Eran cerca de las ocho de la mañana y milagrosamente Ashley ya estaba en pie, arreglada y terminando de desayunar.
Aparentemente sería un día especial o con algún plan particular, porque no lucía como habitualmente solía.
Las ondas naturales de su media melena avellana le daban el toque despeinado que le es propio, pero las tenía controladas con un semirecogido bastante presentable, a comparación el moño despeinado de todos los días. Llevaba un maquillaje sutil en tonos de café que combinaba con su par de ojos miel, le aportaban delicadeza al rostro y más seriedad. En cuanto a la vestimenta lucía una camisa bordó bien entallada, un blazer negro a la cintura, una falda recta del mismo color por encima de la rodilla acentuando sus curvas, y unos medios tacones negros en los pies. Se veía bastante formal, seria y atractiva a la vez. Parecía una empresaria atareada y dedicada, pero en realidad era una simple chica desordenada que pasaba despeinada y llena de pintura en las manos o durmiendo por horas en el sofá de la sala. Pero ella sabía adaptarse y adaptar su apariencia según su conveniencia. Cuando necesitaba ser otra persona para alcanzar su objetivo, lo era sin ningún tipo de problema y con su oportuno don de la naturalidad.
Terminó de desayunar un café negro, un vaso de jugo de naranja y una tostada de pan integral con frutos secos. Solía beber un simple café con leche y acompañarlo con pizza sobrante de la noche anterior, pero para ir entrando en personaje... bien. Se levantó delicadamente de la silla, imitando a una chica correcta, y se marchó. La primera impresión es un cincuenta por ciento del trabajo.
Tomó un taxi hacia la oficina local del FBI más cercana. La noche anterior ya había averiguado por Internet cómo estaba conformado el personal policial, por quienes, sus nombres y apellidos, algunos datos y curiosidades del lugar. Ya sabía perfectamente a quien tenía que buscar y lo que tenía que decir, lo había ensayado anoche en el espejo mientras se cepillaba los dientes.
Bajó del auto, respiró profundo y caminó con seguridad hacia la entrada. Entró.
-Buenos días señorita, soy el suboficial Alex Deep ¿en qué puedo ayudarla?- se presentó el oficial de la recepción. Ashley lo reconoció enseguida, recordaba haber stalkeado su perfil de facebook mientras investigaba al personal en Internet. Dejó de pensar en el parecido que tenían él y su hijo en su foto de portada, y se concentró en responder adecuadamente.
-Buen día, encantada, quisiera hablar con el detective David Sullivan por favor, si es tan amable.
-No creo que sea tan amable con las visitas, pero es eficiente en su trabajo -bromeó el oficial sin dar una pizca de gracia, con una risa afónica, mientras levantaba el tubo del teléfono marcando el interno 5.
Ashley mostró una sonrisa demasiado fingida y esperó ansiosa.
-Señorita, David no se encuentra en éste momento, puede volver por la tarde.
Frunció el ceño y giró sobre sus talones molesta hacia la puerta con intención de marcharse, cuando vio entrar a un ángel... agente. A un agente del FBI. (estaba segura de que empezaba con " a ").
-Un momento, él es el detective que yo buscaba y que usted me dijo que no estaba, ¿acaso está jugando conmigo?- se quejó Ashley con expresión de ofendida.
-Acaba de llegar... ¿no le parece?- dijo el veterano oficial de la voz afónica. Parecía que le tomaba el pelo con esa sonrisa burlona y pacífica. -Pero de todas formas él no es David Sullivan, él es el detective Chad McCarthey.- agregó .
-Y puedo presentarme por mi mismo, gracias Alex.- lo interrumpió Chad, mirando fijamente a Ashley.
-Detective y Agente del FBI, Chad McCarthey, encantado de conocerla.- le extendió la mano con una sonrisa entregada y tentadora.
-Un placer, Ashley Love. -mintió. No podían saber que era Ashley Rogers Collinge, hija de Kayla Collinge, cuyo asesinato es caso de la policía.
-Love...-repitió el detective aún sonriente. -Pasemos a la oficina Love, señorita Love.- añadió enseguida.
Todo allí era gris, serio, abstracto. Estaba lleno de documentos y papeles.
-Tome asiento por favor, póngase cómoda.
-Gracias.
-Bien, cuénteme, ¿en que la puedo ayudar? ¿a que se debe su visita?- preguntó acomodándose en la silla, dispuesto a escucharla atentamente.
-Bueno, en principio le agradezco su atención. Usted parece un hombre ocupado y no quiero robarle demasiado tiempo.
-¡Guarde la calma que no la arrestaré!, por ese robo haremos una excepción. -Sonrió divertido, con algo de picardía en la mirada. -Y puede tutearme que no soy un anciano tampoco.- No dejaba de sonreír.
-¿Cuantos años tienes?- le espetó enseguida torpemente, con una mirada embobada. -Cuantos años tienes trabajando aquí...- se corrigió al aclararse la garganta, ya un poco nerviosa.
Chad rió interesante.
-Veinticuatro. ¿Pero no creo que hayas venido hasta aquí para averiguar mi edad o sí?
-Claro que no como se le ocurre, bien, al punto.- intentó ponerse seria. - Sé que usted es un excelente detective que lleva varios años trabajando aquí. También sé que es una persona muy buena, inteligente y que le gusta ayudar a las personas.-agregó gentilmente, sin tener mucha idea de la veracidad de esos elogios.
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Editado: 21.02.2019