II
Recogió el libro como si siempre lo hubiese tenido con él. Ya un poco más calmado y libre del dolor que lo estaba agobiando, intentó abrir el libro. Solo al intentar separar la tapa sintió una inmensa sensación de calma en contraposición a la experiencia reciente. Su entorno cambió, viéndose trasladado a una sala completamente blanca. Solo la sensación de sus pies le hacía percibir que había un piso bajo sus pies, caso contrario Dante no tendría la mínima duda de que se encontraba en un infinito espacio vacío.
Las afirmaciones si bien eran simples, daban cabida a muchas preguntas, pero tenía la confianza de que serían atendidas, por lo que guardó silencio y quedó a la espera.
Con el deseo interrumpido de saber más, se quedó con el habla a medias mientras la iluminación del salón desaparecía y nuevamente volvía al baño donde todo había iniciado. Se miró al espejo y tanto sus ojos como su cabello habían recobrado su color habitual. Pensó por un segundo que había sufrido un desmayo y todo fue producto de un sueño; sin embargo, aún sostenía con su mano derecha, aquel libro que su nombre llevaba. Lleno tanto de preguntas como de resignación, salió del baño con el libro en su mano, cuando dio un salto hacia atrás apenas había cruzado la puerta. El área se encontraba llena de personas, con los cubículos siendo utilizados en casi su totalidad. No había, por suerte, nadie dentro del baño, por lo que tenía un lugar donde podía encontrar aquel gran libro.
Se planteó esperar hasta que todo el mundo se vaya de la oficina para poder salir del baño. No encontraba la forma de explicar qué hacía con un libro negro del tamaño de una gran enciclopedia entre sus manos, cuando recordó que Omega le había indicado que el libro se ajustaría a sus necesidades e invocaciones. Si bien aún no tenía claro la parte de invocaciones, sí era un hecho que lo que necesitaba era que el libro no fuese tan llamativo. Como respuesta a ello, considerando la idea como orden, el libro comenzó a encogerse hasta convertirse en una versión de bolsillo, aunque no podía ser abierto en ese estado.
Sintiéndose aliviado y casi por inercia, vio la hora en su teléfono móvil, el cual ya se encontraba funcionando con normalidad, por lo que decidió probar si sucedería lo mismo con el automóvil. Guardó el pequeño grimorio en el bolsillo y salió con destino al estacionamiento, esta vez bajo un cielo sin riesgo de lluvia.
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Editado: 04.10.2022