a la vez que se le calaba el olor a canela de su novia.




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